Capítulo 3. Fútil.

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Hay veces en las que, a pesar de estudiar artes escénicas y tener un edificio propio, debemos desplazarnos por otras facultades del campus. Sobre todo en esas materias en las que uno puede tomar varias perspectivas.

Por ejemplo, técnica vocal. Estuvimos unas semanas en la facultad de medicina recibiendo clases sobre el funcionamiento de la laringe. Y ahora nos toca estar en la escuela politécnica, donde varios profesores de física nos transmitirán información sobre las ondas sonoras.

Digo transmitir porque es el único elemento de la comunicación que se va a cumplir. Al receptor, ósea, yo, no se le dan bien los números.

Son clases obligatorias y tengo que firmar. Sin más.

Por eso traigo trabajo atrasado que tengo. Debo organizar y planificar las clases de baile de la academia para los más pequeños. Y tengo que escribir correos de confirmación para las reservas. Me siento al fondo de la clase y, como estoy tecleando, el profesor piensa que le estoy prestando atención y estoy transcribiendo al pie de la letra todo lo que dice.

Qué ingenuo.

Tenemos una hora de descanso para comer. La mayor parte de mis compañeros viven cerca del campus, así que deciden marcharse a sus respectivos apartamientos. Yo vivo un poco más lejos, porque mi bolsillo no me permite una localización central. También traigo las sobras de la cena de ayer.

Gasto acumulado por el momento: 0€. Todo un logro.

En el comedor disponemos de microondas, así puedo calentar la comida. Consulto el correo por el móvil mientras espero, apoyado en el mueble. Es la hora de comer para muchos estudiantes y se está formando una cola larguísima.

Es incómodo ver como se concentran tantas personas en un sitio tan pequeño, así que decido enfocar toda mi atención en la pantalla, incluso respondiendo mensajes pendientes de hace unas cuantas semanas. Actividad que acostumbra a encontrarse en el último puesto de mi to do list.

Cling.

Genial. Abro el microondas y saco la comida. Comeré fuera. Me estiraré en el césped del campus y tomaré un poco de Sol, que se vienen tiempos fríos.

Es agradable.

El silencio, la brisa, el sabor de la comida cocinada por mi madre... Es un pequeño oasis entre tanto ajetreo.

Pero creo que no he sido el único con la misma idea. Pronto, la sombra de un grupo de personas interrumpe mi siesta. Encima empiezan a hablar de forma MUY ruidosa.

No me hace falta apostar nada.

Son de la facultad de ingeniería. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.

Bueno, supongo que mi descanso ha terminado aquí. A medida que recojo mis cosas los observo de reojo.

Las cervezas están en el centro del círculo que han formado, las mochilas puestas de cualquier forma y encima, comen con la boca abierta. Bueno, algunos no, tampoco voy a generalizar.

¿Cómo puede la gente beberse una cerveza a mitades del día y asistir a clase igual? Hay que ver qué resistencia tienen algunos...

Todo el mundo sabe que empiezas con una cerveza y terminan siendo 5...

Aunque me digo que debería dejar de mirarlos y ser más discreto, no puedo dejar de hacerlo. Tampoco es que conozca a nadie, pero... No sé...

Y bueno.

Como "gafe" es mi segundo apellido, y porque no podía ser de otra forma, doy de lleno con él. Y él también me está observando. De hecho, el reconocimiento es casi inmediato.

Perdiendo los estribosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora