2 | SITUACIONES DE UN SHOUJO

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En cuanto el terrible sonido chillón de la alarma llega a mis oídos, me dispongo a tirar la almohada en su dirección y recibo un estruendo que me pone de malhumor

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En cuanto el terrible sonido chillón de la alarma llega a mis oídos, me dispongo a tirar la almohada en su dirección y recibo un estruendo que me pone de malhumor. Es el sonido del diablo, ese que te tienta a ponerte de pie o hacer que la hora corra más rápido que el agua aunque cierres los ojos por un minuto.

Luego de un cambio, ver mis ojeras por estar dando vueltas en la cama sin dormir lo suficiente, ordenar lo poco que puedo a la par que tiro mis útiles a la mochila, alcanzo mi móvil y corro escaleras abajo. En la cocina está mi madre, la casa llena del olor de su comida y mi estómago ruge haciendo que ella note mi presencia. Me sitúo en la silla, dejando a mi lado mi mochila y mientras el plato llega a mi lugar, acomodo las hojas del guion que me entregaron el día anterior. Necesitaba estudiar a fondo lo que íbamos a realizar —en caso de que sí lo hiciera—, y tenía muchas complicaciones. Inicio por decir que no tenemos título, no hay personas que les den vida a mis personajes, los vestuarios están tardando por la exigencia con la que los ordenó la guionista y el sonido de fondo se complica porque Aiden practica a solas y la mayor parte del tiempo; el auditorio está lleno.

—¿Qué tanto te preocupa? —Mamá susurra presionando el centro que separa mis cejas y percato que he estado frunciendo el ceño muy fuerte.

—La obra.

—¿No has dicho que ya pegaron los papeles para el registro?

—¡Eso pasa! —Extiendo mis manos y enderezo la espalda—. ¡Nadie se ha registrado!

Sus cejas se arquean, hace un mohín con la vista perdida al centro de la mesa.

—Tal vez sea porque recién empiezas, debes buscar algo para convencerlos. Júntate con los populares, ellos te resuelven la vida.

—Señora madre, en mi clase no hay ni un popular y los que se juntan con otras aulas, son unos pesados.

—Y tú detestas a los pesados —finaliza y yo asiento fastidiado.

Resuena una carcajada suya mientras toma asiento a mi lado, enreda los espaguetis en su tenedor e indiscretamente lee el contenido de las hojas. Hay uno que otro comentario en nuestro desayuno, preguntas de que no sabemos lo que pasará y que evitemos la negatividad. Las noticias están de fondo, se oye muy bajo gracias a la distancia entre la sala y la cocina, nosotros estamos centrados en modificar mis ideas y ella me ayuda en sus opiniones.

—Tu amiga, Gabby, ¿participa contigo?

—Me ayuda con las ilustraciones, Eli viene a vernos cuando puede.

—¿Y Jazmín?

Ya que no esperaba su pregunta, mantuve la boca abierta unos segundos, luego di un sorbo a mi bebida para ahorrar tiempo y, cabizbajo, pongo todo mi esfuerzo en no sonreír.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora