INCERTIDUMBRE
El sonido del motor del auto la adormecía, todo su cuerpo estaba asimilando todo el estrés de los últimos días. Todavía no sabía que pensar, cuando la puerta se abrió lo primero que le llegó a la mente fue pelear por su vida y por la de su hijo; sujetó el florero dispuesta a todo. Un hombre joven se mantuvo en la puerta buscándola con la mirada hasta que con un dejo de sorpresa la vio."- ¡No! - Exclamó levantando las manos -, no he venido a hacerle daño, yo... sólo quiero arreglar este desastre."
Hinata lo miró desconfiada todavía no sabía si podía confiar en el extraño, aunque al verlo con mucha más atención había algo familiar en él.
"- ¿Por qué? - Preguntó sin bajar la guardia."
"- No quiero tener el peso de algo así en mi espalda - respondió levantando los hombros -. Me enteré que usted pronto tendrá un hijo. Yo no lo sabía, lo siento."
Hinata intentó no parpadear tan sólo lo miró guardando para sí la sorpresa de su respuesta.
"- Yo..., yo tengo un hijo - le dijo incomodo ante la mirada femenina -, yo haría cualquier cosa por él. Esto fue una oportunidad para obligar a la madre del mi hijo que yo soy la mejor opción para tenerlo..."
El brazo de Hinata empezó a temblar, antes de que lo hiciera su propio cuerpo y sin que ella misma o el extraño lo esperaran estalló en un llanto intenso. dejó caer el florero que se hizo añicos a sus pies. El secuestrador se acercó apurado a ella y la tomó en brazos dejándola en la orilla de la cama.
Su cabeza empezó a moverse casi con desesperación. ¿Qué demonios pasaba con la gente? ¿Cualquiera iba a ser capaz de utilizarla por obtener algo de dinero para su propio beneficio? ¡Maldición! ¿Y ella qué? ¿Acaso nadie pensaba en ella? ¿Hasta cuando se iba a convertir en un peón para las demás personas para obtener lo que deseaban?
¡Por Dios! Suspiró sintiendose demasiado cansada. Inclinó la cabeza mirando sus manos que no dejaban de temblar. Ya no podía seguir así, tal vez había llegado el momento de dejar de pensar en los demás y seguir de frente.
"- He venido a llevarla a Londres - le dijo aclarando la garganta -. De verdad lo siento señorita Namikaze."
Se movió en su asiento del sencillo auto. Miraba sin ver, en lo único que su mente parecía querer concentrarse era en lo que hasta ahora se había convertido su vida. La hija perfecta que dejó atrás su sueño para volver a lado de su madre y cuidarla en su enfermedad. La hija que nunca dejaría hundir a su padre por su egoísmo al intentar detener al amor de su vida sin pensar en las consecuencias de sus actos. La que se sacrificó por todo y por nada. La que al final estaba sola sentada en un auto regresando de sus pesadillas a otras nuevas.
Cubrió su rostro con las manos. Ya no sentía dolor. La rabia había ocupado ese lugar.
La imagen de ese hombre alto, fuerte, oscuro, orgulloso..., ese hombre que entró en su corazón lo sostuvo en sus manos y lo arrojó sin importarle lo que pudiera pasar. Ese hombre al que le rogó hasta derramar su alma entera ante él. Un sollozo casi se escapó de su garganta, oprimió sus manos cerrándolas en puños sobre su boca. Naruto Namikaze era la más terrible de sus pesadillas, porque a pesar de todo no deseaba despertar de ese sueño. Porque a pesar de todo lo amaba como nunca amaría a nadie más, pero tenía que despertar por ese niño que iba a necesitarla para empezar una nueva vida y ella se convertiría en su guía, en su maestra, en su amiga, su madre al final del día.
- Hemos llegado.
Hinata parpadeó mirando la calle húmeda por la nieve. Estaban ante la entrada del edificio en donde Naruto tenía el ático. Se irguió tensa y movió la cabeza negando.