Hydra Malfoy (Fred Weasley)

XXVII. SIN VERGUENZA

La primera prueba se realizará en minutos. Las gradas están llenas desde mucho antes, pues todos están ansiosos de ver la batalla de dragones. Por supuesto, Hydra no ha sido ajena a la emoción por ver una criatura de tal magnificencia, así que ahora camina a paso veloz hasta el lugar que su amiga había prometido guardarle.

Este evento sería donde compensarían el tiempo que pasaron separadas, pues en los últimos días la castaña estuvo muy ocupada conociendo a su prometido como para prestarle real atención a Malfoy. Cuando su relación con Fred se rompió se tomaron una noche para consolar a la rubia y degradar lo máximo posible la existencia del pelirrojo; sin embargo, no habían tenido el tiempo suficiente para saber cómo estaba, pues Vasily había consumido la mayor parte de su atención, e Hydra se alegraba tanto de que su futuro marido fuera tan compatible con ella que no quería interponerse en ello, prefería dejarlos conocerse sin estorbarles.

Ahora bien, tampoco es que hubiese estado sola esas semanas. Fleur y sus amigas habían resultado una excelente compañía, lo descubrió en la salida al pueblo. Lynette, Jolie y Camille estudiaban con la rubia en beauxbatons y todas ellas irradiaban feminidad por sus poros. Eran delicadas, controladas, pero cada una tenía un detalle especial que las definía.

Lynette era ocurrente, lo supo desde que se la presentaron. No tardó mucho en hacer incapie en las diferencias entre sus escuelas.

—¡No sabes que bien nos la pasamos aquí! De verdad, los chicos nos persiguen como sabuesos. Pareciera que no han visto a una mujer en su vida -dijo la rubia.

Sus ojos de miel chispeaban con energía, pero no era presunción lo que expresaban, sino emoción pura.

—Lyn, no es obligatorio que te enamores de cada chico en tu camino, ¿lo sabes, no? -se burló Camille.

Ella era más fuerte de carácter, pero no por eso parecía menos delicada. Era una pelirroja oscura que simplemente decía lo que pensaba, pero sus ojos verdes chispeaban cuando él tema le resultaba realmente interesante. Hydra supuso que era su herencia irlandesa la que le daba esos atributos.

—No, pero me parece una manera más divertida de pasar el tiempo -rió como una niña a la que descubren en una travesura.

Jolie negó con la cabeza y la acompañó en su risa. Su cabello negro ondeaba en el aire cada que se movía y le daba un aire jovial, aunque era la más recatada de todas. Mesurada, podría decirse. Sus ojos eran oscuros y su piel pálida, era una vista sin duda imponente, pero no usaba su apariencia para intimidar a otros, o al menos aún no lo había hecho en su presencia.

—La vida es más que chicos, Lyn. Mira a Fleur, ¡Es la campeona de beauxbatons! Si te concentraras un poco más en clase y menos en tu vida amorosa quizás tu estuvieras en su lugar.

—Oh sí, pelear con dragones parece algo mucho más divertido que besar chicos lindos -respondió irónica.

El grupo completo rió al tiempo en que Lynnette le sacaba la lengua en burla a la pelinegra.

Eran todas unas señoritas de alta alcurnia. Quizás la única que podría haber desentonado un poco seria Camille, pues según le relató brevemente era hija de un squib. Su padre era un irlandés que creció en su ciudad natal con padres magos, pero al no ver la magia manifestarse en él lo llevaron a colegios muggles; conoció a su esposa en alguna fiesta de amigos de sus padres y se enamoraron al instante, dando paso a la pequeña pelirroja quien sí poseía su magia. Se mudaron a Francia para que ella pudiera estudiar cerca de ellos en beauxbatons.

Las esmeraldas en sus ojos brillaban al hablar del amor de sus padres, pero Hydra sólo podía sentir lástima por su pobre padre, quien tendría que vivir rodeado de gente con un don tan maravilloso como la magia sin poder hacer uso de él. Entonces recordó y confirmó lo que decían sus padres, no es correcto mezclar las sangres. Seguramente algún ancestro de su padre fue un muggle, lo que provocó que la magia no floreciera en su padre.