Bucear en las aguas templadas de este Mediterráneo es sumergirse en un mundo irreal de silencios y colores.
Nado entre peces de plata que refulgen en oro cuando el sol los toca. Nado sobre peces a rayas de apetito insaciable que devoran inmutables la roca desnuda. Nado junto a los diminutos pececillos negros de cola delicada que nunca se separan de sus hermanos. Y mientras nado a veces atisbo a mis favoritos, los de un refulgente color añil ribeteados de verde fosforito. Su estallido de color entre los claro-ocuros del océano siempre me asombra.
En mi viaje sorprendo a un pulpo aferrado a las rocas que conforman el fondo marino. Nos miramos, no muy segura de quién de los dos es el más sorprendido. Sus ojos vacíos me escrutan. ¿Soy para él tan monstruoso y alienígena como lo es él para mí? El embrujo tan solo dura un minuto, después la viscosa criatura de desenrosca y se aleja, perdiéndose en la penumbra. Sus movimientos me son extranjeros. Sé entonces ya que no la olvidaré.
Buceo hasta que mis dedos se arrugan y el frío se acomoda sobre mi piel húmeda. Solo entonces suspiro y abandono mi paraíso submarino, con la firme promesa de volver a visitarlo.
¿Queréis saber un secreto? A veces sueño con nadar desnuda en el océano. Una fantasía. Vestir solo mi piel y sumergirme en ese misterioso submundo de ingravidez y murmullos de silencio.
Creo que siempre he querido ser una sirena.
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Divagando por la vida
Non-FictionEsto no es una novela. No cuenta una historia. Podrías decir que es un diario, pero tampoco. Ya que no va a ser diario sino ciento-en-ventario (quien me conoce sabe que me disperso con facilidad). Es como, el título bien define, un cúmulo de mis div...