12 | ENTRE TELAS Y COLORES

132 12 39
                                    

|AIDEN|

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

|AIDEN|

Aris me está evitando.

Es divertido porque no puede ser más obvio, pero él es el único que no lo ha descubierto.

Tiene sus motivos, solo que no termino de acostumbrarme a que esto sea parte de su persona. No me acostumbro a su nuevo ser, quiero que me regrese el coqueteo con algo bastante cuestionable como acostumbra.

Necesito que juegue con mi corazón.

Ha estado huyendo, si intento sentarme a su lado, no tarda en hacer plática a otro compañero y cambiarse de asiento. Esta mañana faltó a clases por una actividad desconocida, y mientras hacíamos caso a los pedidos de Claudia en el salón de artes, ponía distancia de tantos metros como fuese posible. No se salta el trabajo de escabullirse entre los demás al acabar una hora, o de pasar encerrado en no sé donde cuando es el descanso. Mala suerte la suya que hoy debemos ensayar.

—Mira, ¿sabes cuál es el lápiz que mata? —Hace una pausa, observando a su amigo—. Lápiz-tola.

—Es terrible —se queja este—, intenta con otro.

—¿Sabes qué le dice un molusco a otro molusco? Mira como luzco.

Discretamente echo un vistazo a ellos, están unos asientos al frente mientras esperan a la profesora. Gabriela está leyendo supuestos chistes desde su celular, supongo que buscados en internet y Elías, que le acompaña, los califica lamentando su existencia. Son un dúo ideal.

Ya que ellos siguen charlando, me dedico a buscar a nuestro participante estrella viendo a la puerta, salió en búsqueda de algo y no ha regresado. Por el momento estoy leyendo y memorizando las partes que me corresponden, aunque las he estudiado demasiado porque sé cuán importante es para él, puedo sentirme nervioso en ratos.

Al cabo de una corta espera es cuando iniciamos, habernos tomado las cosas en calma dieron el resultado esperado, nada parece ir mal a excepción de que Elías es un poco tosco en sus líneas.

Por más concentrado que parezca, nuestro protagonista no tiene problemas. Lo está haciendo bien. El escenario es lo que menos se puede apreciar porque él está ahí, brilla con todas las lámparas enfocándole, se aprecia que se divierte con lo que hace. Sonríe naturalmente, como casi nunca lo hace. Sus gestos cambian la perspectiva de lo que es. ¿Cómo puede destacar tanto si no está haciendo mucho?

Eso me hace recordar sus palabras, mantener límites así como un perfil bajo. Nada de toda la poesía que soy capaz de leerle o de los cientos de libros románticos que puedo escoger para él. Puedo llegar a explotar con todo el cariño que le tengo guardado y me molesta. Me molesta porque tuve oportunidad de entregarlo, de que lo recibiera e incluso pudo corresponderme pero no. Nada de eso sucedió por lo que pasó, porque me alejé y lo alejé, porque yo inicié a crear muros entre nosotros.

Hay veces en las que no puedo contenerme, en las que quiero acariciar su cabello. Quiero tocar sus manos y sentir si aún se ponen frías con mi tacto. Quiero llegar a escuchar sus latidos y pasar tanto tiempo junto a él… Realmente no lo quiero solo como amigo. Y he llevado esto conmigo por mucho tiempo, porque me intenté convencer de que no pasaba de una confusión, me asusté cuando supe que era más y fue peor atravesar toda esa crisis a solas, ocultándome entre simples paredes y sábanas.

Ahora sé lo que soy, lo que me conforma y lo que quiero. Y, sin dudar, sé que lo quiero a él.

—Aiden.

Cuando sus ojos enfocan los míos, después de tanto tiempo evitándome, sonrío con toda la emoción que abarca en mi pecho. Me emociona que me llame, que su voz pronuncie mi nombre, con cualquier mínimo movimiento suyo estoy dispuesto a caer de principio a fin.

Sería maravilloso si no estuviera aquí, siendo el imán de todas las miradas mientras Gabriela toca mi frente e intenta lo mismo con la suya.

—Está bien —dice.

—¿Te sientes bien? —pregunta Elías.

Y conecto mi atención al mundo, a mi cruda realidad.

Me dispongo a subir al escenario, afirmando que no está pasando nada y tuve un vago recuerdo del pasado. Que mentira, solo quería apreciarlo un poco más.

—¿No podemos tomarnos un descanso? —interrumpe el chico estrella cuando uso mi posición al lado de Jazmín.

—Falta una persona en el escenario, ¿te parece justo descansar cuando no sabes como reemplazarlo? —recrimina la profesora—. No pierdan tiempo, comiencen.

Me siento un poco culpable, él queriendo huir y Xander sin estar presente para darle permiso. Ese chico ha estado faltando constantemente, pasa metido en sus entrenamientos y, lo entiendo, pero no justifico que eso sea suficiente para dejar plantado al resto del elenco.

Cuando estoy de pie, dirigiendo mi conversación hacia Jazmín, no evito mirarlo de soslayo y sonreír cuando percato que él hace lo mismo conmigo. Sigo la naturaleza de mi cuerpo para crear un drama como dice el guion, nuestras palabras pronto son exclamaciones de enfado y acuse sobre los rumores que dicen la sociedad de nosotros. De esa pareja que simulamos ser. Mientras hago esto, sin importar el día o la hora, he pensado en lo muy realista que puede llegar a sentirse. Creo que este miedo y coraje son verdaderos, una forma de expulsar lo que antes no pude, lo que retuve por tanto tiempo y ahora es como una bomba a punto de estallar.

Admiro a Aris por ello, por esa cabecita suya que piensa y piensa, no descansa, crea tanto con tan poco. Parece que viene de su persona, eso nunca cambia y me gusta. Me gusta que sea activo. Me gusta cuando se altera. Me gusta su forma de demostrar concentración. Me gusta el empeño que pone en lo que hace. Me gusta que exprese a los cuatro vientos lo que ama. Me gusta…

Maldición, me gusta él.

¿Y cuándo las hojas hayan caído y los árboles sean de nieve, cuando todo eso pase, me seguirás amando?

—Siempre, ten por seguro que te amaré…

Un chasquido retumbó en la sala. Mis ojos encontraron a Claudia y ella sonrió, sacudiendo la cabeza al negar.

—Responde después de dudar —dijo Aris con toda calma, centrado en leer su hoja.

Si hay un detalle, es que lo hice al propósito. No siempre sucede que veo su faceta de enamorado, aunque sea fingido, tenía que aprovechar.

Lo suyo es actuación, lo mío es real.

—Vamos a retomar la escena justo ahí —nos indica la profesora, después se dirige a Elías—. Te preparas para subir.

Intentaba hacerlo de nuevo ya que lucen de buen humor, mi obstáculo es que, a partir de ese momento, se presentan conflictos a los que no pude sacarle provecho.

Estar triste es poco en comparación a lo que siento.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora