Las últimas luces del crepúsculo dieron paso a la noche. Un silencioso manto de luto envolvía cada rincón del mundo aesir y en los límites de la ciudad, los habitantes de Asgard permanecían reunidos para honrar a los fallecidos y guiar sus almas al Valhalla.
En la sala de curas de palacio, Loki era incapaz de apartar su mirada del rostro sereno y profundamente dormido de Alexandra. Las sanadoras por orden del dios de las mentiras habían bañado el cuerpo de la joven, desinfectado sus heridas y untado con ungüentos sanadores cada moretón. Luego la magia de sanación había hecho el resto con sus heridas internas, y aunque se estaba curando más rápido de lo que se esperaría de un cuerpo mortal, Alexandra no despertaba.
—Llévala con las sanadoras, rápido. —Había dicho Frigga cuando el azabache de rodillas junto a la joven se encontró a sí mismo paralizado. Incapaz de afrontar la pregunta, que acompañaba al nudo en su garganta.
El recuerdo de la imagen de ella tirada en el suelo, los moretones por todo el rostro, sus nudillos ensangrentados, la fea herida en un costado de la cabeza y esas horribles marcas en la garganta por el intento de Malekin de romper su cuello aún le hacían saborear el miedo, el acelerado latir de su corazón martillando en sus oídos.
Loki se removió inquieto. La silla donde había permanecido las últimas seis horas crujió en respuesta. No había querido apartarse de su lado ni un solo momento.
—Príncipe Loki, ¿Desea algo más antes de retirarme? —Comentó la última sanadora del lugar acercándose. -Si quiere puedo llamar a alguien para que la vigile por usted. Aunque no creemos que vaya a despertar pronto. Sufrió contusiones muy graves.
—Despertara. —Aseguró Loki frunciendo el ceño y alzando el rostro para ver a la mujer. No fue una sorpresa para él cuando noto, que no le miraba a los ojos. Su cabeza permanecía agachada como si mirarle fuera peligroso. Le temía igual que el resto del pueblo asgardiano. -Puedes irte.
Hizo un gesto con la mano y volvió a centrar sus orbes en Alexandra.
—Una última cosa, príncipe. —Susurró la asgardiana ligeramente temerosa de poder enfadarlo. La servidumbre conocía cada rumor, cada historia que se contaba de Loki y fuera verdad o no lo que decían de él, habían aprendido que era mejor evitarlo y sobre todo no enfadarle. —La marca en la espalda de la midgardiana. Reconozco la runa, pero nunca la había visto emplearse de ese modo o en un cuerpo mort...
—He dicho que puedes irte. —La interrumpió. La voz del dios fue gélida, un avisó silencioso. No quería que nadie se inmiscuyera en los misterios de su mortal. -Obedece, sanadora.
La mujer tragó en seco y bajó aún más la mirada.
—Si, príncipe Loki.
Cuando la sanadora desapareció cerrando la puerta de la sala detrás de ella, Loki se agarró el puente de la nariz y resopló enfadado. Estaba acostumbrado al trato que el pueblo aesir le daba, pero eso no lo volvía menos irritante. Había pasado toda su vida con el apodo del hijo siniestro de Odín, el dios al que era mejor evitar y temer. Se había levantado una mañana en plena adolescencia y empezó a notar que nadie lo miraba a los ojos, nadie osaba contradecirle ni permanecían mucho tiempo en una sala si él estaba allí. Cuando quiso darse cuenta, todo el reino se sentía incómodo y temeroso en su presencia. Se tragó su decepción. Escondió esa herida que sangraba en su interior cada vez, que observaba como Thor era amado por el pueblo y aprendió a vivir con ello. Si no le querían, daría motivos para que le respetaran a través del miedo.
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The God of Stories •|Loki Laufeyson|•
Fanfiction❝𝐒𝐮 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐞́𝐥 𝐥𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐢𝐚 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐚❞ | Tras debilitarse el hechizo, que Odín impuso a Loki al desterrarlo a Midgard. El dios de las mentiras resurje en el centro de Londres dando se cuenta de que ha vivido como un simple h...