He amado tres veces en mi vida.
La primera fue tímida e inocente, pueril. Éramos niños y despertamos juntos a esos sentimientos para los que no estábamos aún preparados. Descubrimos el amor con sorpresa, la dulce torpeza con que los niños juegan a quererse.
El segundo fue ardiente y pasional. Como una enorme hoguera en la noche de San Juan que parece que nunca se va a apagar. Pero tras una noche incandescente amanecen sobre una cama de cenizas las brasas de una pasión ya consumida. Me calentó, me iluminó, me quemó y me consumió hasta que de mí solo encontré el esqueleto calcinado de unas ramas viejas entre los rescoldos de un amor consumido.
Dediqué dos años a cultivarme de nuevo, a encontrar los oasis que aún asomaban en mis desiertos.
Y entonces llegaste tú. El tercero, fuiste tú. Como una llovizna de primavera me calaste con dulzura hasta los cimientos, cultivaste con delicadeza las tierras que con mimo había dejado en barbecho y antes de darme cuenta había florecido de nuevo. Me enamoraste en el tiempo que tardé en conocerte y te amo con la inevitable fuerza de la naturaleza que resurge de las profundidades de la vida.
Siento que llegaste en el momento más adecuado, en el que pujaban mis raíces por crecer de nuevo. Si eso es destino o pura coincidencia se lo dejo a la fe del lector; creyente o ateo. Yo solo sé que el amor que sentí predestinado me consumió y a ti que te vi casualidad te siento mi vida. Me convierto al agnosticismo.
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Divagando por la vida
No FicciónEsto no es una novela. No cuenta una historia. Podrías decir que es un diario, pero tampoco. Ya que no va a ser diario sino ciento-en-ventario (quien me conoce sabe que me disperso con facilidad). Es como, el título bien define, un cúmulo de mis div...