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Alejandro

–¡Me voy! –Grita mi hermano desde la puerta de la casa.

Ha quedado con Natalia, para hablar y pasar el rato. Las diez veces que me ha pedido que vaya, las diez que he rechazado.

Ahora, sé, que estaré todo el día con ella en mi cabeza, y es lo que quiero evitar. Por eso, no se me ha ocurrido mejor plan que llamar a Natacha.

Le diré que mi móvil se había roto y que no la había podido llamar, pero que estaba deseando hacerlo.

Un par de mentiras no hacen daño a nadie.

–Niño, tu tía y yo nos vamos. –Entra en mi habitación sin llamar. ¿Hay alguna cosa que me moleste más? –Cuida de los gatos. –Estaba loco si creía que iba a cuidarlos.

–¿A dónde vais? –pregunto curioso.

–A terapia de pareja. –Me quedo sorprendido. –No me mires así, no pasa nada entre nosotros. Solo queremos reforzar la relación para que nuestros gatos no sufran o, para no acabar como tus padres. –Cierro los puños para contener mi ira y aprieto la mandíbula.

Le odio.

–Pues ten cuidado no me vaya a dar por cocinar gato a la brasa. –Cierra la puerta de un golpe, que manía.

No pensaba hacerlo, solo con pensar en tocar a esos bichos ya me entra asco.

Saco el papelito doblado a la mitad de los pantalones y lo desdoblo. Marco su número impaciente, necesito no pensar en ella.

Vaya sustituta barata te has pillado.

Calla.

–¿Hola?

–Hola, ¿Natacha?

–Si, ¿quién eres?

–Alejandro, no sé si me recuerdas.

–¡Ah sí! El mejor motorista. ¿Cómo es que tengo este placer?

–No te pude llamar porque rompí el móvil y no me lo arreglaron hasta ahora.

–No suena muy creíble. –le ignoro.

–Te llamaba para ver si querías quedar. –Silencio, pienso que me ha colgado, pero suena su voz.

–Me gusta como suena esa quedada. –Me pierdo. ¿A qué suena? Yo solo quiero quedar para pasar el rato.

–Umm, ¿eso es un sí? –escucho una risa y un sí al otro lado de la línea.

Me vuelve a dar su dirección y le prometo que en una hora estaré allí. Hemos decidido quedar primero en un sitio público.

Podría aprovechar la casa sola y traerla aquí, pero me parece peligroso. Esta chica no se anda con rodeos.

Me pongo mi chaqueta de cuero junto con mis botas y bajo a la cocina a por algo de comer.

Allí me encuentro a un gato, maldita sea.

Me alejo de él lo más que puedo, le rodeo hasta llegar a la nevera. Al abrirla, un olor repugnante me nubla la vista.

–¿Qué mierdas es esto?

Levanto un trapo y veo una especie de mejunje color verde, huele como a pescado. Me tapo la nariz y miro si hay algo decente para comer, no encuentro nada y cierro.

Al darme la vuelta para buscar en unos de los cajones me encuentro a los tres gatos mirándome muy cerca.

–¡Ahhhhh!

¿Me gusta el verano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora