Capítulo 10

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No sabía si podía creer ahora en el hombre que está frente a mí. En poco tiempo todo lo que creía y quería se ha puesto en duda.

– Si me quisieras, me respetarías, sé que no me amas, que no me ves más que como una hermana o tal vez solo como una amiga con la que te acuestas y será tu esposa. Todo para darte al heredero que será dueño de todo algún día Ethan. Soy consciente de ello ya...

– No huyas de mí –me toma del brazo–, sabes que no te haría daño jamás, sabes cuánto te quiero –sus ojos suplican–, no me hagas esto.

– Es solo que yo...

– Isabella, por favor –suspira y agacha la cabeza–. Te quiero mucho, me alejé de mi amante, no encontrarte me asusto mucho...

– Claro, sin mí nunca obtendrías la fortuna de la herencia familiar...

– No, no es eso Isa –se hinca frente a mí–. Temía perderte porque te amo Isabella, comencé a sentirme perdido sin ti, te extrañe mucho. Pensé que jamás volvería a verte –toma mi mano y la besa–. Cásate conmigo, estoy seguro de que quiero estar siempre contigo.

No sabía que decir, creía en sus palabras y también dudaba, mi cabeza daba vueltas, mientras comenzaba a llorar con intensidad. Me sentía abrumada por todo.

Kye me dejó, no tuvo el valor de despedirse de mí, solo me abandonó.

– Lo que más duele es que me ocultaras las cosas Ethan –miro al techo–. Por favor, déjame descansar. Mi migraña amenaza con aparecer, fueron varios días de dolor, así que por favor...

– Traeré tu medicina –sonríe y se levanta–, mientras date un baño y... enseguida vuelvo.

Sale y me voy al baño, pintado de blanco, con una pálida luz en la araña en el techo. Abro la llave dejando que se llene la tina, mientras comienzo a desnudarme. Me meto y me recuesto para relajarme, mientras se vienen esos ojos grises a mi mente, su sonrisa, su primer abrazo, sus manos llenas de tatuajes recorriendo mi piel. Cuando siento sus labios rozar los míos, abro los ojos, para ver a mi prometido con una sonrisa en el rostro.

– Eres hermosa Isabella, no sabes cuánto te eche de menos –besa mi frente y se levanta–. Te dejaré sola, iré por algo para que comas, no sé si te alimentaban.

– Estoy bien, ya te lo dije, solo quiero dormir. Es tarde y...

– Si casi son las 5 de la madrugada. Esperare afuera de todos modos, traje tu medicina.

Cuatro días, cuatro malditos días para desacostumbrarme de esta vida. Sintiéndome agotada pensando en todo y a la vez en nada.

Salgo y me coloco la bata para secarme. Voy a la recamara y me coloco mi camisón para dormir, tomo mi medicamento y me meto bajo los edredones, cuando escucho a Ethan en el pasillo, tocando la puerta.

– Pasa – contesto en voz baja.

– ¿Puedo quedarme aquí? Temo dejarte sola y que vuelvas a desaparecer –asoma la cabeza–. Me iré si dices que no...

– Solo... quiero descansar, entra.

Viene en pijama, sin zapatos, se mete entre las cobijas a mi lado y me jala hacia él para recostarme en su pecho. Mientras inhalo su colonia que sigue siendo deliciosa. Descanso mi mano en su pecho, cierro los ojos y me quedo dormida de inmediato, realmente estaba agotada.

Despierto y estoy sola en la cama, la habitación oscura por las cortinas, pensando que Ethan las cerró para que durmiera más, me levanto y voy al baño, regreso y abro el closet, para sacar un pantalón negro y una blusa campesina con girasoles.

PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora