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El festival cultural no se terminó como se había planeado, un par de enchufes mal conectados hicieron cortocircuito y varias chispas prendieron en fuego el escenario que tuvieron que armar en el interior del edificio gracias a la lluvia del exterior; lo que dejaba a Mukuro como un héroe por haber activado la alarma a tiempo, antes de que ocurriera una tragedia. 

Los participantes en dicho evento fueron haciéndose menos conforme el sol se ocultaba para darle paso a la oscuridad de la noche, fue así hasta que los únicos que quedaban en el área eran los mismos que estaban en la sala del comité disciplinario antes de que la alarma sonara, a excepción de Mukuro, Chrome y Reborn. 

Tsunayoshi se puso de puntillas una última vez, tratando de ver al azabache que seguía platicando con los bomberos, y suspiró al darse cuenta que posiblemente tardaría más de lo esperado. 

—Décimo, ¿lo acompañamos a su hogar? —Gokudera provocó que su atención se dirigiera a él—. Seguramente Reborn-san lo está esperando. 

—No —resopló por la nariz y torció la boca, estaba molesto por la invasión a su privacidad—. No quiero ir a casa. 

Hayato parpadeó perplejo, jamás creyó escuchar esa oración proviniendo de él, apretó los labios al quedarse sin palabras y dirigió su mirada hacia el portón de la escuela, notando que Yamamoto le hacía señas con los brazos levantados. —Ya llegó el taxi, ¿vendrá con nosotros? 

—Gracias —su expresión se suavizó casi al instante, moviendo su cabeza de un lado a otro para negar—, pero quiero hablar primero con Hibari-san. 

Un breve momento de silencio, sus temores le impedían pensar con total claridad; aún no pasaban más de 24 horas y ya estaba siendo desplazado por su mejor amigo. Bajó la mirada, sintiendo como si en cualquier segundo proyectaría sus miedos, y apretó los puños con fuerza en un intento de controlarse, había tantas cosas en su mente que le era complicado concentrarse en algo. 

— ¡Gokudera! —Gritó Yamamoto desde donde se encontraba, agitando más los brazos para volver a capturar su atención—. ¡Es hora de irnos! ¡Nos vemos luego, Tsuna! 

El castaño se despidió agitando la mano con una sonrisa en su rostro. 

—Nos vemos allá, ¿décimo? 

—Uhm... No estoy seguro... —Dudó, no sabía qué tanto tiempo le llevaría hablar con Kyoya y no quería molestarlo tan tarde—. Ah, perdón, yo te envío un mensaje —se apresuró en despedirse, los bomberos finalmente habían terminado su exhaustiva conversación con el azabache, y caminó velozmente para alcanzarlo. 

Hayato lo siguió con la mirada, incapaz de sentirse peor de lo que ya estaba; se torturaba a sí mismo haciendo una cuenta regresiva de los días que le quedaba para seguir siendo útil para el castaño, pronto sería reemplazado junto con Yamamoto y le dolía en el pecho ese sentimiento. 

Tsuna logró detener a Kyoya antes de que ingresara de nuevo al edificio junto a Tetsuya, sujetándolo de la muñeca accidentalmente; su intención era tomarlo de la manga, pero como iba a tropezar con una piedra no tuvo de otra que sostenerlo de ahí desesperadamente para no caer al suelo. 

— ¿Hm? —Su mirada grisácea bajó con rapidez para encontrarse con el castaño del cabello, hizo una sonrisa ladina que intentó ocultar antes de que Kusakabe se diera cuenta y carraspeó para que su dulce voz no se hiciera presente—. ¿Necesitas algo, omnívoro? 

—Yo me ocuparé de cerrar, Hibari-san —el segundo al mando del comité disciplinario colocó una mano en su pecho mientras esbozaba una sonrisa sincera—, puede irse si así lo desea —dio un par de pasos de reversa y dio media vuelta para darles algo de privacidad—. Nos vemos mañana —empezó a caminar hacia el interior sin esperar una respuesta, pensando que ese tiempo lo podrían usar ambos para aclarar las cosas entre los dos pues no se había enterado de lo del baile entre ellos. 

Quiero bailar con alguien que me ame. [KHR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora