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Natalia

Si me preguntan cuando se me ha pasado el tiempo más lento diré que esta hora y cuarto.

No me arranco las uñas porque mi madre me tiene agarradas las manos.

Cuando he avisado a Adrián, no he visto su cara, pero puedo intuir que se le ha bajado la presión. Me ha colgado de inmediato prometiéndome que me mantendría informada. Qué se iba corriendo a por Alejandro.

Al avisar a los demás han tenido la misma reacción que la mía o la de Adrián. María ha dicho que su madre la llevaría de inmediato. Suerte que solo está a media hora. Vic y Marck han cogido el coche de los padres de Marck y él lo trae ya que tiene el carnet.

Alberto, Pedro y Adrián ya están con él, pero no me han dado mucha información. Solo me han dicho que vaya a su casa porque están allí.

Me quedan quince minutos y no puedo esperar para llegar. Necesito verle, necesito abrazarle y decirle que todo estará bien, que lo superará.

Le repetiré mil veces que es fuerte, como él hizo conmigo, estaré para él siempre y cuando quiera.

-Ya hemos llegado. -Al escuchar eso alzo la cabeza. Justo en frente tengo esa casa tan familiar y tan acogedora, solo que ahora está rodeada de cuerdas policiales y parece que está de luto por la pérdida de su dueña.

-Llamanos si necesitas algo, tenemos un piso en esta ciudad. -Asiento y salgo corriendo hacia la puerta de la entrada.

Llamo al timbre y tengo que esperar un par de minutos hasta que una cara conocida me abre.

Es Alberto, nos envolvemos en un abrazo y cuando nos separamos mirándonos a los ojos sé lo muy jodido que están los hermanos.

Paso por su lado y me dirijo al salón.

Todos están en silencio. Juanjo está de un lado para otro junto a la chimenea. Adrián y María están a los lados de Alejandro, este está mirando hacia el suelo con las manos en la cara. Pedro está en otro sillón mirando a Juanjo.

Al notar mi presencia todos me miran, pero yo solo puedo mirar a una, que no se ha dado ni cuenta de que estoy aquí.

-Alejandro. -Le llamo casi por instinto. Él levanta la cabeza y su aspecto es horrible. Tiene los ojos rojos de tanto llorar, el pelo despeinado y unas ojeras de días.

Al verme pienso que me va a ignorar o peor aún, que no quiere que esté, pero al instante se levanta y se dirige a mí a paso rápido.

Nos envolvemos en un abrazo. Noto su cuerpo contra el mío y siento su cuerpo agitándose debido a que está llorando.

Es doloroso verlo así. Todo lo único que puedo hacer es abrazarlo. Siento como sus puños se cierran haciendo fuerza. Le paso mis manos por su pelo para intentar calmarle.

-Ya está, tranquilo. -Seguimos abrazados por un buen rato, no quiero soltarle.

Al rato se separa de mí y noto su furia crecer. Sale del salón donde estamos todos y sube escaleras arriba. Le sigo hasta llegar a su habitación y encontrarle sentado en el suelo llorando.

-Alejandro...

Se ve tan vulnerable, tan destrozado, que me cuesta contener a mi las lágrimas. Me duele tanto, como si me hubiera pasado a mí. Porque todo lo que a él le destroza, lo sufro yo.

-Estoy aquí contigo, tranquilo. -Estamos los dos llorando.

-¡No joder! ¡No! ¡No podía irse! ¡No cuando me prometió que lucharía, maldita sea! -Golpea la pared con los nudillos. Suelta un suspiro a través de los dientes apretados, dejándose caer en el suelo.

¿Me gusta el verano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora