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Alejandro

–¿Estás seguro que no quieres venir? Es importante para Nat. –Como sigan insistiendo no voy a poder controlar mis ganas de ir.

Llevan una media hora intentando convencerme. Han venido a buscar a mi hermano para ir todos juntos al juicio, pero yo no lo haré.

Me muero de ganas de verla. Me encantaría estar allí para apoyarle, pero sé que no le haría mucha gracia. Y lo que menos me apetece sería incomodar.

–No iré. –Me cruzo de brazos y entro en la casa, no quiero seguir escuchándolos.

–¡Si se está muriendo de ganas! –Escucho protestar a María.

Me encierro en mi habitación gran parte de la tarde.

¿Estará todo bien?

¿Le habrán dado la custodia a sus padres?

Dejo la foto con la que llevo toda la tarde en la mano y me pongo mi chándal.

Necesito dejar de pensar en ella.

¿Es lo que ella quiere no?

–¿A dónde vas? –pregunta mi tía, que está empaquetando las cosas de mi madre.

Me dijo que si le quería ayudar, pero no soy capaz. Cada cosa que me recuerda a ella me duele.

Puede incluso que hasta irnos de aquí no esté tan mal.

–A dar una vuelta en la moto. –le escucho protestar, pero no le hago caso.

Ella es tan parecida a mi madre que hasta la odio por eso. ¿Cómo quieren que supere algo si la veo todos los días reflejada en ella?

–¡Ten cuidado!

Bajo al garaje y la arranco. Necesito sentir esa adrenalina correr por mis venas.

Al llegar veo como ya han llegado los chicos, parecen desconcertados. Están todos en el salón, me quedo detrás de la pared, para ver que dicen.

–Nunca me dí cuenta de lo mal que lo pasaba. –dice María con culpabilidad.

–¿Tu lo sabías? –le pregunta Pedro a Mark. El asiente.

–Más o menos, ella nunca me lo dijo. Me lo explicó Vic, pero ni a ella se lo había podido contar como lo ha hecho hoy.

–Ha sido muy fuerte. –Dice ahora mi hermano.

–Como alguien puede ser tan asqueroso para hacerle eso a mi niña. –Dice Alberto, que está entre enfadado y triste.

–Es muy duro. Si Alejandro se enterara de todo esto... –dice Adrián.

–Tienes razón, porque como se entere de lo que le han –María no acaba de decir lo que iba a decir porque entra mi tía.

¡De que no me puedo enterar!

¡Qué ha pasado!

–Tomen, les preparé un bizcocho y unos chocolates. –dice mi tía, llevando una bandeja con ella. –¡Alejandro! ¡Qué susto! ¿Qué haces ahí?

–Nada, acabo de llegar. –Todos se miran entre ellos.

–¿No vas a preguntar? –No lo hagas, es mejor así.

–No. –Me doy media vuelta y me voy, seguro que de lo que hablaban no era para tanto.

¿Y sí sí?

¿Y si no?

Subo a mi cuarto y me dejo caer en la cama. Me acerco a un cajón y saco el móvil, desde la última llamada que hice, no lo he vuelto a usar. Me voy a llamadas recientes y dudo en si hacerlo o no.

¿Me gusta el verano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora