⠀⠀Capitulo 17

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No puedo dejar de mover mi pie contra el suelo; es inconsciente

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No puedo dejar de mover mi pie contra el suelo; es inconsciente. Quizás estoy más nervioso de lo que me gustaría admitir. ¿Cuánto ha pasado, treinta minutos? Hemos estado demasiado tiempo aquí en la sala de espera. Ahora somos solo Jia, yo y otra chica que está en la esquina, esperando por alguien o algo, quizás un milagro, porque ha dejado pasar a dos chicas por delante de ella. A Jia la llamaron para hacer el papeleo y no tarda nada en volver.

—¿Puedes firmar esto? —me dice y tuerzo el gesto—. Dicen que el padre también tiene que firmar esta autorización.

Intento no soltar una carcajada para evitar que las enfermeras hagan comentarios, pero me sale un ruido extraño. Jia se sienta a mi lado y menea la cabeza mientras firmo. Jia no tiene idea de quién es el padre, fue un chico que conoció en la discoteca, un simple desliz. Un error. Es una suerte que no la hayan contagiado de alguna enfermedad. En parte se que no solo fue su culpa, es decir, el condón también puede fallar, y que el chico no se haya atrevido a mencionarlo siquiera...

—Listo —le digo cuando he terminado, entregándole el formulario—. ¿Qué pasa si el padre no firma?

Ella se encoge de hombros.

—No sé, no pregunté. No quería parecer sospechosa.

Ella se acerca de nuevo a la recepción y yo volteo hacia atrás. La chica, Yeonwoo, cuyo nombre he memorizado de las tantas veces que la han llamado, revisa su móvil con insistencia y, al igual que yo, no puede dejar de mover su pie contra el suelo. Puedo imaginarme su corazón latiendo con fuerza, sintiendo que le perfora el pecho. Ella está sola, a punto de practicarse un aborto, y no hay nadie a su lado. Quizás es su primera vez.

—Ya van a ingresarme —me avisa Jia a mi costado y vuelvo la mirada.

—¿Estás bien?

—Claro que no, mira mis manos.

Cuando las extiende, me percato de que tiembla y, al tocarlas, de que están heladas. Me pongo en pie y la abrazo con fuerza, dejándole un casto beso en la coronilla.

—Todo va a estar bien.

—No sabes cuanto te amo —me dice, apretándome tanto entre sus brazos que duele—. No vayas a moverte de aquí, Jeon Jungkook.

Rio y le doy palmaditas en la espalda para que me suelte, lo que hace de a poco.

—No voy a moverme.

Jia asiente e inspira profundo antes de dar media vuelta y seguir a una enfermera adentro. De repente, me siento más nervioso que antes. La chica que está en recepción me dice que el procedimiento no tardará para que esté tranquilo, pero no lo estoy. No puedo estarlo. Camino hacia un ventanal y me quedó allí por unos minutos, sintiendo que necesito moverme, hacer algo o mi mente explotará.

Yeonwoo ya no mira su celular y, en cambio, sostiene una carpeta roja contra el pecho, mira la entrada de la clínica, a través de la ventana, el techo, y suspira. Parece que está lidiando consigo misma. Me acerco a un dispensador de agua y lleno dos vasitos. Uno para mí, otro para ella.

después del odio » taekooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora