-𝕊𝕖𝕘𝕦𝕟𝕕𝕒 𝕋𝕖𝕞𝕡𝕠𝕣𝕒𝕕𝕒 𝕕𝕖 𝕋𝕙𝕖 𝕆𝕣𝕚𝕘𝕚𝕟𝕒𝕝 𝕋𝕣𝕚𝕓𝕣𝕚𝕕
Al enterarse de que su madre fue quien mandó a matar a su hijo, Hannia Mikaelson se siente atrapada entre la espada y la pared, sin saber si debe decírselo a sus hermano...
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Mystic Falls, hace más de 1000 años.
Cuando Eric abrió los ojos, se topó con el cielo oscuro. Se levantó un poco y se dio cuenta de que se encontraba cerca del lago. Frunció el ceño al no saber cómo había llegado ahí. Luego encontró sangre en su pecho y en su cuello. En ese momento, todo lo que había pasado llegó a su mente. Hannia, cuchillo, pecho, mordida. Él había muerto, pero ¿cómo es que aún seguía vivo?
Se levantó y empezó a caminar hasta dar con el pueblo. No entendía qué había pasado; solo había muchas chozas vacías y varios hombres y mujeres muertos.
Caminó por las chozas hasta llegar a la que pertenecía a Ansel, el hombre con el que Esther había engañado a Mikael. Claramente, él no sabía eso y que Mikael acababa de matar a la mitad del pueblo. Pero había algo que lo atraía hacia esa choza. Cuando llegó, encontró el cuerpo del hombre con una lanza atravesada en su pecho. Su mirada se fijó en algo en particular.
A diferencia de los demás cuerpos, su sangre estaba aún más fresca, la sangre escurría del pecho de Ansel. Con lentitud se acercó a él y tocó la sangre, se la llevó a la nariz. Cuando la olió, poco a poco se la llevó a la boca sin saber por qué hacía eso. Al principio no le gustó, pero repitió lo que había hecho.
De la lanza volvió a tomar un poco de esa sangre y se la llevó a la boca. Ya empezaba a saber mejor. Sintió cómo algo aparecía debajo de sus ojos y en su boca. Los colmillos le estaban doliendo. Con un movimiento brusco, él buscó el cuello de Ansel y encajó sus colmillos, absorbiendo la poca sangre que quedaba en el cuerpo de Ansel.
—¿En qué rayos me he convertido?— cuestionó con gran confusión al ver lo que había hecho y la sangre que tenía en sus manos.
Eric frunció el ceño mientras veía la sangre en su mano. Se miró a sí mismo y se dio cuenta de lo sucio que estaba. Se puso de pie y caminó hasta su choza, tomó ropa nueva y se dirigió hacia las aguas termales que usaban para bañarse.
—Parece que me he convertido en uno de ellos.
Las manos de Eric acariciaban las "heridas" que se suponía que debía tener, pero ya no había nada ahí, estas se habían curado.
—Mira eso —musitó riendo mientras pensaba en todo lo que ahora podría hacer con este poder, aunque primero se encargaría de entenderlo y de entender cómo había pasado.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar una respiración algo agitada. El rubio no se había dado cuenta de que no era el único en el pueblo.
