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Cierta habitación que poseía un montón de pósters de superhéroes junto con pocos estantes de figuras coleccionables y un mueble con varios libros, cómics y mangas estaba siendo invadida por risas agradables de dos individuos quienes comían algo de pizza y bebían cervezas de un six pack que habían comprado y una botella de vodka de color azul junto con refrescos.

Aunque no lo demostraran, la verdad es que cierto chico rizado peliverde de lindas pecas se llevaba más que bien con su amigo desde la cuna el cual era el rubio cenizo, es más, se podía decir que conocían más del otro que ellos mismos y eso daba mucho que decir.

La verdad es que ambos eran muy unidos desde pequeños ya que siempre vivieron muy cerca uno del otro, y también estaba el hecho de que sus madres se conocían desde la universidad por lo que habían sido criados casi como hermanos.

Sin embargo, se distanciaron cuando ambos entraron a la secundaria ya que no se encontraban en el mismo salón como años anteriores y el rubio cenizo hizo amigos mucho más rápido que el ojiverde; además también existían los chismes que se esparcían rápidamente, donde en el último año de secundaria se murmuraba por los pasillos acerca de la orientación sexual del ojirubí después de supuestamente haber sido descubierto besándose con un chico de segundo —cosa que nunca pasó— y también los murmullos decían que aquel quien los había descubierto había sido nada más y nada menos que su amigo de la infancia —nuevamente mentira—. Así que lo único que salió de eso fue que el de mechones rubios detestara al pecoso por ser tan metiche y chismoso con cosas que no le importaban, logrando separarlos aún más de lo que ya estaban.

Afortunadamente cuando entraron a la preparatoria lograron hacer las pases después de que en una fiesta a la que habían sido invitados les preguntaran el porqué ya no se hablaban sacando a la luz todos los chismes que habían surgido en su anterior escuela, dándose cuenta de que ninguno de los dos había hecho lo que decían las voces de los demás.

A partir de ese día se volvieron a hablar como si el tiempo no hubiese pasado, confiando mutuamente en el otro a pesar de que no se consideraban mejores amigos como tal —al menos no por parte del ojirubí—, aunque tenía que admitir que había ocasiones en las que confiaba mucho más en el peliverde que en su mejor amigo pelirrojo.

Y esta era una de esas ocasiones.

—Sabía que Sero era algo torpe pero no tanto. —rió aún más el pecoso.

—¿Qué te puedo decir? Es un idiota, realmente no entiendo como es que pudo confundir los nombres de las chicas con las que hablaba en esta app; ya sabrás cómo terminó sus citas.

—Estoy seguro que de maravilla. —dijo sarcástico mientras se servía algo de vodka. —¿Quieres? —le ofreció la bebida azul a su amigo.

—No, gracias.

—¿En serio? —se sorprendió ante la respuesta ya que Kacchan siempre era quien pedía por más alcohol en reuniones tranquilas como esa, y si lo estaba negando es porque algo le pasaba. —Algo tienes... ¿qué piensas? —ladeó su cabeza.

—Nada. —tensó su mandíbula.

—No nací ayer, Kacchan. —se acomodó mejor en su silla roja con ruedas. —Me dijiste que querías hablar conmigo, ¿qué pasó?

Ese tono de voz parecía sonar a que Midoriya estaba siendo bastante serio respecto a los pensamientos de su amigo, cosa que este mismo había notado aunque aún no sabía el cómo decirle ese asunto al peliverde sin incomodarlo.

—Es acerca de Shoto. —habló.

—¿Es algo malo? —preguntó con preocupación.

—No, para nada, todo va bastante bien con él de hecho.

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