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Alejandro

–Tío, –me dice Adrián, mientras limpia los manillares de la moto. –no creo que sea buena idea hacer esto.

–¿No entiendes que me da igual que no sea buena idea? –Digo bostezando.

Me aburren tanto sus indicaciones.

–Llevas un año sin montar. –Tira el pañuelo al suelo. –Además, hace pocos días que –le corto, no hace falta que acabe.

–Lo voy a hacer. –Veo como pone los ojos en blanco. –Te guste o no.

–Eres tan cabezota. –Dice derrotado.

Se agacha para comprobar que las ruedas están correctas y yo me pongo de pie para ir afuera.

–¿A dónde vas ahora? –Me pregunta casi suplicando paciencia.

Le enseño la caja de tabaco y pone cara de asco. Salgo antes de que me regañe.

Me apoyo en la pared y me pongo las gafas de sol. Miro el circuito pensando en la velocidad que será mejor.

El recorrido no es muy complicado, varias subidas con bajadas y unas cuantas curvas. Me preocupa una en especial, pero si al llegar freno la sacaré sin problema.

Hace mucho que no venía a una carrera, no me acordaba de lo que me encantaba esto.

La gente se amontona en grupos. Beben y bailan esperando el comienzo del espectáculo. Conozco a muchos de ellos, la gente siempre es la misma, por lo que acabas conociéndola por unas maneras u otras.

Desvío la mirada hacia un grupo de gente que discute, seguro que es por algún problema de las apuestas. Antes solía ganar bastante dinero con esto, la gente apostaba gran cantidad por mí. Ahora no creo que lo hagan.

–¿Se puede saber qué haces fumando? –Me encojo de hombros, no me apetece dar explicaciones. –¡No me ignores! –¿Quién trajo a esta mosquita pesada?

–Déjale, que haga lo que quiera, –dice Adrián, que ha debido de acabar la revisión de la moto –de todas maneras hará lo que quiera.

–¿Y no le puedes decir que es malo? –Le pregunta María a Adrián, como si yo no estuviera aquí.

–Ya se lo dije –dice Adrián poniéndose las gafas de sol.

–¿Qué haces fumando? –¿Todo el mundo me va a preguntar o que?

–¡Eso digo yo! –Contesta María a su novio Pedro.

–Tío, ya sabes que si –Me canso de oír sus quejas y me alejo de ellos.

Todavía no entiendo porque Adrián tuvo que avisar a todos de que corría. Cuando se lo dije no pensé que se lo diría a todos.

–¿Nervioso? –Giro mi vista hacia la voz haciendo que frene.

–No.

–Vaya, yo me pondría muy nerviosa. –Noto su nerviosismo y me obligo a mi mismo ser majo.

–Yo no.

Menos mal que querías ser majo.

–¿Es la primera vez que corres? –Porque tiene tantas ganas de hablar.

–No.

–Nunca te había visto por aquí. –Mis ojos van directos a sus labios, que se los está mordiendo coquetamente.

–Ya, hacía mucho que no venía. –Hace una mueca de sorpresa.

–Me llamo Natacha, –me tiende su mano. –pero puedes llamarme Nat. –No gracias.

¿Me gusta el verano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora