3 | DEFINICIONES

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—¿De verdad no fue una confesión?

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—¿De verdad no fue una confesión?

—¿Puedes terminar de pintar? Mi brazo se ha cansado.

—Espera, cinco minutos y ya.

Realiza trazos, supongo que son la sombra del dibujo que está haciendo. De vez en cuando me mira por encima del rectangular lienzo que tiene frente a ella, me ofrecí a ayudarle con su actividad porque necesitaba huir de Aiden, ahora me arrepiento ya que es más cansado de lo que imaginé. Voy a ser sincero, ese día estuve emocionado. Creo que sus palabras fueron lo que esperé por tanto tiempo, no quiero decir que haya sido obligado a hacerlo, yo también pude intentarlo pero la negatividad me ganó. Lo que sucedió, con esa mezcla de sentimientos inesperados, esas palabras que bien recuerdo, las luces dándonos al rostro, la música de fondo. Aquello fue la principal razón por la que hubo una barrera entre ambos, me niego a creer que volverá a ocurrir, somos adolescentes que están al tanto de sus emociones y no volveremos a precipitarnos. Tampoco espero que nuestra confianza aumente, ser amigos desde cero implica eso, desde cero. Olvidar lo que estuvo ahí y conocer nuestra nueva faceta.

Conocí a Aiden hace varios años, creo que aún éramos niños peleando por hojas de colores en actividades escolares. Cada año nos tocaba un nuevo profesor y, en ocasiones, yo iba en un salón distinto al suyo. Siempre he sido el tipo de compañero que habla cuando le hablan, que no sabe involucrarse en grupos pero con él fue fácil. Cuando nos tocaba compartir año, siempre lo veía usar el pupitre junto a la ventana y a mi también me gustaba, entonces nuestros lugares estaban juntos. Comenzamos a hablar con más frecuencia la vez que lo escuché rechazar una invitación para pasar rato en la cancha y más tarde lo encontré en la biblioteca, lugar donde casi nunca piso pero ese día necesitaba un libro.

Yo le pregunté qué hacía ahí, y él cerró el libro para mostrarme la portada. Como siempre se mostraba un niño relajado, me dio la impresión de que lo estaba fastidiando porque su frente no paraba de arrugarse, mejor sonreí para irme.

—¿Hoy irás a la biblioteca?

Era lo que siempre me preguntaba minutos antes del descanso, yo negaba y luego comenzaba a explicarme de un libro especial para él, que debería echarle un vistazo, discretamente me pedía ir con él. Siempre fue insistente, no me sorprendía cuando el resto de mis compañeros preguntaban porqué conmigo era así y a ellos apenas les saludaba. Para mi fue rarísimo porque solo le hablé una vez y pensé que me odiaba. Mi madre dijo que los niños no siempre necesitan preguntar sobre tu día para comenzar a hablarte, un día les nace y lo mejor es responder ya que les cuesta por creer que serán rechazados. Y sí, memoricé las palabras de mamá hasta que yo le dije:

—¿Hoy irás a la biblioteca?

Para luego sentir que me contagiaba su alegría.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora