Capítulo 45 (EDITADO)

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No sé cuánto tiempo tardamos en llegar al internado

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No sé cuánto tiempo tardamos en llegar al internado. Egares tuvo que ocultarse en uno de los matorrales que estaban cerca de la puerta principal del internado, a petición de Fire, quien le sugirió que al director del centro no le gustaba que entraran desconocidos, ya que podían ser una amenaza para todos sus alumnos. Entendía el punto de vista del director; era comprensible que quisiera tener vigilancia en todo momento, especialmente en un lugar como Alderic, donde habitaban todo tipo de criaturas, cada una peor que la anterior.

Noté una presión en el pecho. Todavía estaba asimilando lo que nos esperaba. No podía creer que fuera a ver a un dios, y no a cualquier dios, sino a un dios que se llevaba las almas de los muertos a su reino. En ese momento, deseé ser lo suficientemente poderosa como para enfrentarnos a ellos sin necesidad de acudir a otro dios, poder mover las manos y arrancarle la cabeza a Helios.

Era la primera vez que odiaba a alguien con tanta intensidad, pero claro, un dios que mata por diversión era despreciable. Avanzamos con determinación. Los guardias que custodiaban la puerta se inclinaron al ver a Acua y a los demás; a mí solo me miraron con una mueca de desagrado, como si detestaran tener que mirarme.

Ya me había acostumbrado. Las miradas llenas de asco eran habituales, especialmente hacia aquellos que tenían una parte humana, diferente a la que ellos tenían. Al principio llegó a afectarme, pero ahora que estaba siendo amenazada por algo más poderoso, me daba igual cómo me miraran, un día se arrepentirían de ese gesto. Nos adentramos en el centro, donde los seres paseaban animadamente, otros con ganas de matar a alguien. Todo era normal, un día cualquiera en Alderic.

Mis amigos estaban callados; todos estábamos aún en proceso de asimilar lo del inframundo. Daba miedo, pero debíamos ser fuertes, porque si no, el dios Hades nos destruiría como si fuéramos hormigas.

Avanzamos por los pasillos hacia nuestras habitaciones, excepto Aston, que se fue con Dagdas a donde estaban sus cuartos. Dagdas no había dicho nada en todo el viaje; había sido una sombra, callado y silencioso. Sus ojos estaban pensativos, al igual que todos los presentes. Observé cómo su cabello rosado se alejaba de mi vista. Pensé en darle las gracias por habernos guiado hasta la vidente, pero se había ido tan apresuradamente que no me dio tiempo.

Entré en mi cuarto con Anna. Las dos estábamos sumidas en un silencio sepulcral; las dos sabíamos lo que se avecinaba y no queríamos hablar, porque posiblemente, ambas nos pondríamos a llorar. Anna empezó a guardar cosas en su mochila, y la imité. Era extraño ver la daga que descansaba cerca de mí; ni en mis peores pesadillas me hubiera imaginado tener que empuñar un arma de ese calibre.

Hubo una vez en que Yulen me entrenó y me preguntó si tenía las mismas habilidades que mi padre, las mismas habilidades que un guerrero. No, no tenía esas habilidades. Era torpe y apenas podía sujetar bien el arma. Debía entrenar más, luchar más, porque estaba segura de que esta no sería la primera ni la última amenaza a la que nos enfrentaríamos, de eso estaba segura.

La Reina De La Tierra-Primer libro De La Saga: Elementos- (EDITANDO) 2ª VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora