Mi vida solía ser perfecta o al menos eso es lo que yo pensaba y quería creer.
Mi prometido era el mejor partido, Ethan de 32 años; ojos color miel, con su cabello castaño claro peinado hacia atrás, midiendo 1.85 metros y cuerpo delgado pero trabajado, siempre de vestir. Nuestras familias se conocían desde antes de que naciéramos, él es seis años mayor que yo, su familia tiene una de las mejores empresa de la ciudad y él les ayudaba bastante con eso.
Tan puntual, llegó cinco minutos antes por mí, a lo cual yo estaba lista para ir con él a una firma para un gran trato.
Con su auricular en la oreja, va hablando con su asistente de veintiocho años; una rubia exuberante que siempre se le lanza encima, siendo rechazada infinidad de veces, por mi guapo novio, o al menos eso me hacía ver.
– No Lisa, diles que en menos de diez minutos llego, sabes que odio la impuntualidad, en los negocios es primordial – cuelga la llamada -. Isabella, la noche será larga, así que por favor no me hagas quedar mal – dice en tono mandón y sarcástico.
Le dedico una sonrisa y después miro a través de la ventana.
– No pongas esa cara Isabella – toma mi mano y deja un beso en el dorso –. Sabes que me estreso mucho con este tipo de eventos.
– No tengo la culpa, ¿o sí?
Y la verdad es que sí, se ponía insoportable.
Después de casi treinta minutos de viaje llegamos al hotel Four seasons, donde se llevaba a cabo el evento. Me abre la puerta y me ayuda a bajar como todo un caballero.
– Debiste usar otras zapatillas, no van con el vestido que elegí para ti esta noche – dice sonriendo mientras nos toman fotografías en el pasillo de entrada.
Sí, lo quiero, somos amigos desde niños, pero a veces podía llegar a ser demasiado irritante, pesado y mandón.
Fingiendo mí mejor sonrisa, avanzo a su lado, tratando de mantener la calma ante su comentario, pues muchas veces me contengo de decir algo frente a él, quedando como toda una sumisa, por miedo a herir a mis padres. Pero así es nuestra sociedad; debes quedar en la mejor familia con el fin de que no hablen o te señalen.
Llevamos un rato ya en el lugar, bebo una copa de champan cerca de la ventana, platicando con María, mi amiga de la facultad, mi única amiga a decir verdad.
– Isa, ya tengo el vestido para tu boda, como tu dama de honor no te defraudare querida – habla con tanto afán de ese día, que pareciera más su boda –. Tu vestido se te verá increíble querida.
Morena de cabello rizado y ojos cafés, es delgada, lleva un vestido tinto que apenas le cubre las nalgas, con unas botas a medio muslo (siempre es tan llamativa). Cada que termina una frase dice querida, lo cual odio con todo mi ser.
Últimamente, me siento atrapada en esta sociedad, necesito con urgencia salir corriendo de aquí, todo me ahoga, me asfixia.
Ahora entiendo porque me dijo que debía ponerme otras zapatillas, llevo más de tres horas parada y mis pies me están matando con estos tacones tan altos.
– María – interrumpo su plática –, voy al tocador, discúlpame – sonrío.
– Ve – dice sin despegar la mirada de mi prometido y su secretaria –, yo vigilo a Lisa por ti querida.
Emprendo el camino hasta el pasillo iluminado con luces tenues y muros de madera, un largo pasillo que debo cruzar, cuando escucho pasos detrás de mí y me giro, encontrándome con un mesero que lleva un antifaz, vestido completamente de negro.
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Prisionera
RomanceUna chica es sacada de su burbuja de cristal, para entrar a la realidad, secuestrada por alguien a quien no conoce, haciéndola ver la vida de un modo distinto.