La nueva vida.

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Sentir un metal frío rozando mi dedo anular, era algo nuevo, no solo para mí, sino también para todo lo que conllevaba tener un anillo dorado que simbolizaba mi compromiso con el hombre que había cambiado mi percepción de la vida en general.

Dando un vistazo atrás todo había cambiado desde que él llegó, dejé de matar gente por hobbie, eché a Vladimir de la empresa por razones justificadas como que era un pésimo padre y aún peor jefe, sin contar el hecho de que se había dejado enredar por las mentiras y los escotes de Jade Jones, la cual repugnaba más que otro ser en el mundo por el simple hecho de tener los ovarios de venir a pedirme trabajo para luego correr a revolcarse con el hombre que se hacía llamar mi padre.

Por otro lado, había aprendido a trabajar haciendo crecer el negocio sin tener que matar los obstáculos sino solo apartándolos con fuerza de manos ajenas, no necesitaba un revólver cargado en sus cabezas para saber que apenas me vieran, accederían.

Había enfrentado hechos inesperados como la misma muerte, la cual me visitó cuando dañé por completo mi BMW serie 8 que compré con tanta pasión y por una pasión similar, casi me arrebaté la vida, pero no era mi día, ni mi momento, porque la muerte se apiadó de mí y soltó mi mano, pero esta no dudó dos veces en agarrar a mi hermano del brazo para llevárselo cuando Vladimir con su típico tiro al corazón, me quitó lo que me hizo levantarme diario sin refutar por años.

Para mi suerte, el hombre encargado de que estuviera acariciando una argolla en mi dedo, había hecho justicia por mí, matando a un jefe de la mafia que siempre fue conocido por salir de la nada con su padre de la mano para llegar poco a poco a ese punto que hacía que todos a su alrededor bajaran la cabeza al verlo, así no mereciera ni el más mínimo respeto, empezando porque mató a su esposa. Su esposa, mi amada madre que extrañaba cada día con igual fuerza que a Angelo.

Si pudiera devolver el tiempo entregaría lo que fuera por tenerlos de vuelta, pero lo único que ahora sabía es que debía afrontar una nueva realidad.

Le había ocultado suficiente a Adonis que la mafia italiana estaba tras él desde que se enteraron que había matado a su jefe, su capo e ídolo. Había mantenido en secreto todas las citaciones dadas por medio de colegas y amigos que me avisaron que debía contarle lo antes posible, pero no quise escuchar.

Llegó a mi oficina entonces lo que me temía: una carta con una citación de parte de toda la mafia.

Me citaban a mí y a mi prometido diciendo que debía ejercer el derecho de continuar el mandato por el suceso de haber matado al jefe anterior, accediendo así a manejar todo negocio ya definido por Vladimir y continuar con su legado del terror como si fuera un maldito ejemplo a seguir.

Si dijera que no sentía náuseas al pensar en Adonis haciendo las cosas más incorrectas por una maldita mafia de la cual no conocía ni el más mínimo detalle de su reglamento, sería mentira.

Debía tener la cabeza fría para decidir, pero por ahora solo tenía ganas de vomitar por el afán de tener que decirle, pero a la vez no querer dañar la primera semana de compromiso que lo tenía con una enorme sonrisa diaria donde siempre estaba serio por estar ocupado.

Verlo pasar para entrar a mi oficina me hizo espabilar guardando con parsimonia la carta en un cajón, aprovechando para poner mi mejor cara para él, la mejor que se pudiera a las siete y media de la mañana con aquel balde de agua fría en la cabeza.

—Buenos días, futura esposa — me dio acercándose para darme un beso en los labios mientras yo sonreía sin enseñar los dientes.

—Serían buenos si tuviera un café en mi mano — mencioné mientras él me entregaba la taza desechable que traía en mano mientras rodaba los ojos —. Gracias al cielo, ahora sí

Crímenes De Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora