Naruto detuvo la risa tan abruptamente volviendo a el gesto adusto de siempre. Nadie en toda su vida lo había sorprendido de aquella manera. Cada vez que estaba cerca de ella algo pasaba que lo mantenía en completa incertidumbre.
Hacia tanto tiempo que no se reía con tantas ganas ante lo divertido y absurdo de aquella situación.
Él, el hijo de un burdo y común comerciante que había tenido la suerte de hacer negocios poco legales y ganar bastante dinero con ellos sin llamar la atención de las autoridades. Él, estaba a punto de convertirse en Barón.
Su padre, Minato Namikaze estaría en esos momentos revolcándose en su tumba sí tan sólo pudiera ver la posibilidad de que su odiado hijo se convirtiera en lo que nunca pudo, ni podría ser.
El odio que había sentido por mucho tiempo afloró en cada parte de su cuerpo. Su padre estaba al fin muerto y se había llevado parte de su alma con él, pero todavía quedaba esa mujer a la que la vida nunca debió darle la posibilidad de ser madre.
Esa mujer aún era capaz de hundirlo en la negrura de su alma, a pesar de mantenerse alejada de él por miles de kilómetros.
- Me has dejado sin palabras - le anunció. - Un tipo como yo convertido de la noche a la mañana en un miembro de la nobleza. Ahora entiendo la relación de tú familia con Sir hizashi.
- Los títulos pertenecerán a la familia - le dijo en un tono de reserva, - nuestro matrimonio no es de lo más normal. Usted esta obligándome a este enlace y yo lo he aceptado por el bienestar de mí familia. Le pido que se redacte un documento en el que usted renuncie a los títulos cuando este matrimonio termine.
-¿Por qué estas hablando del fin de nuestro matrimonio sí aún no se lleva a cabo? - Demandó levantando una ceja con arrogancia mientras cruzaba con elegancia una pierna sobre la otra. - Sin embargo lo tomaré en cuenta en el acuerdo prenupcial. Sir hizashi puede con toda libertad enviar a mis abogados tus condiciones acerca de este matrimonio.
- Un matrimonio solo de nombre.
naruto la miró con burla. hinata lo miraba sonrojada con sus ojos blancos brillando desafiantes.
¿Sabia acaso lo deseable que era? Cada vez que pasaba más tiempo con ella vislumbraba una nueva faceta, era como descubrir una obra de arte cada vez que sus ojos se posaban en ella. Se estaba convirtiendo en una tentación que había llegado a su vida y a la que no podia evitar entregarse.
¿Un matrimonio de nombre? No, de ninguna manera.
- No.
Su respuesta fue tajante. La joven palideció y lo miró ahora con temor y reserva, replegándose como una frágil criatura.
- Mí matrimonio no será sólo de nombre, - le anunció en un tono que no admitía replicas. - Quiero un heredero, una esposa que lleve en sus entrañas a un hijo con mí sangre.