"Que te vaya bien, pero no mejor que a mí"

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Qué difícil es para mí (espero que no lo sea para la mayoría de ustedes) excavar en mi mente, extraer un pensamiento interno y luego presentarlo como propio, como si tratase de descubrir una verdad velada, o subyacente.

Pero posiblemente cualquier reflexión con el título de novedad es solo un ejercicio para articular una idea que gira en mi cabeza desde distintos ángulos, pero con la certeza de que muy probablemente el contenido del presente, alguien lo dijo antes, con palabras mucho mejores que las mías, y por supuesto en un contexto mucho más certero para explicar ciertas pautas del comportamiento del hombre moderno moldeado en una sociedad que privilegia por un lado las virtudes del capitalismo:

1.-El utilitarismo

2.- La lógica del beneficio

Y por el otro la dinámica de la explotación junto al consumo.

Planteando todo lo anterior y arriesgándome a sonar irresponsable, voy a intentar describir lo que hace algún tiempo me dijo una vez

"Gonzalo, aprende esta frase a las personas les gusta que te vaya bien pero no mejor que a ellos"

En ese momento la expresión, no me pareció una verdad inobjetable (no me lo parece todavía) pero es que la verdad tampoco reflexioné a fondo en esa cuestión, la frase se convirtió en un elemento anecdótico para explicar la naturaleza de las relaciones humanas en las dinámicas del escenario de la meritocracia.

Me gustaría decir que no quiero aparentar un pretendido dominio sobre la psicología ni tampoco que estas líneas pretendan ser una lección de vida, lo que aquí intento es solamente abordar al análisis de la expresión dentro del limitado encuadre de mi conocimiento y experiencia.

Hay un soneto de una canción que se llama "La lobito bueno", es una canción que trata sobre un mundo donde todo es al revés, ya que existe un pirata honrado, una bruja hermosa y un príncipe malo, cuando piensos sobre esas líneas, me convenzo en cada ocasión que solo en un mundo patas para arriba alguien es capaz de desearle bien pero no lo suficiente para que no le vaya mejor que a mí.

Utilicé el ejemplo anterior para describir el doble pensamiento implícito en una persona que llamaremos (persona 1) que en algún momento de su vida apoya a otra (persona 2), la impulsa o la anima a conseguir una meta, incluso son personas que en algún momento lo podemos considerar como maestros, mentores o solo grandes amigos, pero al mismo tiempo, su esperanza, y buenos deseos viene condicionada con el hecho de que ese ascenso o mejoría económica, social, (aquí me refiero por supuesto a los dictados de este mundo que esta recubierto por el velo de la meritocracia) no sea mayor, igual o equiparada al nicho dentro del escalafón social que tiene o mejor dicho cree tener la persona número 1 respecto a la persona 2, todo esto enmarcado en el espejismo del triunfo conseguido por el mérito.

Todos o probablemente la mayoría de los defensores de la meritocracia, en algún punto estamos conscientes del desencanto que produce darnos cuenta que mientras más nos acercamos a una meta determinada, te vas quedando solo en el camino, y adviertes en aquellos quienes parecían entusiasmados al principio por tu "mérito", dejan de estarlo o bien cambian de actitud, o incluso recibes críticas o señalamientos de ellos.

Pero creo que las preguntas reales deberían ser un análisis interno y preguntarnos ¿por qué deberían de alegrarse? o ¿por qué pensamos que nos deben cierto tipo de buena voluntad?, si la anuencia al principio fue desinteresada, ¿por qué debería juzgar el cambio en su juicio?, con razón o sin ella, ¿por qué adjudicar la percepción de nuestro crecimiento en el agrado de la opinión de los demás?, estoy seguro que antes de tomar en cuenta cualquier consideración hay que partir que su opinión es la del otro.

Pero de que si creo que hay una clase de sentimiento, sensación, percepción, que describe un tipo de conducta interiorizada que utiliza como criterio la percepción del status (imaginario) personal, por sobre la estima (social/atribuida por alguien más) y que al sentirse amenazado/intimidado/ por un agente (el triunfo del otro) alguien que considerábamos por debajo de nuestra estima, provoca una reacción de rechazo, ya que el reconocer el logro de alguien que estaba en ese escalafón imaginario y meritocrático construido en nuestra mente se asocia con nuestra propia incompetencia, ese que era menos que yo, ahora es igual que a mí, todo por supuesto dentro de un juego de percepciones imaginarias, subjetivas y con toda seguridad desproporcionadas de la realidad, pero sí creo que ese sentimiento se mueve en el interior de muchas personas.

No creo que exista una paramétrica para medir las multifacéticas aristas de lo que podríamos llamar éxito, en especial si colocamos esa palabra dentro de los ideales de la meritocracia capitalista.

Pero lo que sí creo es que, si existe ese desafortunado sentimiento de estimar con recelo el crecimiento de las facultades, capacidades, incluso de los recursos, de unos con respectos a otros.

La última consideración es que, si creo que existe una opinión válida para mirar con recelo el ascenso de alguien más, me parece que hay un caso, el único argumento convincente que se me ocurre es que si cualquiera de estos méritos se consigue a través de pasar sobre los demás o de manera indebida hay motivos para recelar o incluso señalar ese mérito ajeno.

Pero cuando así ocurre, debería dejar de ser un sentimiento y lo mejor sería actuar en los modos legales correspondientes.

Que el campo siempre es más verde desde la óptica del vecino es cierto, pero también es una ilusión, de lo que mejor que uno podría hablar es de uno mismo, finalmente creo que a los únicos sujetos que estamos autorizados para convertirnos en jueces es cuando meditamos sobre nuestras acciones y sobre nuestra conciencia.

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