Libro 2. 16. Camino De Cristales.

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Arlet.

En mi vida no hay ni una gota de luz, no la hay… Y quisiera alumbrar mi camino. Muchas veces siento que de tanta oscuridad estoy pisando en un montón de cristales, de espinas, me estoy autodestruyendo yo sola.

Muchas personas le tienen miedo a la oscuridad, o a las alturas… Ojalá solo tenerle miedo a las alturas, porque mi mayor miedo soy yo, me tengo miedo, porque se que con mis propios pensamientos terminaré matándome, y ya estoy tan acostumbrada a la oscuridad que puedo ver detrás de ella, y no hay nada… Solo soledad.

Dicen que los ojos son la puerta al alma, y yo tenía tanto miedo de que me mirasen a ellos, de que a abrieran esa puerta y vieran como estaba de destruida por dentro. Dentro de mí se está librando una guerra a cada momento, cada minuto y cada segundo hay una guerra diferente.

Con los pensamientos, con el pasado, pero sobre todo con el corazón. Ese que me dice que tengo que sentirme bien, que tengo que ser esa persona de hace un año, esa que sonreía y que se quería, esa que cualquier cosa le sacaba una sonrisa. Quisiera volver a ser la chica de la que Jano se enamoró, esa que quería jugar con él a los juegos que él se le ocurrían, pero ya no existe, y por mucho que intente estar bien o jugar con él no me sale, ya nada es como antes y siento que nunca más lo será.

Niego con la cabeza apartando esos pensamientos de mi cabeza y limpio las lágrimas que habían salido de mis ojos inconscientemente.

Miro hacia mi derecha y allí estaba dormido Jano, se acababa de dormir hacía cinco minutos, eran las cuatro de la tarde, ambos nos habían pasado la noche en vela. Limpio mis lágrimas y me apoyo sobre el pecho de Jano.

Él hacia todo por mí, estaba siempre conmigo y yo sentía que no estaba haciendo nada, que no le estaba dando ni la mitad de lo que él me daba. Él también estaba sufriendo y yo estaba tan metida en mí que no lo estaba viendo, y eso es lo peor que estaba haciendo.

Sentí la mano de Jano acariciar mi espalda.

—Monja —susurró.

Levanté la cabeza y lo miré a los ojos. Él los tenía rojos e hinchados de tanto llorar. Intenté sonreír y besé sus labios.

—¿Qué tal estás? —Pregunté en un murmuro.

—¿Tú cómo estás?

Sonreí asintiendo.

—Estoy mejor, mi amor, ¿tú?

—También estoy mejor.

Y aunque ambos nos habíamos mentido intentamos sonreír.

—¿Quieres comer algo?

Me senté en la cama. Él me miró durante unos segundos.

—¿Tú quieres comer?

Lo miré con una sonrisa.

—¿Por qué respondes así a mis preguntas?

—Porque me importa más como estés tú a cómo esté yo, monja.

Me acerqué a él y lo abrace. Las ganas de llorar se intensificaron pero las aguanté. Negué y respiré hondo haciendo que poco a poco esas ganas disminuyeran un poco. Jano y yo nos levantamos de la cama y fuimos hacia la cocina.

—Harry y Charlet nos metieron comida en esa bolsa.

Me acerqué a la bolsa y saqué una albóndigas en lata. Se las enseñé y él sonrió. Las echamos en un plato y las metimos al microondas. Jano se acercó a paso lento hacia donde yo estaba y pasó sus brazos por mi cintura.

Tipos de besos. +18 (1&2)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora