Capítulo 20. Dru.

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"Vaya," una voz rebota entre las paredes de mi cuarto. Pero está muy lejos.

A lo mejor es mi subconsciente, que está fascinado por el calor de los besos de Xiao Zhan. Su lengua explorando cada rincón de mi boca. Su respiración creando torbellinos que chocan contra mi piel. Sus manos deslizándose por la piel de mi abdomen, el contacto quema.

Estoy a punto de combustionar. Así que nada impide nuestra necesidad de estar cerca. Lo más cerca posible. Tan cerca como sea necesario para compensar todos estos días de agonía en los que no habíamos podido ser todo lo honestos que nos hubiera gustado.

Un carraspeo repentino nos trae de vuelta. Nuestros labios siguen en contacto, nuestros cuerpos siguen ansiando el calor del otro. Pero nos hemos quedado inmóviles.

Es entonces cuando Xiao Zhan se separa de mí, y nos atrevemos a abrir los ojos. Pero no somos lo suficientemente valientes como para dirigir nuestras miradas hacia la puerta. Y seguimos allí, perdidos en los ojos del otro. Sus mejillas han enrojecido, sus labios están hinchados y el brillo de su mirada hace que mi vientre inferior se contraiga con fuerza.

Un gemido queda atrapado en mi garganta.

"Chicos, no quisiera interrumpir, pero la comida está preparada y sería hora de que bajarais."

¡Mierda! ¡Es papá!

Creo que mi expresión alarmada es suficiente señal para Xiao Zhan como para que se levante de inmediato. Cuando me incorporo, mi padre está en la puerta. Una sonrisa se dibuja en su rostro, es una mezcla de orgullo y cariño.

Lo cual es totalmente absurdo. E intimidante.

Es increíblemente vergonzoso que tu padre te encuentre así en tu cuarto. E intento esconder mi emoción con la manta que hay al pie de la cama.

Mi padre desliza su mirada por la habitación, sonriendo a Xiao Zhan en el trayecto y finalizando el recorrido en la mesilla de noche.

Y se queda un largo rato mirando.

Mierda.

La sangre abandona mis piernas. No tengo fuerzas para levantarme, ni para hablar. Él se acerca, primero con pasos inseguros, y luego más decidido. Y atrapa la caja entre sus manos.

Su rostro palidece. Siento la mano de Xiao Zhan apretar con fuerza la mía.

"¿Qué es esto?" Su mirada es severa cuando me mira. Y eso me acongoja más. "Yibo, ¿qué es esto?" Vuelve a repetir.

Creo que es el cambio del tono de su voz. O a lo mejor el hecho de que estoy rodeado de dos personas con las que puedo bajar mis defensas. O a lo mejor es que llevo cargando con esto tanto tiempo que mi cuerpo ya no puede más.

"Yo..." porque cuando intento hablar, mi voz se rompe antes de que pueda decir algo. Y las lágrimas caen sin permiso. Mi visión se torna borrosa y no me atrevo a parpadear, porque no quiero tener la imagen nítida de la expresión de decepción de mi padre.

Oigo el ruido de la silla de mi escritorio arrastrándose. Mi padre toma asiento, apoya sus codos en sus piernas mientras se sujeta la cabeza entre las manos.

"Yibo, por favor. Explícame por qué tienes en la mesilla un medicamento para el corazón como el que tenía tu abuelo. Siento que me voy a volver loco. ¿Os drogáis con esto ahora los jóvenes?"

"¡No!" Consigo vocalizar al final.

"¿Quieres que se lo explique yo?" Pregunta Xiao Zhan en un susurro de voz. Me limpio las lágrimas con el revés de la mano mientras acaricio su rodilla. Intento ofrecerle una sonrisa tranquilizante. Sé muy bien que él no debería ser testimonio de este momento, que mis actos deberían de haber sido más maduros de un buen principio. Que las mentiras caen por si solas.

Perdiendo los estribosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora