96

1.1K 105 12
                                    

Me removí en la cama al sentir que mis pechos dolían, miré a mi costado y suspiré al darme cuenta que Christopher no estaba. Me senté en la cama lentamente y prendí el velador que estaba en la mesita de noche.

Al ver mis pechos noté que estos estaban húmedos. El doctor me había dicho algo sobre esto pero en verdad no le había prestado atención, me daban puntadas de vez en cuando y maldije al ver que no estaba en mi cuarto y no tenía las cosas que necesitaba.

Me puse de pie y caminé hacia la salida de la habitación, caminé lentamente por el pasillo mientras me hacía unos pequeños masajes en cada uno de mis pechos.

Abro lentamente la puerta y asomo mi cabeza, Christopher estaba sentado en su escritorio haciendo algo seguramente de la empresa. Entro sin mirarlo y voy directo al ropero para buscar un pijama limpio.

Con una mano busco la pijama y con otra me hago masajes en mis pechos. Dolían, o más bien, molestaba. Me sentía rara y trataba de respirar bien para que Vélez no sospechara.

— Ah— suspiro y agarro mi pijama, cuando me doy la vuelta suelto la pijama del susto al ver como Christopher estaba frente a mi, mirándome serio.

— Sabía que era mala idea dejarte dormir allí— habló sin mirarme, acerca sus manos a mi pecho y comienza a masajearlo. Hago una mueca de dolor al sentir sus manos frías sobre la tela húmeda.

— No es necesario, puedo sola— me separo de él y me agacho lentamente para agarrar mi pijama.

— No seas infantil, ven aquí— agarra mi muñeca y me acerca a su pecho, haciéndome suspirar al sentir otra vez el dolor en el pecho—. ¿Hace cuánto te comenzó a doler?

— No lo sé...— ni siquiera había visto la hora, de seguro eran como las 3 o 4 de la madrugada.

— Acuéstate en la cama...

Me acerco a la cama y le hago caso, quedando boca arriba. Christopher se pone de rodillas sobre la cama, agarra el borde de mi vestido gris y comienza a levantarlo.

— ¿Qué..haces?— pongo mis manos sobre las suyas.

— Se lo que hago— habla sin mirarme, retiró mis manos lentamente para luego sacarme el vestido de forma sutil, acercarse a mis pechos y quitar mi sostén.

Pasa su mano por mi vientre hinchado, llegando a mis pechos, toca uno con su mano y al otro le da un suave apretón, haciéndome gemir por la satisfacción, podría decir que sus masajes eran los mejores.

— Puedo sola.

— Se que si, pero quiero hacerlo.

Yo no digo nada, Christopher se pone a horcajadas de mi, acaricia con sus manos mi vientre para otra vez subir a mi pecho y masajear de una forma sutil pero fuerte a la vez, observo sus manos y luego levanto la vista para llevarme la sorpresa de que él ya me está mirando.

— ¿Mejor?— afirmo con la cabeza y él ladra su cabeza—. ¿Que pasa?

— Nada— desvío mi mirada y escucho la pequeña risita de Christopher.

Siento como se agacha un poco, su colonia me marea y siento su respiración cerca de mi rostro. Me pongo nerviosa. Si, nerviosa.

— ¿Aún sigues molesta?

— No— murmuro, Christopher besa mi mejilla y baja su rostro a mi cuello para darle unos besos, sus manos apretan mis pechos y yo jadeo por inercia.

— No sigas molesta, fue una estúpida pelea, _____ no puedo estar molesto contigo. No puedo dormir pensando que pasas frío o que te siguen doliendo los pechos...

— Puedo aguantar el dolor, solo venía a buscar ropa limpia.

Christopher seguía besando mi cuello mientras tocaba mis senos, sentía un calor en mi que hacía desaparecer un poco el dolor. Oler la colonia de Christopher, sentir sus manos y besos en mi hacían que cualquier dolor se vaya, queme sintiera bien y segura.

— Te amo— susurró y separó su rostro para mirarme a los ojos—. Te amo, y me odiaria si algo te pasa, odio ver tus caritas feas cada vez que te duele algo...no discutamos más, ¿Okay?

— Pero tú empiezas, mando— bromeo y él deja un pequeño beso en mis labios.

— Está bien, está bien, pero vas a tener que empezar a hacer las cosas, ¿Si?

— Las hago pero despacio, no puedo seguir tu ritmo.

— Lo se, pero me es inevitable el no mandar o hacer las cosas rápidas...

— Tenme un poco de paciencia, ¿Si?

— Está bien.

Y así arreglamos otra discusión.

Los besos obviamente no faltaron esa noche.

Papá soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora