Verónica Bell.

179 30 13
                                    

Al llegar al cuarto donde tenían a la esposa de Bell nuestros compañeros de turno ya se habían ido, supusimos que la habrían dejado bajo llave y saldrían hacia algún otro trabajo que les habría puesto mi papá; ambos nos habíamos puesto con la mente en el trabajo y nos concentramos completamente en cuidar a Bell, en el trabajo no podíamos comportarnos siquiera como amigos ya que eso era debilidad ante el enemigo.

Adonis abrió la puerta despacio, entramos con cuidado para evitar que ella saliera, vimos a la señorita Bell sentaba en una esquina de su cama, tenía las rodillas pegadas al pecho y la vista baja; al sentir que entramos miró solo a Adonis.

—Buenas noches, Bell — la saludó Adonis cerrando la puerta tras de mí.

La señorita Bell se levantó y caminó hasta él, si él no reaccionaba brusco yo no tenía por qué hacerlo; me quedé parada contra la pared mirándolos, probablemente querría seducirlo para que la soltara o algo así, síndrome de Estocolmo podría ser.

—Para ser mi secuestrador me pareces muy atractivo— confesó Bell mientras pasaba su índice por el pecho de él.

—Nunca pensé que el síndrome de Estocolmo fuera tan real— comentó Adonis.

—¿Ya no estás enojado conmigo? — indagó poniendo la mano de él en su cintura.

Arqueé una ceja mientras cruzaba los brazos, ver la siguiente escena sería interesante: Adonis versus la rehén que le temía y ahora quería provocarlo, interesante.

—Te estás portando bien — expresó él y le guiñó el ojo sonriendo, siempre seductor.

—Debiste investigar antes de secuestrarme, Myke ama estar conmigo principalmente porque soy una ninfómana y llevo más de un día sin tener nada— narró Bell pasándole la mano por el cuello.

—Hasta que tu amado Myke no pague, seguirás aquí encerrada sin tener nada, a no ser que seduzcas a alguno de los otros guardias quienes son mucho más fáciles que yo— anotó él y caminó hasta una silla que había en la mitad de la habitación, se sentó suspirando.

Caminé hasta una silla que había en el otro extremo y me senté atenta, una película se veía sentada y mejor: en primera fila y 3D.

Bell se acercó a él y se sentó en sus piernas a horcajadas, los miré sorprendida, quería ver Adonis cómo salía de esa; ella se le acercó al rostro y sonrió.

—Puedes hacerte el difícil, pero excitarte será fácil— comentó ella quien estaba siendo bastante optimista.

Adonis la levantó de sus piernas y la mantuvo alejada de él poniendo su mano apoyada en el costado de ella, esta la tomó y se la puso en la entrepierna, incitándole a que la tocara, pero él solo se rio con ironía, maldije no haber traído algo de comer mientras disfrutaba de la película; el secuestrador se mostraba relajado, me miraba de vez en cuando, pero la víctima estaba aparentemente caliente y queriendo intentar algo más con él.

—Lo que tú necesitas es tener un rato a solas para satisfacerte por ti misma y no joderme la vida — expresó Adonis haciendo aparente presión en la parte de Bell, estaba fascinada con su maldad, probablemente la aplicaría conmigo, pero bueno, gajes del oficio.

La soltó dejándola muy iniciada, ¿de verdad era tan necesario para ella tener sexo? ¿No podía sobrevivir por sí misma?

Mientras la película seguía desarrollándose con Adonis tratando de detenerla y Bell esforzándose por llamar su atención.

Tomé mi celular y decidí investigar sobre la señorita Bell: como me lo esperaba, había bastante que ver. Típico de ricos, compartir  todo en redes sociales y acabar siendo noticia.
El nombre de soltera de la esposa de Bell era Verónica Hernández, al casarse con el estadounidense millonario Myke Bell adoptó el apellido Bell; tenía veintitrés años y había estudiado enfermería.

Crímenes De Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora