Libro 2: 11. Eres Mía, Monja.

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Salir del psicólogo después de haber contado todo lo que tenía dentro era un alivio muy grande. Sentí como si me quitaran de encima de la espalda toneladas y toneladas de peso, los consejos de la psicóloga fueron increíbles.

Mi vida era como un puzle, y ahora solo tenía encajadas dos piezas, Jano y yo, lo único que estaba algo estable éramos él y yo, pero había que encajar muchas otras piezas, como por ejemplo: la pieza del perdón y el olvido, como también la paz y la alegría.

Perdonar a mi madre no iba a ser fácil, soltar todo lo que ella me había echo era muy difícil, casi imposible de conseguir. Pensar en todo lo que intentaron hacer y llegaron a hacer era como tirarme un muro de hormigón encima. La psicóloga me dijo que dejara de pensar en eso, que me centrara en lo nuevo de mi vida, en ser feliz con Jano y seguir hacia adelante, que aunque la vida nos pusiera más obstáculos tendría que pensar en lo bueno e ir alejando esos malos momentos… Como se suele decir: darle cara a la vida con una sonrisa siempre.

Olvidar a mi bebé iba a ser imposible, en este caso el: nunca, si era válido, porque nunca podría olvidar a mi hijo, ese hijo que mi padre me arrebató por su odio y por sus ideales.

—Tu padre tenía una venda en los ojos —me dijo la psicóloga dos horas atrás —estaba tan ciego que no sabía ni podía ver lo que estaba haciendo.

—¿Lo estás defendiendo? —Pregunté ceñuda.

—No, solo digo lo que a tu padre le estaba pasando, no se justifica ni se defiende lo que tus padres os han hecho a los dos, pero vosotros debéis avanzar y seguir adelante —puso las manos encima de la mesa —si dejáis que todo ese dolor que os han causado gane nunca podréis ser felices, porque es un obstáculo muy grande.

—¿Cómo olvidar el dolor de la pérdida de un hijo? —Preguntó Jano —es imposible.

—Lo sé, pero, ¿en vuestras vidas no tenéis otras cosas? ¿No tenéis más felicidad? ¿Solo miráis hacia el frente? ¿No existe la derecha o la izquierda?

Jano y yo nos miramos.

—La vida puede coger miles y miles de caminos, os puede poner tantas puertas como ella quiera, pero vosotros tenéis la libertad de elegir una de ellas, al abrir una aparecerán otras —sonrió —y vosotros ahora mismo solo estáis abriendo la puerta del dolor, y contra más puertas aparecen seguís cogiendo la misma, no os dais la oportunidad de abrir otras puertas. Si os animáis a dejar de abrir esa puerta, abrir la mente y el corazón hacia otras cosas mejoraréis, tanto como persona como en la relación —concluyó.

A Jano y a mí nos hizo pensar muchísimo. Realmente esa mujer tenía razón, nosotros siempre abríamos la puerta del dolor, no nos dábamos la oportunidad de abrir otras puertas.

—¿Y cómo lo hacemos? ¿Cómo abrimos otras puertas? Nuestra vida se resume siempre en lo mismo —hablé mirando a la mujer.

—Tú misma te has respondido, Arlet, cambiar de aires, hacer cosas distintas, ver las cosas de otra forma —sonrió —vosotros ahora veis las cosas de la misma manera, en vuestra vida ahora todo es de color negro, para vosotros no existe el gris o el rojo.

Cuando la sesión con la psicóloga acabó Jano y yo nos estuvimos mirando por varios minutos sentados en el coche.

—Nosotros también tenemos una venda en los ojos —habló él —. No vemos las cosas como realmente son.

—Lo sé —susurré —nos estamos aferrado a algo que ni siquiera vemos y que nos está destruyendo.

Nosotros mismos nos estábamos dando cuenta de que las cosas no iban por buen camino y que si eso seguía así terminaríamos hundidos en el lodo.

Tipos de besos. +18 (1&2)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora