Capítulo 29. Xiao Zhan.

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Los últimos rayos de Sol del día se adentran tímidamente en la habitación mientras descansamos desnudos en la cama. Probablemente se esté fundiendo en el horizonte, inundándolo todo de calor. Las ligeras ondas del pelo de Yibo hacen resucitar, durante unos cuantos minutos más, la luz que entra.

Acabamos de hacer el amor.

Y es fascinante como, con él, el tiempo parece pasar tan despacio. Como si el universo me permitiera saborear cada minuto que paso a su lado. 

Lo abrazo con más fuerza y lo oigo gemir contra mi pecho. Sigue con los ojos cerrados, demasiado agotado como para pronunciar algo coherente. Sensible ante cualquier roce.

Pero mi mente no es capaz de dormir en estos instantes.

Es onírico, no soy capaz de describirlo de otra forma.

"¿No quieres dormir?" pregunta al cabo de un rato, su voz ronca, y mi corazón se deshace en mi pecho.

"Aún no tengo sueño," confieso, lo que hace que él se reincorpore, apoyando sus brazos a cada lado de mi cabeza, y me observe con el ceño fruncido.

Parece que quiere quejarse, pero algo lo distrae.

En realidad, sé muy bien qué es lo que lo distrae.

Porque, tal y como esperaba, acerca su rostro al mío, con una sonrisa de lado, y justo al final, ladea la cabeza para besar mi lunar.

Eso no le basta.

No tarda en hacer uso de sus dientes, mordisqueando la piel allí y arrancándome algún que otro gemido desde lo más profundo de mi pecho.

Deslizo mis brazos por su cintura y lo acerco hacia mí.

"Parece que tú tampoco estás demasiado cansado," intento vocalizar mientras noto cómo cada pizca de lucidez a la que me estaba aferrando se evapora de mi cabeza a la velocidad de la luz.

"Estar cansado cerca de ti sería un crimen," continúa él, ha descendido por mi cuello y, ahora, se dedica a mordisquear mi manzana de adán. "Este tiene que ser mi sitio favorito. Habla, por favor. Cada vez que lo haces, noto tu piel temblar. Tu voz es como diez veces más grave cuando estamos así."

"¿Así cómo?" pregunto mientras hago viajar mis manos por su trasero y lo manoseo generosamente. Yibo emite algo parecido a una mezcla de un gemido y una risa traviesa.

"Así, cerca..." susurra. Vuelve a elevar la cabeza, la sonrisa que esboza me deja sin aire, y sus brillantes ojos están únicamente en mí. Entonces se inclina, y besa rápidamente mis labios. "Siendo uno," continúa besando mi mentón. "Compartiendo lecho," ahora mis párpados. "Cumpliendo con el mandato de Dios," noto la sonrisa en sus labios cuando dice esto último mientras besa mi frente. Aprieto más fuerte sus nalgas, pero no puedo evitar reírme, así que Yibo acaba abandonando su tarea y se apoya en mi frente, separados por nada más que la pizca de sensatez que nos queda, la punta de su nariz rozando la mía, y la risa más genuina del mundo chocando contra mi piel. "Regar la margarita...Sacarle punta al lapicero..." veo cómo su expresión cambia mientras intenta pensar en más eufemismos. "¿Conoces más?"

"Por supuesto," digo. Y, ante la sorpresa en su mirada, me acerco a su oído para susurrarle. "Follar."

Es inmediato, sus caderas empujan contra las mías y mi espalda se arquea ante el placer. Lo oigo reír mientras se vuelve a estirar encima de mí.

"Quiero hacértelo a ti." Es conciso.

Pero la reacción que causa en mi cuerpo es eterna, sobreestimulante, como las olas del mar cuando sube la marea, chocando una y otra vez.

Perdiendo los estribosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora