Capítulo 34

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No pude estar tranquila

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No pude estar tranquila. En mi cuarto, empecé a pasearme de un lado a otro. El miedo estaba tan presente en mí que no paraba de mirar a todos los lados, a la espera de que mi verdugo se presentara y acabara conmigo. No es que quisiera eso, pero sabía que no tenía ninguna posibilidad de luchar contra un dios. Tenía que ser realista. Este era mi final. Estaba tentada a ir donde estaba los reyes, decirles quien era y que acabaran conmigo ellos mismos antes de darle el placer a ese asqueroso dios.

No tuve el valor de hacerlo. En mi cuarto, con las lágrimas saliendo de mis ojos, sentía como cada vez esta sala se hacia más pequeña. Me senté en el suelo. Pegué mis rodillas en el pecho. Empecé a contar número a enumerar los objetos que estaban esparcidos por el cuarto. Tenía que cesar sí o sí mis lágrimas y mi patente ataqué de pánico. Detestaba llorar. Desde que había venido a este sitio no había hecho otra cosa. No es que pudiera fingir que era fuerte, no en la situación en la que me encontraba. Mi vida tenía fecha de caducidad, y era como una cuenta atrás que no podía parar. La bilis me subía por la garganta, ardía.

Tenía unas inmensas ganas de vomitar. Me lo impedí. Debía pensar con claridad o al menos intentarlo. Tenía que pedir ayuda a alguien para que me dijera que tenía que hacer en este momento. No sabía en quién podía confiar. Todo era tan confuso que asustaba. ¿Cómo se había despertado? ¿quién lo había hecho? Las preguntas me atormentaban. Estaba claro que me quería enterrar bajo tierra. Que ironía que, siendo la reina de la tierra, acabaría de ese modo.

Así sería mi final. Esperaba que no fuera cruel y acabara pronto con esta angustia. Alguien llamó a la puerta. Me puse tensa, mis manos temblaba. Los golpes no cesaban y cada vez eran más fuertes, Dirigí mi mirada a todos lados, ideé un plan para escabullirme por la ventana, huir y no mirar atrás, era tentador. Debía irme de este sitio. El dios ya sabía que estaba viva, lo que significaba que no estaba a salvo en ningún lado. Algo me decía que no pararía hasta verme sin vida. Los golpes no cesaron. Las lágrimas salían con más fluidez de mis ojos.

Estuve incitada ha abrir la puerta, darle la bienvenida a quien fuese y esperar a ver lo que pasaba, pero debía ser prudente y no dejarme llevar por el pánico. El puto miedo era lo que me había dejado paralizada, el puto miedo era lo que no me dejaba salir de ese cuarto y enfrentarme a la persona que estaba en el exterior.

—¡Asia abre! ¡No tengo paciencia y estoy a punto de tirar la puerta abajo!—escuché la voz de Aston. Mi corazón se tranquilizó un poco.

Mis piernas se movieron. Me dirigí a la puerta y al abrirla, el lobo se adentró en mi cuarto. Le contemplé incrédula. Se pasó los dedos por el pelo. Aprecié su irritación. No discerní si había sido buena idea dejar que entrara en mi cuarto y en el humor en el que se encontraba.

—Asia, ¿ahora qué coño te pasa? En serio, me estás agotando. No te cuidas ni te proteges, ¿qué quieres, morir? —aquellas palabras atravesaron mi mente. De nuevo, las lágrimas salieron de mis ojos al oír la palabra: "muerte".

La Reina De La Tierra-Primer libro De La Saga: Elementos- (EDITANDO) 2ª VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora