Cambiar de opinión

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Hace poco platiqué con un buen amigo sobre la rencilla/disputa/desacuerdo/desaguisado que tuve con otro amigo hace un par de años, en esa conversación le presenté a mi amigo (a quién voy a identificar para esta reflexión como amigo 1 en oposición con quien tuve el altercado al que le voy a denominar amigo 2) una serie de argumentos tendientes a determinar el origen de ese enfrentamiento, mi interlocutor (amigo 1) no me interrumpió durante todo el tiempo en el cual enumeré el supuesto agravio en mi contra (con seguridad tenga un razonamiento directamente proporcional pero en sentido inverso) e hice énfasis sobre por qué debería empatizar con mi causa y no la del amigo 2, ellos a su vez 1-2 son cercanos.

Después de ello estuvimos sin hablar durante varios minutos, luego giré la conversación para preguntarle si entendió mis argumentos en un esfuerzo por determinar si lo que dije fue lo que el entendió, luego de confirmar (le pregunté en cada vez y en cada arco argumental de mi presentación) sobre toda mi perorata.

El amigo 1 suspiró unos momentos, miró arriba de mi cabeza y cambió su actitud como si estuviera a punto de pontificar como si se tratara de un juez a punto de fallar sobre un asunto importante.

Esperé su respuesta por mi parte estaba listo para contestarle, estaba presto para responder antes de escuchar, pero la estrategia de mi amigo 1 fue diferente en lugar de confrontar mis razonamientos, me preguntó sobre los motivos subyacentes en los cuales fundaba mis presuntos agravios (sobre todo si no se trataba un asunto de ego) después se enfocó en ponderar si los argumentos iniciales eran motivo suficiente para terminar una amistad de mucho tiempo, pero fundamentalmente si ese agravio no era un reflejo de mi vanidad y si los desplantes en contra del amigo 2 solo se trataba de un malentendido común pero maximizado por la idea de tener razón.

Minutos antes de su intervención pensé tener todas las respuestas sobre el tema, pero después de 15 minutos de contrarréplica ya no tenía nada que decir, mi amigo 1 no intentó decidir sobre si yo o el amigo 2 tenía o no razón, sino sobre si esos móviles eran suficientes para distanciar una amistad de mucho tiempo y si todo esto no giraba a la peor de las debilidades del carácter la de tener la razón.

Me disculpé con el amigo 1, pero aun así no me encontraba en la disposición de reconciliarme con el amigo 2 pero esta resistencia de mi parte cobró fuerza sobre la percepción rocambolesca de un quijotesco agravio (honestamente ya no recuerdo el motivo de la primera discusión) pero me avergoncé por ser víctima (aún lo soy) del más peligroso de los sesgos cognitivos el de creer saber más que los demás, y todavía más por venir acompañada de un actitud "perdona-vida" estaba fundada en probablemente en la que creo es el rasgo de personalidad más narcisista de todas ( una intuición mía) la de creer tener siempre la razón.

Fui retrospectivo con todo el discurso, los argumentos y los contraargumentos, en especial sobre el hecho de si había ciertas lagunas dentro de la mirada apreciativa de todo el asunto, revisé con atención mis palabras en especial en las grietas de mi posicionamiento, me pregunté si todo era en realidad una excusa para terminar con esa amistad (pero era necesario encontrar un drama para hacerlo en lugar de solo reconocer de que cada uno cambió) pero no encontraba o no tenía el coraje para hacerlo.

El amigo 1 guardó silencio, repetí el gesto por varios minutos, al poco tiempo me despedí de él, de camino a casa reflexioné sobre mi incapacidad para cambiar de opinión, pero sobre todo encontré el origen sobre por qué no lo hacía.

Me confronté con la idea (por primera vez) del motivo real de mi distanciamiento con el amigo 2 fue solo porque fue herido el avatar de mi personalidad más interiorizado el arrogante quien creer tener la razón y además por la actitud de pontífice bajo el manto de una supuesta superioridad moral.

La locura de pretender de que nuestras posturas cualesquiera que sean sobre cualquier tema son inamovibles es negarnos a la posibilidad de cambiar, de crecer, el de persistir en el error de creer tener la razón siempre y se convierte en un ancla para mantenernos en el mismo sitio sin posibilidad de ser diferente, actuar de ese modo es galopar sin freno hacia la frontera del fundamentalismo y el fanatismo ya que una vez se escala hasta ese punto se convierte en un viaje sin retorno.

Ser deshonesto intelectualmente como lo fui en la disputa con el amigo 2 donde solo aboné los argumentos para soportar mi sistema de creencias en lugar de mirar ambas posturas y ser alguien mayor reconociendo en mi análisis de la situación la amistad de años, así como mis errores de carácter anteponiéndolos a la figura de tener la razón.

En el final de esta historia (hasta ahora) no cambie de opinión, el problema con el viejo amigo 2 no se resolvió, pero el ejercicio de cambiar de postura me permitió mirar la situación desde otra perspectiva, la disputa aún sigue, pero ahora estoy en el ánimo de reconsiderar todo el episodio.

La mejor opinión siempre será la tuya.

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