Hoy le pesaba un poco el corazón.
En días como aquel odiaba un poco su profesión y se preguntaba si no sería quizás un poco demasiado sensible para ello. Otras veces en cambio le parecía que pecaba de todo lo contrario.
Lo había hablado una vez con una compañera con más experiencia. Le había dicho que se tardaba muchos años en aprender a no llevarse los pacientes a casa, en saber dejar esa parte del corazón en la consulta al acabar la jornada. Al igual que guardaba el fonendoscopio en un cajón y colgaba la bata blanca del perchero.
Pero ella era joven y en su inexperiencia aún no había aprendido el arte de diseccionar esas emociones con precisión quirúrgica cuando apagaba el ordenador.
Y aquel día le pesaba el corazón y se llevaba un fantasma a casa.
Se llamaba Fernando. Evocaba una y otra vez su rostro afable y esa sonrisa dulce de buena persona. Rebobinaba en bucle la última vez que se habían visto. Paradójicamente no había sido en consulta. El azar había querido que se encontraran en un autobús. Habían hablado durante el trayecto como nunca antes, sin las formalidades de tener un escritorio entre medio, sin el peso de una bata blanca y las etiquetas de un diagnóstico.
Se había propuesto preguntarle esto y aquello en la próxima consulta. Esa próxima consulta que ya no habría. La muerte era así de caprichosa. Había llegado sin tarjeta de visita
Había revisado su historia una y mil veces, en busca de su sombra, con la preocupación de haber pasado algo por alto. Pero a veces ELLA simplemente llegaba así, sin invitación, sin anunciarse, y se marchaba. Saberlo no conseguía aliviarle la culpa. Como si fuera única responsable de toda su salud.
Así que le pesaba el corazón. Y en su corazón pesado la acompañaba Fernando a casa, con su cara arrugada de sonrisas amables. Esperaba que no empañara la suya al entrar por la puerta. Cuando su bebé la recibiera con sus sonrisa medio desdentada y un universo de ilusión en los ojos, quería devolverle la sonrisa entera y no el reflejo de un alma deslustrada.
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Divagando por la vida
Non-FictionEsto no es una novela. No cuenta una historia. Podrías decir que es un diario, pero tampoco. Ya que no va a ser diario sino ciento-en-ventario (quien me conoce sabe que me disperso con facilidad). Es como, el título bien define, un cúmulo de mis div...