Gracias todos por seguir esta página de escritor, les agradezco por seguir los relatos diarios (o casi), creo que no hay mejor terapia que escribir para aligerar la carga de todos los días y aprovecho el especio para invitarles a compartir sus relatos, sus escritos, opiniones o demás puntos de vista, y con gusto los comparto, por estar aquí de nuevo Gracias.
En este ánimo quiero compartirles una reflexión, una que es importante aclarar encierra una visión parcial de la realidad, junto a un arraigado sesgo cognitivo de confirmación de mi parte, pero que a pesar de todo esto quería escribirlo.
La semana pasada salí a correr con mi esposa/esposita/loveofmylife, actividad que intento realizar todos los días y con la mayor disciplina posible, actividad que no siempre consigo realizar por los compromisos cotidianos.
Pero de la noche de la que hablo si salí a correr, tanto a Claudia y a mí nos hacía falta, creo que algunos se identificaran con el sentimiento de que hay días más difíciles que otros, o por lo menos con más compromisos, y fue un día particularmente pesado para ambos.
Así que pese al clima (estaba a punto de llover) el cansancio, el hambre (solo de mi parte) y la hora del día (eran alrededor de las nueve de la noche) incluso contra nuestro sentido común, salimos a la avenida de siglo XXI a correr.
A saber, este es el itinerario del recorrido:
La jornada la dividimos en una primera caminata para los comentarios del día en la que invertimos una distancia de alrededor de quinientos metros, luego un trote ligero donde casi no hablamos, excepto para señalar algunas precauciones durante el camino, hasta llegar al letrero amarillo, ahí giramos y vamos de regreso y nos detenemos justo donde empezamos, desde ahí caminamos para comentar las impresiones del trote, planes para el día siguiente, algunas risas, luego el camino de regreso a casa. Esto en una noche nocturna "normal"
Pero ese no fue el día.
Empezamos el recorrido, bromeé sobre el clima, le dije a Claudia que no iba a llover, como motivación para no faltar a la rutina, pero que en realidad se lo dije a ella, pero era a mí que me lo estaba diciendo para justificar lo que se veía venir, se podía respirar el viento húmedo del ambiente, ella asintió, pero esa es la disciplina, nos dijimos, por lo mismo nos brincamos de la caminata y fuimos directo a la parte del trote.
Casi no platicamos al principio, los dos estamos conscientes que el cuerpo se tiene que adaptar al inicio y es mejor no molestarlo con una charla innecesario en esos minutos, la verdad que tampoco lo necesitamos, ella y yo tenemos un lenguaje que muchas veces no necesita palabras.
Seguimos corriendo a pesar de todo, cuando sobrevino lo esperado, al principio fueron unas gotas que solo fastidian pero permiten seguir en la ruta, nos alertó que el viento estaba fuerte – El viento se va llevar la lluvia – le dije a Claudia, ella asintió, a las gotas le continuó una llovizna pertinaz, aún era posible seguir andando, en ese momento el sentido común sugirió volver, pero teníamos una meta, llegar hasta el letrero amarillo ( ese es nuestro punto de referencia), yo la miré, buscando una señal que me indicara que era momento de volver, pero ella no dudo, ni tampoco me tuvo que decir nada, seguimos corriendo, nos asustó rayo a la altura del aeropuerto que podemos distinguir al fondo de la avenida y eso nos alertó del chaparrón que se dejó caer enseguida.
Los dos usamos anteojos así que la lluvia, prácticamente nos nubla la vista, nos tomamos de la mano, bajamos la velocidad, nos concentramos en el camino, la calle está rota por algunos segmentos, de un lado está el paso de los carros, y del otro lado nos flanquea el monte, ninguno desistió del camino, bajar el paso significaría estar más tiempo bajo la lluvia, rendirse con seguridad alargaría nuestro tiempo bajo la tormenta, ninguno dijo nada, mantuvimos la marcha y así sin parar, hasta llegar a casa, nos teníamos uno al otro, no había ayuda de ningún otro lado, excepto que la convicción de regresar, la meta era clara, sin embargo el camino era incierto, las ganas de abandonar estaban ahí.
No lo hicimos, no nos separamos, primero de la mano, luego, yo me sujeté a su brazo, luego ella del mío, luego, pasé mi otro brazo sobre sus hombros, luego ella lo hizo conmigo, a trancas y barrancas, seguimos así, brincando charcos, saltando baches, hasta que después de todo ese recorrido llegamos a la casa.
Reflexioné sobre ello, intenté encontrar un sentido, una verdad enrevesada, y fue justo antes de dormir esa noche que la encontré y es la quiero compartir con ustedes, ya sea para el debate, para analizarla en sus puntos débiles o para empatizar con mi percepción.
La lluvia en esta ficción para mi representa la vida, a veces suave, otras ligeras y francamente en otras tantas ocasiones cayendo con intensidad, y a la que no importa tu estado de ánimo, de salud, o sentimental, una que va seguir cayendo sin importar lo que hagas, hay muchas posibilidades, puedes empeñarte y seguir el paso, puedes ir corriendo, caminando, detenerse por completo para recuperar fuerzas, hasta que por razones propias o externas se terminé la carrera.
El corredor es cada uno de nosotros, que podemos ir acompañados, solos o a veces ir con un compañero y luego cambiarlo por otro, una carrera que unos corren con tenis de lujo o con calzado modesto, o sin ninguno, hay corredores, que tienen apoyo en el camino, otros que luchan solo, otros que son retirados injustamente o con violencia, pero independientemente de todo, la carrera sigue, y no se detiene, esta es una justa con demasiados corredores y donde no hay juez que pueda adivinar las trampas, los crimines, los atajos, u otras estrategias justas o injustas entre unos y otros.
Hay quienes nacieron para correr, otros para caminar, otros que no tienen la fortuna de entrar a la carrera de la vida, pero pese a ello la lluvia, sigue, persistente, cotidiana y aparentemente eterna.
La casa en el horizonte, es el faro de nuestra vida, para algunos es la familia, para otros el éxito, la fama, el dinero o la supervivencia (si, vivir otro día más), para algunos la casa se encuentra más cerca, para otros más lejos, unos se afanan desesperadamente y no llegan nunca otros llegan para darse cuenta que no era como creían, para algunos otros entre ellos yo, la casa y el objetivo en la carrera misma.
Finalmente, y no tengo evidencia de ello, creo que la lluvia seguirá cayendo a pesar de cualquier disquisición filosófica, intelectual o de otra naturaleza que elaboremos sobre ella y claro también habrá corredores antes, junto y después que nosotros ya no estemos aquí.
Si llegaron hasta aquí, les agradezco.
Sigan pendiente de los relatos diarios, esta vez quería pausar y escribir algo desde lo personal. Para como dicen los grandes, conozcan un poco más acerca del hombre detrás del escritor.
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REFLEXIONES
NouvellesUna compilación de reflexiones, por el escritor Gonzalo Pérez Santos.