18 | THEY DON'T KNOW ABOUT US

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La verdad, no entiendo como le hace esa gente que tiene una familia enorme y saludan a todos

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La verdad, no entiendo como le hace esa gente que tiene una familia enorme y saludan a todos. Sin excepciones. Yo me sentí agotado en las primeras tres personas que Aiden saludó, algunos me los presentó pero juro que olvidé sus nombres. En mi defensa, estaba concentrado para sonreír, no puedo hacer dos cosas a la vez.

Tras aquello, nos sentamos en una banqueta cualquiera. Los trabajadores que pasaban con sus enormes herramientas, nos saludaban e invitaban a probar sus uvas cada tanto. Estas ofertas no aparecen siempre y por supuesto que acepté. Aiden escogía las que iba a comer mientras explicaba el proceso importante de dejarlas crecer.

—Todo este territorio es de mi madre —comenta en medio del silencio—. Primero aprendió a escoger las mejores uvas, después el abuelo le enseñó el proceso del cuidado y transportación, la elaboración y envasado lo aprendió por la abuela y sus hermanas. Suena como un trabajo que dura años, con aprendizaje excesivo y paciencia infinita. ¿Te llama la atención?

—No, de solo escucharlo me quiero rendir.

Él ríe sacudiendo la cabeza.

—Podemos producir vino algún día —dice—. Así tendremos otra cita y este lugar será nuestro.

—Todas tus citas son raras, incluso tus invitaciones. No me sorprendería que un día quieras una cita en la montaña.

—Oh, debí pensar eso.

Ruedo los ojos haciendo que Aiden se carcajee por segunda vez. En un corto silencio, nos centramos en ver al frente, el montón de gente se ven muy pequeños desde la distancia y lo que resalta son las hojas naranjas de los árboles. Viéndolo así, la naturaleza es linda. Al cabo de un rato, regresamos a la mesa de sus abuelos, Aiden me dejó a solas un rato mientras daba su discurso de aniversario y agradecimiento.

Resulta que no solo crean vinos, sino que los venden y están entre las listas de los mejores. Ahora entiendo porqué tienen pinta de millonarios, es porque lo son.

Mis instintos de supervivencia me tenían amarrado a no beber de todas las copas que me ofrecían, yo decía que "necesitaba divertirme" y mi voz interna decía «disfruta la diversión sobrio». Seré imbécil, pero no tanto así que le hice caso.

—Ven, vamos a rifar una vaca —exclama Aiden con los brazos en alto—. ¿Qué número tienes? Diré que digan el tuyo primero y te lo quedas.

Me arrebata el pequeño trozo de cartón del número "921" y lo observo recalculando, ¿para eso era? Yo pensé que se trataba de comida, hice fila para nada.

—No quiero una vaca —le hago saber, enseriado.

—¿Por qué? Será genial, invertirás para vender leche.

—Ese no es el punto, requiere más cuidados que un perro —menciono dando ligeros saltos para quitárselo, la diferencia de altura no ayuda.

—Pero es una vaca —chilla elevando más sus brazos—. Aris, una vaquita.

—¡Que no! ¿Dónde carajos voy a meter una vaca? ¡Mi madre me va a matar!

—¡Mira, el abuelo!

Como el idiota que soy, porque de algo tenía que arruinarlo, giré a la dirección señalada. No me mintió, ahí estaba un señor que saludaba a medio mundo y miraba a nuestra dirección, el problema es que Aiden es inteligente y aprovechó mi distracción para correr, hablar con el tipo del micrófono, señalarme a la distancia y regresar con inmensa alegría.

—La vaca será tuya —alude extendiendo su sonrisa.

—Tienes tres puntos menos porque no respetaste mi opinión, ah, y te harás responsable de la vaca. En mi casa no va a entrar.

Es que no lo puedo creer, ¿hablaban en serio? Podía soportar que me dieran un pollo, un conejo, no sé. ¿Pero una vaca? ¿En serio? Siempre estamos bien, en un ambiente de paz y Aiden lo vuelve tragedia. Cada vez nos alejamos más de Dios.

Por otro lado, ahora puedo contar un story time de cuando fui a mi primer cita y terminamos ganando una vaca de la rifa. Quiero mentir diciendo que mamá estaría encantada, pero la verdad es que no y cualquiera lo sabe. Tiene suficiente con soportarme y su queridísimo yerno pide un animal que mide lo mismo que su casa. Dios, no sé en qué momento fue buena idea seguirlo.

—Dini —saluda en voz alta y ambos giramos a él—. Te olvidaste de que tu abuelo existe.

—No lo olvidé, tengo un novio reclamando por ganar la rifa, ¿puedes convencerlo por mi?

Quiero matarlo. De verdad, no volveré a salir con él.

—¿Él es tu novio? Los conocidos de mi Vicky no hacen otra cosa que hablar de ustedes.

—Nuevamente somos el rumor más hablado —alude con aires de grandeza—. Abuelo, la fama me consume.

Se echan a reír, abrazándose. A los pocos segundos, el señor hace lo mismo conmigo y me da un estrechón de manos.

—Te vi llegar hace una hora —informa a mi dirección—. Supe que tu cara me parecía conocida de las fotos que me enseñó...

En un movimiento brusco, Aiden cubre su boca e impide que siga hablando. O sus secretos son muy sucios o sabe que me voy a perturbar de escucharlos.

—¡No ha dicho nada! —brama forzando una sonrisa y revisa su reloj invisible—. Qué tarde es, ¿no deberíamos iniciar la rifa? —dice palpando repetidas veces la espalda del abuelo.

Frunzo el ceño entrecerrando los ojos, ¿por qué tanto misterio en que terminen lo que van a decir? Punto menos por dejar el chisme incompleto. El abuelo parece captar su "indirecta" porque Aiden le echa miradas de fastidio y desesperación, señalando con la barbilla el otro extremo.

—Hablaremos después, hijo —me dice—. Si no es mucho pedir, quédate al finalizar la feria, te daré vino para que lo lleves a tu casa.

—Pasará la noche aquí. —Aiden contesta por mi—. También le pides a Valeria que ordene los cuartos, reciban bien a su invitado.

—Nuestro invitado es más bienvenido y querido que tú —bromea, ve que Aiden no se ríe y se enseria—. En mi cabeza la broma sonaba divertida. —No contengo una risilla y provoco que Aiden me escudriñe y el abuelo sonría—. Tú si me entendiste. Entonces te espero, disfruta la feria con libertad y si quieren besuquearse vayan al segundo piso de la bodega, está vacío, nadie pasa por ahí.

Contengo la respiración tras escucharlo y aquello acelera mis latidos. Siento la fuerza con la que me bombea y la vergüenza que me llena. Un hormigueo sube a mis mejillas que puedo interpretarlo como un sonrojo y desvío la mirada, de pronto hace calor.

—Abuelo, es hora de la rifa —repite impaciente.

—Sí, sí, la rifa. Nos vemos. —Camina unos pasos y se detiene a vernos por encima de su hombro—. Ah, y recuerden que son muy jóvenes para tener hijos, aunque entre dos no sucede nada pero más vale prevenir. ¡Pásenla bien!

Y se marcha. Si antes tenía calor, ahora estoy en llamas. Exhalo calmando mis nervios, es una broma, nada va en serio, ¿por qué conocer a la familia del otro aumenta la tensión? Y, sobre todo, ¿por qué la familia tiene un fetiche por anunciar cosas tan… privadas? Juego con mis manos, distraído. Que bonitas son las piedras y la tierra. Oh, eso parece ser una hormiga, ¿qué lleva en su diminuta espalda?

—Te sonrojaste —murmura y llevo mis manos a mis mejillas, sintiendo que mi cuerpo hierve.

¿Cómo que no es normal estar caliente después de escuchar comentarios fuera de lugar?

—No es cierto —entro a la defensiva.

—¿Entonces por qué ocultas tus mejillas?

—Vamos a terminar aquí mismo si continúas así, ¿me escuchas?

Se ríe de mi advertencia, está disfrutando toda la vergüenza que me hace pasar. Me toma de la mano y encamina a no sé dónde, solo me dejo llevar porque no conozco y sigo con el miedo a perderme. Apenas logro encontrar a mi mamá en el supermercado sin llorar, no me imagino en medio de un terreno que mide la mitad del mundo.

Al regresar cerca de la bodega, decenas de personas caminan de un lado a otro, con hojas que llenan después de probar el vino. Aiden saluda a los presentes con una sonrisa y alcanza una copa para mi.

—Pensé que no teníamos que involucrar a nuestras familias —reclamo.

—Eso fue antes de que tú lo hicieras.

—¿Entonces por qué tus abuelos parecen tomarlo como si fuera cosa de hace años?

Da un sorbo a su bebida.

—Pruébalo, es delicioso.

Entorno los ojos y este observa a otro lado. Mientras tanto, fuera de ahí, el cielo se ilumina con fuegos artificiales y el sonido retumba a los oídos de todos. Dura unos instantes, tan veloces que Aiden toma mi mano y me guía a las escaleras, subiendo al techo de la bodega, sintiendo el frío acompañándonos. Paramos al centro, observando las luces que encienden unos segundos, explotan, y continúa.

Me acerco a la orilla, ojeando abajo y la enorme área que tienen para ellos. Luego, observo al cielo, con estrellas esparcidas en distintas direcciones. Creo que ya ha terminado y echo un vistazo a Aiden, sin embargo, explotan otro par al mismo tiempo que él pronuncia algo. Mueve sus labios, se dirige a mi, pero no lo escucho.

—¡Habla más fuerte! —pido, a lo que él niega y se acerca—. Repite lo que has dicho.

—No he dicho nada. ¿Te ha gustado?

—Sé que dijiste algo, dímelo.

Expulsa una risa nasal y sube su mano a mi cabeza, sacudiendo mi cabello.

—No dije nada.

Finjo estar molesto solo porque mi curiosidad está presente y me cruzo de brazos, visualizando a otro lado. Poco después siento una tela caliente sobre mis hombros, es su abrigo, y él abrazándome.

—No te muevas porque el alcohol está haciendo su trabajo.

—¿Otra vez? Apenas tomaste una copa.

—Justo por eso.

Doy mi esfuerzo en separar sus manos y llevarnos a otro lado, evitando que suceda lo mismo de la fiesta pero este se niega, aferrándose el doble.

—Prometo no dormir, pero ya deja de moverte.

—No voy a confiar en ti.

—Aris, por favor.

—No.

—Solo esta vez.

Me rindo.

Dejo de zarandearme por el bien de los dos y me suelta, me extraña porque pensé que iba a estar ahí, pegado como garrapata, pero después veo sus manos hurgando en los bolsillos de la prenda que me dio.

—¿Puedo enseñarte algo? —susurra.

Sin esperar mi respuesta, Aiden toma asiento y palpa el espacio a su lado, involuntariamente hago caso a su llamado, sentándome con él. Desliza el pulgar por la pantalla de su móvil a lo que yo muevo mis pies que están flotando.

—¿Quieres escuchar música? —inquiere tras sacar sus audífonos. En estos momentos, lo único que pido es paz y las canciones tienen ese remedio—. Encontré una que me recuerda a ti.

—¿Cuál es?

My favourite clothes.

Sus manos alcanzan mi rostro, acomoda un auricular en mi oreja izquierda y apoya su mentón en mi hombro, abrazándome por detrás. Unos segundos después, la melodía se hizo presente.

Nuestro silencio fue todo, solo simple atención a la letra de la canción. Seré honesto, me gusta. Es un tipo de canción que podría descubrir de la nada y luego volverla mi favorita, reproducirla hasta el borde de la desesperación y amarla por la eternidad. Podía repetirla cuantas veces sean necesarias y sé que mi corazón se mantendría encendido con la misma intensidad. No solo es la letra, el significado o lo que interpreta, es todo, el combo completo hace lo necesario para querer repetirla sin cansancio, analizando cada detalle oculto que expresa.

Algo tienen las canciones que siempre llegan en el momento que más espero. Importa menos el género o quién me la muestre, siempre me hace bien descubrir nuevas letras. Pienso que, es como descubrir un mundo mágico por primera vez y luego no soltarlo porque la realidad te asusta, solo deseas vivir en esa fantasía.

En cuanto termina, abro los ojos aunque no sé en qué momento los cerré, dentro de los audífonos se reproduce la misma melodía que practicó hace años con su violín. Fue una excelente sensación. Me giro un poco a Aiden, él parece estar dormido, pero la forma en que mueve sus dedos sobre mis piernas, simulando estar tocando un instrumento, me hace saber que sigue despierto y dentro de su imaginación.

Viéndolo tan cerca puedo apreciar sus pestañas, son tupidas y largas, con tonalidades frías gracias a la luz de la noche. Las diminutas pecas apenas visibles, quieren esconderse entre la oscuridad, están esparcidas como las estrellas del cielo nocturno. Sus labios hidratados, de un color rosa muy suave destacan con ese perfil escultural que tiene. Si bien, solo estaba centrado en sus pequeños detalles que no percaté el momento que sus ojos se conectaron a los míos. Azules, un azul eléctrico muy brillante, iluminados como si existiese la misma luna dentro de ellos.

Es que, ni siquiera entiendo la razón, pero verlo a detalle, con esa cercanía y bajo aquel silencio me alteró el corazón.

Desde el auricular está presente “they don’t know about us” de mi preciada banda, y estoy tan absorto al más allá que no hago nada cuando Aiden se incorpora, girando su cuerpo hacia a mi, frente a frente. Mi interior arde como el infierno junto a mi estómago que no deja de sentir un remolino de emociones y mi corazón aumenta la rapidez de sus latidos. No lo entiendo, solo estamos en tranquilidad, ¿qué son estas emociones tan raras?

—¿Quieres hablar? —alude muy bajo que apenas puedo leer sus labios y entenderle.

—Silencio, es One direction. No hables frente a los reyes.

Se le escapa una risilla que oculta con el dorso de su mano e imita el movimiento de cerrar un cierre sobre sus labios. Las comisuras de mis labios intentan levantarse, pero me niego mordiendo mi labio inferior.

—Pero en serio, ¿estás bien?

—¿Por qué no lo estaría?

—Por si sientes que esto es mucho para ti.

Ahora sí sonrío.

—Estoy bien con esto.

—¿Y con nosotros?

Una de sus manos acaricia mi cuello, sube despacio, roza mi barbilla y alcanza mis mejillas. Siempre que mis ojos se pierden en sus rasgos, hay una necesidad de mantener este hilo invisible por largo tiempo, igual que un imán. A cada segundo siento que me falta aire, que mi pecho sube y baja muy rápido, que mi corazón intenta salir de su lugar y mi estómago no detiene sus cosquilleos.

Su acercamiento es cada vez más inexplicable, solo él sabe lo que intenta hacer y mi mente ya no trabaja para crear fantasías, como si esperase a ver lo que ocurre. Entonces siento su otra mano subir, acunar mi rostro en ellas y acortar nuestra distancia, mezclando nuestras respiraciones. Sus labios entreabiertos exponen el aroma a uvas y alcohol, su agite está presente, el viento ya no se siente y me permite hablar antes de lo siguiente.

—¿Con nosotros? —repito en un susurro—. También.

Sonríe, sonríe tan lindo que no me contengo y rodeo su cuello con mis brazos. Nuestros cuerpos se unen al igual que nuestros labios y resulta un beso tan profundo e inesperado que, por unos segundos, no respondo. No sé qué piensa él, hasta bajar su mano y sostener mi espalda, como si tratase de pedir una respuesta. Y lo logra, porque no tardo en corresponder a su cariño.

Al principio resulta lento, torpe, casi aburrido si no fuera porque hay risas que se expulsan sin razón aparente, tan solo una reacción a nuestra incompetente habilidad. Quizá sea el alcohol, o quizá no, pero hay una insaciable necesidad de hacer que este momento dure por la eternidad. Y así parecer en el momento que Aiden oprime mi cuerpo al suyo, casi implorando fundirnos hasta hacernos uno, el calor ya es suficiente para hacerme sudar, mi cabeza está comenzando a punzar y un leve mareo que no me permite mantenerme estable por más tiempo.

Es cuando nos separamos, bañados en la insatisfacción pero agradeciendo por el oxígeno. Él mira a mis labios, después a mis ojos y sonríe. Sus pupilas dilatadas son algo que antes no había visto, al menos, no con la misma grandeza y sus labios, rojizos e hinchados, me provocan cierta vergüenza.

—Estamos bien —murmura.

—Estamos bien —repito.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora