AVISO
HOLA EN ESTOS PROXIMOS DOS CAPÍTULOS ME TOMÉ LA LIBERTAD DE PONER EN PAUSA LA HISTORIA TORMENTOSA DE NUESTRO KYUBI Y HINATA; VAMOS A DEJARLOS VIVIR CON SUS SUFRIMIENTOS A SU MANERA.
ÉL USANDO EL TRABAJO PARA DEJAR DE ATORMENTARSE Y ELLA BUSCANDO LA MANERA DE PROBAR SU INOCENCIA Y VOLVER A SU LADO.
VAMOS A CONOCER UN POCO DEL PASADO, VAMOS A DESCUBRIR LO QUE PESA SOBRE ALGUNOS DE LOS PERSONAJES QUE YA HAN TENIDO SU PARTICIPACIÓN Y DE OTROS QUE PRONTO APARECERÁN REVOLVIENDO UN POCO TODA ESTA HISTORIA.
NOTA: esperó les siga gustando. Todavía faltan muchas sorpresas. Gracias.
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ANKO
~Anko estrujó con nerviosismo el pañuelo de seda. Sus temblorosos dedos tocaron el bordado y se detuvo paralizada, miró el pañuelo y los recuerdos llegaron a su cabeza como una marejada que no tuvo la fuerza de detener.
Sus ojos se perdieron en el bordado verde menta ya casi sin color por el tiempo.
Se vio asi misma joven con su cabello sujetó por una cinta, cabello negro con un tono azulado. Su madre que era estilista en el viejo barrio de Nottingham, siempre estaba sonriendo saludando a cada uno de los vecinos que se encontraba a su paso. Era joven, despreocupada y libre de ataduras.
No recordaba haber sufrido por amor. Simplemente intentaba vivir el momento y no estar atada a nadie. Trataba de tener suficientes amigos con los cuales divertirse por las noches de los fines de semana después del trabajo.
Ese día, cuando su vida cambio por completo; volvía de terminar su turno en la pequeña oficina contable del señor Fushi. Compró un par de naranjas y una manzana, fruta que le gustaba mucho a su madre, acomodó en el hombro su bolsa y caminó por las calles atestadas de esa tarde de verano, cálida y casi perfecta.
Un gritó la sacó de su pequeño disfrute. Un par de jóvenes corrían escapando de un hombre joven que, por sus ropas no era de la ciudad. Pasaron a su lado arrojándola a un lado haciéndola caer. Su bolsa de compras se rompió dejando escapar la fruta que rodó lejos de su alcance.
Anko cerró los ojos por unos momentos mareada ajena a los gritos, cuando al fin se sintió segura abrió los ojos y se encontró con unos ojos azules muy hermosos
- ¿Esta bien?
Su voz profunda con un acento extraño acarició su cuerpo. Parpadeó confusa y apartó sonrojada la mirada del hombre.
- ¡Esos malditos bastardos! - Gruñó tocando su cabello rubio-, me han robado y a usted la arrojan como si fuera un saco de patatas.
Anko movió la cabeza como si se tratara de un sueño. Ese hombre no puede ser real, pensó. Miró a su alrededor observando a la gente que se había remolinado a su alrededor.
- Yo..., necesito...
- Venga, la ayudo a levantarse.
Las manos grandes y rudas del extraño la levantaron como si fuera una muñeca. Anko ahogó un grito de sorpresa y se aferró a los anchos hombros cubiertos con una caliente chaqueta de lana café.