15 | UN: NOSOTROS

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Rezar siempre está bien, incluso si no crees en nada que lo relacione, puedes hacerlo

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Rezar siempre está bien, incluso si no crees en nada que lo relacione, puedes hacerlo. Yo, por ejemplo, rezo antes de cada examen junto a Gabby. Rezo para evitar notas reprobatorias. Rezo cuando están a punto de atropellarme por estar pensando en cómics y rezo cuando Eli acepta uno que no es de su agrado, porque después desprecia a todos los que son similares.

En fin, siempre rezo cuando sé que hay peligro.

Dicho esto, diría que hoy no funcionó ni porque le puse toda la fe del mundo. En esos momentos deseaba que la chica del tarot que encontraba en vídeos hiciera su magia ya que habló sobre una semana espectacular, pero seguramente se confundió de semana.

Voy a empezar con que, tras encontrar a mi madre, Aiden no volvió a pronunciar ni una sola palabra, excepto cuando ella se acercó a saludarle. Hizo de las suyas, como siempre, para responder sin que yo abriera ni un centímetro la boca y sonara convincente. Aunque no dijo mentiras, solo contó en breve lo que sucedió y mamá no paraba de acariciarnos el brazo con una mirada dolida.

Esperó y esperó, una eterna espera que finalizó cuando René abrió la puerta, dejando salir a Iván y su madre, y pedirle a la mía que volviera a esperar dentro.

Poco después, Valeria llegó.

—Mamá —balbucea la pequeña niña, señalando la puerta.

Aiden la toma de la mano antes de que ella dé sus primeros pasos y quiera escaparse, le regala una sonrisa triste y extiende los brazos.

—Paciencia. Hay que esperarla un poco, ¿sí? ¿Quieres hacer algo?

Sacude su cabecita al negar, aceptando ser levantada por él y acomodándose en su regazo cuando la enredan en brazos. Ha pasado un tiempo desde que la vi y sigue siendo muy tranquila, lo contrario a lo que es aquel chico. Es una lástima que hayan tenido un encuentro así, en donde Aiden luce abatido, sin ganas de nada, cuando siempre ha sido el único en poner su lado energético para animarla a jugar y divertirse.

—¿Qué está rondando por tu cabeza? —murmura, y así me doy cuenta que he estado mirando a la pequeña, quien ahora está distraída jugando con la corbata suya.

—Nada.

—¿Quieres cargarla?

—No.

—¿Entonces? Dime lo que quieres, me aseguraré de dártelo.

Quise reclamarle por ello, por aparentar estar bien y preocuparse por mi cuando él la está pasando peor. Pero no, no es justo de mi parte hacerlo.

Lentamente deslizo mi mano por su brazo, implorando que esto no se vea muy raro y que no le asuste, continúo hasta ubicar su palma extendida y me encargo de entrelazar nuestros dedos. Agradezco que no me mire, que siga con su posición de no moverse para evitar un accidente con la niña y mi pose de piedra me cansa la espalda así que suspiro.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora