Los Dmitriev.

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Hay que tomar buenas decisiones. Siempre.

Mi gran decisión al otro día fue: no ir a la empresa, no tenía ganas de trabajar ni de ver a Adonis, sentía rabia por lo del día anterior y preferí no ir hasta que se me pasara, estaría mejor así en vez de armar una pelea que conociéndome, armaría. Mi signo del zodiaco es aries, por si se lo preguntaban.

En vez de ir a trabajar fui a desayunar con Angelo, fuimos de compras juntos, luego fuimos a almorzar para luego cada uno volver a su casa, tras regresar de su corto viaje a Grecia, había conseguido un apartamento que rentaban para estudiantes cerca a su universidad y se estaba quedando allí mientras solucionaba sus asuntos con Lorena, no parecía muy cómodo con ese tema así que no pregunté mucho. Volvería en dos días a viajar así que aprovechamos para hacer las compras de lo que necesitaría, lo habían contactado de una universidad de artistas para ir a hacer prácticas en Grecia y quedarse allá unos meses. Había viajado a Grecia antes por vacaciones y para ver si admitían su trabajo artístico, lo cual salió muy bien y mi Angelo estaría allá triunfando en poco tiempo.

Cuando volví a mi casa, me acosté en mi sillón para mirar unas cosas en mi celular que habían escrito algunas personas de la empresa y poco a poco el sol que entraba por la ventana empezó a arrullarme y acabé quedándome dormida. Me despertó una mano que movía mi pierna, me levanté para ver si era Matthew, pero me encontré con la persona que no planeaba ver.

—Buenas tardes, Leblanc — me saludó Adonis.

—¿Qué haces aquí? — le pregunté sentándome mientras terminaba de despertarme.

—No apareciste en la empresa en todo el día, ¿sabes qué hora es? — me preguntó él con los brazos cruzados.

—Un poco más del medio día, ¿por qué? — contesté.

—¿Por qué no fuiste a trabajar? — me preguntó.

—Porque no quise, la empresa es mía, hago lo que quiero — le dije levantándome para ir a la cocina.

En mi cocina, saqué un vaso para servirme agua fría, él solo me miraba con los brazos cruzados, ¿estaba enojado? ¿Por qué? ¿Era yo quien lo había dejado plantado en la fiesta?

—¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Un arma? ¿Café? — le pregunté.

—¿Sabes lo mucho que me preocupé por ti hoy todo el día? — averiguó indignado.

—No, no tenía ni idea, pensé que te valdría tanta mierda como te valió ayer dejarme plantada por tus asuntos por atender — contesté dejando el vaso sobre la barra de la cocina para mirarlo con los brazos cruzados también.

—Angel, déjame explicarte — me pidió acercándose.

—¿Explicarme qué? — pregunté seria —. Seguro te cogiste a tu amiga para recordar viejos tiempos y esperas que yo venga a lamerte las suelas porque estás confiado de que no te voy a dejar.

—¿Cómo puedes asegurar todo eso? — preguntó serio.

—Te conozco, Montblanc.

—No parece que lo hicieras.

—Te conozco más de lo que crees, sino hubiera pasado nada podrías decirme mirándome a los ojos que no tuviste nada con esa mujer — hablé acercándome mientras lo miraba fijo.

No respondió nada, lo observé suspirar profundo para luego pasarse una mano por el rostro.

—¿Así que esto es lo que le haces a todas? ¿Te desapareces en la noche y luego vienes como si nada después de acostarte con otra? ¿Eso soy para ti? — le pregunté tomándolo de la muñeca.

—Tú no eres como las otras y si quisiera romperte el corazón no estaría aquí contigo ahora, ¿no crees? — aclaró volviendo a mirarme.

—No lo sé, tal vez tienes los testículos tan mal puestos que tienes que llenarte el ego esperando a que cualquiera te los acomode — hablé mirándolo a la cara —. ¿Te la follaste?

—¿Quieres la verdad?

—Cállate, eso ya lo dice todo — mencioné negando con la cabeza mientras miraba al suelo.

—Me la follé, sí, no existe excusa válida para eso, pero si de algo te sirve te estoy siendo honesto — habló tomándome del brazo.

—Agradezco tu honestidad, ahora vete de mi casa.

—Angel.

—Vete.

—Ella no significa nada, no lo hice porque quisiera, lo hice porque era necesario

— ¿Qué?

—No sabía que me la iba a encontrar ahí, mi familia tuvo un problema con la suya y mis padres no tienen el dinero para pagar la deuda que tienen, el negocio ha estado duro y el dinero de las armas que les vendimos se usó en otras deudas. Hablando con ella le dije que yo tenía el dinero para pagarle, cosa que mi papá no quería que hiciera, pero yo sé que debía hacerlo. Me dijo que ella pondría la mitad del dinero si accedía a tener sexo con ella o que de otra forma no haría llegar la plata a sus padres — explicó mirándome a los ojos, hablaba en serio por lo que se veía.

—¿Es en serio? — indagué extrañada.

—Te lo juro, Leblanc, es una familia muy peligrosa.

—¿Quiénes son? — pregunté tomando mi celular.

—Los rusos, los Dmitriev — respondió.

—Mierda, odian a los Leblanc, de otra forma te hubiese ayudado — indiqué volviendo a guardar mi celular en mi bolsillo.

No me sorprendía lo que me decía, los rusos eran famosos por pedir los trueques más raros. Pedían dinero y un perro, a veces dinero y mucho vodka, eran una familia muy rara, pero odiaban a los Leblanc por indiferencias del pasado y del presente.

—Perdóname, Leblanc, estaba centrado en solucionar ese problema, no era mi intención dejarte plantada ni nada por el estilo — expresó tomándome por los brazos.

—No pasa nada, yo entiendo.

—No te enojes conmigo, como te dije ayer, tú eres con quien quiero estar, perderte hace cinco años fue lo peor que me pudo pasar y no quiero perderte ahora por una puta deuda — habló mirándome a los ojos.

—Lo sé, pero igual estaba enojada contigo, no me importa una follada, pero no me vuelvas a hacer ir a una fiesta si vas a hacer eso — lo regañé señalándolo a lo que tomó mi mano para darme un beso en la muñeca, quité mi mano de la suya con agilidad.

—No me beses.

—Angel, no quiero que estemos así, sabes que yo te amo...

—Se me pasará en unos días, relájate. Nos vemos después, Montblanc — contesté soltándome de él para ir a mi cuarto —. Cierra la puerta al salir, por favor.

—Leblanc, vine porque quiero aclarar las cosas, fue solo el afán de terminar ese problema y quiero que de verdad me comprendas.

—Adonis ya hablé, no hagas que tenga que llamar a Lauren a que te saque.

—¿Hablas en serio?

Volteé a verlo desde las escalas que ya había empezado a subir y le señalé la puerta, no tenía miedo de llamar a mis guardaespaldas para que lo sacaran.

—Nos vemos en la empresa, cielo.

—Adiós, caballero.

Malditos rusos y sus cosas, solo les agradecía eternamente mi amado vodka.

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Crímenes De Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora