-𝕊𝕖𝕘𝕦𝕟𝕕𝕒 𝕋𝕖𝕞𝕡𝕠𝕣𝕒𝕕𝕒 𝕕𝕖 𝕋𝕙𝕖 𝕆𝕣𝕚𝕘𝕚𝕟𝕒𝕝 𝕋𝕣𝕚𝕓𝕣𝕚𝕕
Al enterarse de que su madre fue quien mandó a matar a su hijo, Hannia Mikaelson se siente atrapada entre la espada y la pared, sin saber si debe decírselo a sus hermano...
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Afuera de Mystic Falls, Hace más de 1000 años.
Mikael y Esther habían enviado a Hannia lejos con una prima de Ayana. Ayana había llevado a las y a los pequeños brujos en una pequeña excursión a un lugar donde carecía de vegetación. Hannia y Kol habían tenido éxito, pero a los demás no les gustaba que alguien como Hannia pudiera hacer más que ellos. Así que cuando la molestaron, todo terminó mal y Ayana la tuvo que regresar al pueblo.
En un pequeño arranque, terminó lastimando a un niño. Mikael y Esther decidieron enviarla a un lugar que decían que la ayudaría a controlar su magia.
El pequeño barco llegó a su destino. La pequeña Hannia tenía un mal presentimiento del lugar; este era de un material distinto al de sus chozas. Cuando entró al lugar, todas las mujeres y hombres que se encontraban ahí le daban miedo y actuaban raro.
—¿Aquí me enseñarán a controlar mis poderes? —preguntó la pequeña una vez que la llevaron a donde se iba a quedar a dormir.
La mujer rió ante la inocencia e ingenuidad de la niña.
—Es lo que dijimos, pero realmente no harás nada de magia. No está permitido, aquí no puedes hacer magia, así que no necesitas esto —la mujer le arrancó su collar de rubí—. Y si llegas a romper las reglas, habrá castigo.
—Pero, mamá dijo. . .
—Fue un engaño, niña. Pero no te preocupes, si te portas bien, nada malo te sucederá —la mujer puso una vela negra con un símbolo extraño cerca de la puerta—. Por el momento descansa, luego me ocuparé de ti.
Antes de que la pequeña pudiera decir algo, la mujer se fue azotando la puerta. Hannia quiso abrirla, pero no pudo.
Comenzaron a escucharse varios gritos y quejidos de dolor, la pequeña se espantó. De sus cosas, sacó su muñeco de trapo, tenía la forma de las bestias de la noche, pero este no le daba miedo, y junto con su collar de ave trató de no escuchar los lamentos de las demás personas.
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Natasha estaba bailando su cuarta canción en el bar mientras que Wanda iba por su cuarta bebida y Hannia por su cuarta orden de papas fritas. Al terminar la canción, Natasha se acercó a la barra, donde las chicas estaban recargadas.
—No nos iremos de aquí hasta que vayan a esa pista, se dejen llevar por la música y se olviden de los últimos eventos —dijo Natasha con determinación.
—Nos pides demasiado —contestó Hannia, haciendo una señal al bartender para más papas.
—Sé que venir a un bar después de. . . no es la idea más adecuada, pero las conozco lo suficiente como para saber que no puedo dejarlas que pasen mucho tiempo de luto.
