Capítulo 6. Hogar dulce hogar.

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Soy el pequeño de tres hermanos.

Pero pequeño por mucho. Pequeño al estilo de: ¡Sorpresa! ¡Estás embarazada!

No soy un embarazo indeseado, porque mis padres, de haber podido, habrían tenido tantos hijos como para crear un equipo de futbol.

Con suplencias incluidas.

Pero claro, un factor que hay que considerar es la edad. Y habían asumido que ya estaba, que hasta allí habían llegado. De hecho, cuando mi madre se quedó embarazada de mí, durante los primeros meses en los que no menstruaba, pensó que ya había entrado en la menopausia.

Lo cual es absurdo, porque aún tenía 40 años. Ella realmente creía que era entonces la edad prohibida para tener hijos, por los riesgos y tal.

Hasta que la gente empezó a decirle que últimamente se veía muy guapa y todas esas historias. Cosas que no te dicen cuando entras en la menopausia aparentemente.

En esas ocasiones te llaman malhumorada según ella.

Y mi abuela le dijo esa cosa mística del presentimiento de que iba a concebir una nueva vida.

Al final, decidió hacerse una prueba de embarazo.

Y, en definitiva, allí estaba yo.

Por supuesto que fue un embarazo de riesgo, con todo lo que eso comporta. Hicieron muchísimos controles para asegurarse que estaba bien y que iba a nacer sano y fuerte.

Diecinueve años después, creo que puedo confirmar que soy un chico sano y fuerte. Hasta ahora no he tenido problemas.

Espero que siga así.

Por lo tanto, como soy el más pequeño de la casa, muy a mi pesar, significa que soy el más apachuchable.

Y las reuniones familiares consisten, básicamente, en ser el recibidor principal de besos y abrazos. Empezando por mis hermanos, que me sacan aproximadamente unos 10 años.

Mi hermana, Wang Lian, es neuróloga en el Hospital de Shanghai. Con un solo vistazo puedes notar la gran confianza con la que se porta a sí misma. Su tono de voz es grave y carismático, y aprende a la velocidad de la luz. Es una apasionada con todo lo que hace y, en el fondo, tiene tantos complejos que vive buscando la validación de los demás de forma constante. Por eso intento animarla con cualquier cosa que se propone, y le recuerdo lo increíble que es múltiples veces al día por Whatsapp.

Así, sin más.

Nunca sabe cuando los va a recibir.

Y siempre le alegro el día.

Mi hermano, Wang Shui, es un arquitecto frustrado que ahora se dedica al mundo del arte. Tiene un centro de exposiciones en el que cada mes algún artista local presenta sus obras. Por las tardes se dedica a enseñar dibujo técnico a estudiantes de bachillerato.

Está felizmente casado y tiene un hijo, Wang Yuan, que es la cosa más mona y adorable que hay en el mundo.

Sí, incluso a mí me sale la vena empalagosa a veces.

Y no lo repetiré más. 

Los dos me vienen a buscar a la estación en coche.

"¡Bo-di! ¡Cuánto tiempo!" Exclama Lian-jie de inmediato mientras me abraza con todas sus fuerzas. Yo la abrazo de vuelta.

"Quiero llegar vivo," se echa a reír y me suelta.

Enseguida soy asaltado por Shui-ge.

"¡Ven aquí campeón!" Otra vez, soy ahogado injustamente por el amor descontrolado de mis hermanos.

Perdiendo los estribosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora