5 | UN ESPACIO EN CALMA

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Estaba al tanto del camino, pero no de la exactitud en donde nos encontrábamos. Eso incluye que me siento perdido aunque estoy en compañía, y tiene mucho sentido que mi compañía sea él puesto que ha sido el único que nos arrastró fuera. Hemos caminado tantas calles que no recuerdo los nombres, ni siquiera como lucían al cruzarlos, solo sé que es un lugar lindo y fresco. Admiré al menos un congreso de la ciudad, es más grande de lo que mostraba el navegador y los puestos de alimentos aparecían en cada esquina.

Aiden va a mi izquierda, en ratos cruza a la derecha, cambia de lugar cuando puede y porque puede. Vamos en silencio, no es incómodo, la tensión se desvaneció luego de un rato de solo caminar. En mi interior lo agradezco, me siento patético de pensar en el show que hice.

—¿Te gusta el arte? —pregunta de la nada.

Mucho antes de negar, veo una estatua frente a mis ojos. No se trata de que me guste, sino que hay muchos tipos de arte y, sin definición precisa, ¿cómo sabré si habla de la que creo? Para mi, todo va de arte. Lo que hago es arte, las ilustraciones de Gabby son arte, la escritura de Jaz es arte, Eli brillando en la cancha es arte, Aiden con su violín demuestra arte. Todo es arte, entonces, ¿de qué arte habla él?

—Aris. —Sacude un poco mi hombro, cuando me vuelvo a mirarle, sonríe como tonto—. Solo te pregunté para saber si querías entrar, deja de pensar tanto.

—Hay distintas variedades de arte —comento anonadado.

—Lo sé, era suficiente con que dijeras que sí.

Hay un enorme cuadrado al centro, donde encima está clavada la estatua del caballo que carga a un hombre. Ni nulo conocimiento en historia se encarga de trabajar a máxima potencia, poniendo todo su empeño en saber quién es ese sujeto y si alguna vez lo llegué a ver en las fotografías impresas en los libros. Sin embargo, mi conclusión sigue siendo la misma: no tengo ni puta idea de lo que sea.

Alcanzo a leer el rectángulo negro de letras amarillas, el cual contiene información de aquella creación pero Aiden interrumpe para llevarme a los interiores y apenas leo algo como “el caballito”. Ya tendré tiempo para investigarlo, de repente estoy interesado en mi cultura.

—¿A ti te gusta el arte? —susurro una vez que estamos dentro.

Aiden lo piensa un momento a la par que me concentro en detallar el interior. Tardo muchísimo en darme cuenta que estamos en un museo, ¿cómo carajos llegamos aquí? Debí saberlo desde que noté esa enorme construcción, casi hace competencia a los castillos medievales. En mi defensa, no leí absolutamente nada y solo me guiaron cual muñeco de trapo.

—A veces no entiendo, pero me gusta creer que algún día conectare con ellas —contesta de vuelta tras un largo silencio.

—¿Y por qué estamos aquí?

Se encoge de hombros.

—Mis pies nos trajeron aquí.

Le doy un codazo discreto y este ríe bajito, atento a no ser juzgado con la mirada de los visitantes. Sigo con la curiosidad de saber si, tanto en teatros como museos, está prohibido el mínimo ruido. Digo, no es como que estemos en las bibliotecas, es un espacio más público y de libertad. No obstante, tampoco es como que haya mucho tema de conversación cuando se puede estar centrado en lo que se ve y por ellos ambos seguimos en silencio.

Melodía de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora