Capítulo 24

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La cabaña donde estamos es completamente de madera, solo está iluminada por velas, una cama con dosel y unas cortinas blancas a juego con las sabanas.

Se levanta, me gira y me besa, dejando saborearme en su boca. Ese beso apasionado que marca el siguiente paso.

Me toma de la mano y me lleva a la cama, me siento en la orilla y mientras el desabrocha su camisa, me tomo la libertad de desabrochar su fajo, después su pantalón. Y cuando quita la tela que cubre su torso, bajo un poco su bóxer, dejando su erección libre; la tomo entre mis manos y comienzo a mover suavemente, lo miro a los ojos y sonrío maliciosa. Me armo de valor y lo meto hasta el fondo, sintiendo como resbala hasta mi garganta. Me toma de la nuca marcando el ritmo.

¡Voy a morir de placer!

Con una mano, trazo círculos en mi clítoris, mientras la otra toma firme su miembro. Me suelta para arrebatarme un beso. Me recorro lentamente hacia arriba en la cama, abro mis piernas mientras juego con mis manos, una en mi seno pellizcando mi pezón y con la otra frotándome las bragas que están bastante mojadas.

– Eres hermosa, ¿lo sabias?

– Deja de adularme y cógeme de una buena vez...

Acata la orden a la perfección. Se subió sobre mí y con sus manos rasgó mi calzón que cedió de inmediato ante la fuerza ejercida. Me besa, su lengua jugaba con la mía, recorriendo cada centímetro de mi boca, cuando empuja en mi interior, robándome el aliento y cortando el gemido que saldría fuerte y seguro. Marcando el ritmo con su cadera, hizo el vaivén más delicioso que haya sentido jamás. Sentía que iba a estallar ahí, debajo de él. Me miró a los ojos y salió de mi interior, para después levantar mis piernas y colocarlas sobre su hombro, los fluidos por mi excitación hacia que resbalara más fácil en mi interior. El momento estaba cerca y estallamos juntos, mientras me llenaba de él. Se tumbó a mi lado y me recosté en su pecho, descansando unos minutos, para después montarme sobre él y exigir más de lo que prometió.

Hicimos el amor toda la noche hasta que la luz del alba, el cansancio y un hambre voraz me invadieron.

– Pensé que sería yo quien no te dejaría en paz muñequita – dice mi chico con una mano bajo la cabeza, mientras con la otra traza círculos en mi espalda desnuda –. Eres insaciable...

– No, solo estas cumpliendo con lo que prometiste y como me tuviste con ganas todos estos meses, quería desquitarme. Además, mientras más hagamos el amor, más practicaremos para cuando queramos otro bebé – sonrió.

– Es muy pronto Ella...

– Por eso dije que practiquemos – me gire para ver su rostro –. Además, no es alentador lo que el médico me dijo y lo sabes...

– Siempre podemos adoptar mi amor.

Y así abrazados nos quedamos dormidos un rato.

Fueron días de infinitas atenciones hacia mí, hacia ambos, que más que agradecida, me sentía amada.

Después de tres días volvimos a casa. Ya extrañaba al pequeño Garreth. Mi cuerpo magullado por tanta actividad física, pero con la tranquilidad de que mi corazón no fallaría.

Al llegar a la mansión, estaban en la entrada mis cuñados con mi pequeño, quien sonreía emocionado. Corrí y lo tomé entre mis brazos llenándolo de besos.

– Esperamos que por lo menos ya nos tengan la noticia de otro nuevo bebé, porque yo no voy a compartir a mi bizcocho hermoso con este hombre.

– Jo, basta. Si quieres un bebé tenlo tú...

– No creo que exista hombre en este planeta que la soporte – dice Kye y todos reímos.

– ¡Pues aunque no lo crean tengo novio! – dice cruzándose de brazos – ¡Y ya vive conmigo!

PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora