Cubrir una herida no la hace desaparecer.

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Llevábamos ya una semana en el hotel y ya tenía tres vestidos nuevos, cuatro sesiones de un tatuaje de toda la pierna, a Angelo y Adriano como mejores amigos, pero último y menos importante: la herida de Adonis más abierta.

Había intentado todas las salidas para dejar de sentir que quería desvivirme por él, pero verlo diario, volvía el proceso muy difícil.

A veces estaba acompañado de rubias, castañas, pelirrojas, pelinegras, caminando juntos por el hotel o desayunaban dándose fruta en la boca como pubertos, otras veces cuando cruzaba con mi hermano por la piscina caminando, él estaba junto a Romeo bronceándose casi desnudo al borde de la piscina. Ver a los Montblanc en modo mujeriegos empedernidos me dolía, pero ya empezaba a acostumbrarme.

Lo máximo que habíamos tenido de contacto el dios griego y yo, era miradas intensas que manteníamos, a veces cuando nos cruzábamos en el desayuno o cuando pasaba por un sitio donde él estaba al otro lado; no tenía mucho tiempo de observarlo o encontrármelo, ya que Angelo tras desayunar, casi que nos obligaba a entrar a un taxi para que fuéramos a mil recorridos turísticos por Roma.

Para mi suerte, eso me mantenía entretenida: ver la gente, los carros, las construcciones, la comida e incluso los postres mantenía mi mente en un sitio de paz. Mark sabía a la perfección lo que pasaba así que solo me llamaba un par de horas diarias para informarme de los movimientos que haría, los negocios que surgían y cómo trabajaría en la nueva ruta de Bogotá en mi ausencia. Era un excelente trabajador. Justo por eso estaba tranquila.

—Mark, está perfecto lo que me mencionas de la ruta de Bogotá, pero necesitamos que esté mejor fundamentado, investíguenlo mejor, hagan más estudios al respecto —le pedí caminando hacia el ascensor con una taza de té en la mano, Angelo y Adriano se habían ido a una excursión nocturna, pero yo estaba exhausta como para acompañarlos, tengo veintiocho años, ya estoy vieja.

—Perfecto, tienes razón en eso...hablando de temas por solucionar, ¿quieres que te cuente lo que resolví de la esposa de White? —indagó.

—Confío en ti, lo mismo al respecto con Paula. No tienes que matarlos, solo: que me dejen en paz — pedí subiéndome al ascensor que tardó diez vidas en llegar.

—Excelente, eso es todo, así que, te llamaré si cualquier cosa —manifestó mientras yo elegía el piso.

—Perfecto...—respondí observando como una mano muy conocida detenía la puerta del ascensor para abrirla.

Scusami...—se disculpó Adonis en italiano entrando al elevador con una chica de la mano.

—Adelante —contesté oprimiendo el piso veinte procediendo a hacer contacto visual directo con el dios griego, quien soltó la mano de la chica para fingir peinarse mientras me miraba a los ojos.

—Gracias —respondió serio sin dejar de verme.

Le di un sorbo a mi té mirándolo mientras él evadía mi mirada viendo a su acompañante, le preguntaba en italiano cómo había estado su día mientras la chica estaba por derretirse en sus brazos. Voy a vomitar.

—Es un buen hotel, ¿no? —me preguntó en italiano la chica girándose a verme.

I'm sorry? I don't speak italian —mentí viéndola con una sonrisa falsa.

Adonis le tradujo de mala gana a lo que ella se hizo la sorprendida para luego dedicarme una sonrisa falsa, se giró a decirle en italiano que me veía fatal, delgada y con cara de cansancio. En vez de sentirme triste al respecto, sonreí con malicia: lo peor que podrían decirle a Adonis es que me veía más delgada ya que de inmediato pensaba que tenía problemas con la comida.

Crímenes De Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora