20 | PRESENTIMIENTO

60 7 3
                                    

Las conversaciones con mi madre suelen ser más profundas de noche, en la cena, con los platos sucios a un lado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las conversaciones con mi madre suelen ser más profundas de noche, en la cena, con los platos sucios a un lado. Casi siempre es de mi, de su día, de ella como tal y jamás de Erick, que se le ocurrió aparecer después de sus “vacaciones” en su otro hogar.

Ahora mismo el ambiente es incómodo, demasiado, ni siquiera me siento a gusto de respirar en mi propia casa, es pesado convivir con él. Esto no quiere decir que nuestros términos sean terribles, pero tampoco que no lo vea como un desconocido, sus únicas enseñanzas fueron las que me gritaba en el comedor tratando de explicarme cualquier tema de matemáticas en primaria y hasta eso es un infierno. El ruido que nos acompaña es el de cucharas y tenedores golpeando los platos, vasos traqueteando en la madera tras ser utilizados, gritos de los vecinos y uno que otro maullido.

Es horrible.

—¿Cómo van los estudios? —inquiere despreocupado, ignorando la tensión y que no he levantado la vista de mi plato.

—Bien.

—¿Qué tan bien?

—Excelente.

Separa una cucharada de arroz para llevarla a su boca, mastica, traga, bebe agua. Es como ver a un tipo que se invita a tu casa por cuenta propia, no puedes creer que así de ignorante y cínico es, pero lo es.

—Ya no he tenido llamados de tu curso en idiomas —suelta y me tenso—, ¿aprendiste por tu cuenta?

Miro a mamá en busca de ayuda, ella niega mientras expande una sonrisa, haciendo mi cerebro trabajar para buscar un pretexto. Dejé ese curso hace tiempo, para empezar, olvidé que lo tenía. El obsesionado en escucharme hablar diez idiomas distintos fue él, no yo, y eso ocurrió porque reprobé un examen de inglés al que ni siquiera presenté por estar enfermo. Todo un exagerado.

—Entró a un club en su preparatoria. —Mi madre se encarga de no dejarme solo—. Ha trabajado arduamente, tuvo varias presentaciones y yo le permití dejar el curso, no había tiempo para eso.

—¿Pero si tiene tiempo para jugar en un club?

—No está jugando, podría prepararlo para ser un profesor de teatro.

Erick deja de comer, lo último en hacer es dar un sorbo y procede a examinarme. Está claro que no le agrada lo escuchado, pero yo no lo dije, mínimo tendría que darse cuenta del porqué.

—Odias ser el centro de atención —expone con amargura—, ¿y ahora resulta que tienes teatro?

Lo odiaba y era tu culpa.

Quiero decirlo, no, mejor lo evito, ya hay demasiada tensión.

—Nunca lo hice.

—Ay, Aris, ¿en serio vas a decir eso? Te conozco, lo quieras o no, creciste conmigo.

—Eso no hace que sepas todo de mi, solo sabes lo que te hice creer que formaba parte de mi.

—¿Y hasta ahora vas a decir eso?

Sabía que iba a estar potente porque mi madre intervino, dejándome con el reclamo en la boca.

—Lo que hace es precioso, que tú pienses que será un fracaso como lo fue en tu vida, es tu problema. No te reflejes en él.

Mis ojos se abren en grande, tomando sus palabras como un rompecabezas que no mente no termina de completar, incluso la miro con intriga, moviendo mis cejas hacia arriba para pedirle que mencione todo pero ella no lo hace. Más bien, parece que se arrepiente de haberlo hecho.

—Yo creo que deberías estar más atento a tus calificaciones. —Erick habla de pronto con un tema distinto—. No es posible que sea tu último año y sigas atrasado, de nada te sirve juntarte con gente inteligente si no te contagian su aprendizaje.

Paso saliva por mi garganta. Ya se estaba tardando en reprochar algo y reclamar sobre lo que nunca se ha interesado. No respondo, en su lugar, observo mi plato y repito cada alimento que hay en él, como si fuese a olvidarlo. Necesito distraerme. Fingir que escucho es mi solución, pero también me harta que sus palabras hagan eco hasta lo más profundo de mi cerebro, es mejor tener la mente ocupada en otras cosas. Además, no me afecta por completo, eso es lo que dice él porque no ha visto mi aumento de notas, él debería estar más atento.

—Termina tu cena —me dice mamá, mirándome con una amable sonrisa. Ella también sabe de aquel método, ignorarlo siempre está bien.

Asiento en silencio y remuevo las verduras con un tenedor, mis ojos no enfocan otra cosa que no sea mi alimento, están atados a ello. Tras minutos de silencio, sin nada más que los ladridos de las casas vecinas, Erick al fin se levanta y lleva lo usado al fregadero.

—Debo irme, descansen.

No se despide con un beso, abrazo o un simple apretón de hombros como lo haría una persona normal. Y es porque él es anormal. En vez de eso, entra a sala, toma sus llaves y se va, sin más. Siento que vuelvo a respirar mientras que a lo lejos suena el motor de su coche, verlo irse es un placer del que me alimento día con día. Mamá ríe ante mi reacción y se sienta a mi lado.

—Llegó amargado, déjalo, de todas formas está más allá que acá. Una hora de coraje y le da un infarto.

Me rio abiertamente, sabiendo que no soy juzgado con ella y porque me encanta cuando dice cosas así, es como si compartiéramos la misma manera de detestarlo. Mucho antes de que ella se levantara, dispuesta a lavar lo poco que usamos, me encargo de tomar el resto de lo que queda en la mesa y enjabonarlos. Claro que me mira con una rareza inexplicable, juzgando mi ayuda-nada-inocente de modo que apoya la cadera en la orilla de su estufa y con los brazos cruzados me vigila.

—¿Cometiste un delito del que no me enteré?

—Para nada, estoy en mi faceta de buen hijo y buen amigo —añado exagerando mi amabilidad.

—¿Entonces te detectaste una enfermedad terminal con ayuda del navegador?

—Mamá, ¿por qué eres así conmigo? —Pongo una mano en mi pecho para más dramatismo—. Apenas dijiste que Erick se iba de un infarto, ¿ahora quieres que ocurra lo mismo conmigo?

—Claro que no, pero admite que tienes un pedido.

Abro el grifo, el agua tibia cae a mis manos junto a los vasos, el chorro es tan mínimo que me servirá para terminar cuando me haya enterado de todo así que guardo mi cero capacidad de mentir y lo admito.

—Quiero confirmar que no heredé mi gusto hacia el teatro por Erick, aunque sea mi papá, se siente horrible. —Finjo llorar a lo que ella se carcajea.

—Eres inteligente para esos detalles.

—Mamá, dilo de una vez, no me tortures.

—¿Y qué si lo fuera? Tú lo disfrutas más.

Automáticamente invento tener arcadas, usando esas habilidades desarrolladas de actor, lo suficiente para convencerla de lo mucho que me decepciona la teoría y ni siquiera termino de lavar ya que me siento en la mesa con mi mano en la frente, actuando un desmayo.

—Eres un exagerado —pronuncia con diversión.

—No lo soy, me parezco a él en algo y es la peor ofensa que me ha dado la vida.

Aumenta su risa, mirándome sobre su hombro mientras sacude la cabeza y se acerca al lavabo para continuar lo que dejé, ignorando mi falsa muerte.

—Tu padre es una persona sociable, deberías saberlo por la cantidad de contactos y conocidos que tiene. La mayoría son de amistades que desarrolló en su carrera, lamentablemente jamás estuvo en la cima y con el tiempo le perdió interés. —Me echa una ojeada—. Sus oportunidades de crecer nunca existieron, siempre fue muy tosco y nada dramático como lo pedían, por eso tiene sus ojos en ti, porque no podrá consolar tu decepción si deseas dedicarte a ello.

—Si papá es tan conocido, ¿por qué no usó sus recursos para mejorar?

—¿Eso es lo que harías tú?

—¡Pues sí, mamá! O sea, ¿qué persona pierde oportunidad cuando puede usarlo para su beneficio? —Inevitablemente pienso en Aiden—. Siempre se necesitará escalar un muro alto y tener guardado una trampa es lo justo, ¿no?

Ha terminado por lo que seca sus manos con una toalla, se aproxima para tomar asiento frente a mi, pero antes me da un beso en la frente y sonríe.

—Eso es lo que te diferencia de tu padre, Aris, que tú buscas soluciones y no te permites estar estancado. Él, por su cuenta, decidió no esforzarse y tirarlo a la basura, y tú no eres él, tú podrás con todo lo que te propongas.

Y, justo así, es como siempre termino siendo un bebé llorón.

No es por la noche, la melancolía que esto provoca, ni porque traiga consigo algún recuerdo. No así. Es porque la sinceridad se expande y ya conozco que no se trata de un simple consuelo, es lo que realmente opina, de verdad me ve tan valiente.

Extiendo mis brazos a ella, no tarda en recibirme y llenarme de su cariño, solo así puedo soltar lo que traigo atascado desde la tarde: La ausencia de Aiden, que me escucha atentamente hasta la última palabra y no permite que me ahogue en su indiferencia. Es complicado para ella, sabe las razones del porqué comenzamos esto, está al tanto de que es falso, pero no creo que sea fácil consolar a un tipo que se encariña a velocidad de la luz y que ahora está pidiendo consejos para no sentirse mal.

Es que, bueno, en mi defensa, de verdad pensé que íbamos a mejorar como lo fue las últimas semanas. Se supone que por eso hablamos. Por eso acepté pasar el rato con él, y fue decepcionante porque jamás llegó.

Tal vez no me conozco del todo, por eso no conozco esta rara sensación en mi pecho, ni las ganas de reclamarle hasta quedarme sin aire. Solo sé que se siente triste.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora