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Hibari mantenía su vista fija en la ventana, observando a Tetsuya cerrar el portón para que ya nadie más entrara; otra vez había faltado, ya era la tercera en la semana. Bajó la mirada para ver la mano que había sido golpeada a forma de rechazo desde la última vez que lo vio, recordando vívidamente el sonido de la agresión injustificada al querer ayudarlo, y pasó un par de dedos a su avecilla amarilla que acababa de posarse en su mano. 

No quería admitirlo, pero estaba preocupado por él. Recordaba con dolor su semblante bajo la lluvia, notando que parecía no haber ningún rastro de amabilidad en éste cuando normalmente era lo contrario, sus hombros temblando le hacían sentirse con falta de aire, tenía unas inmensas ganas de consolarlo hasta que estuviera tranquilo, y sus ojos que habían perdido el brillo era como una estocada en su corazón. 

Alguien le había hecho un daño descomunal y no descansaría hasta hacerlo implorar por su muerte, porque morderlo hasta la muerte no sería suficiente para Kyoya. Él quería hacer justicia por el castaño, incluso más que eso. 

Sin embargo, necesitaba saber con exactitud lo que había sucedido aquella odiosa noche. ¿Habrá sido esa herbívora simplona? Sus ojos grisáceos se detuvieron en uno de los cajones de su escritorio, donde mantenía guardados los obsequios que Tsuna había dejado atrás cuando emprendió su exitosa huida. 

—Hibari-san —su subordinado más fiel habló desde la entrada de la sala del comité, acortó distancia con rapidez y le entregó su celular al mencionado para que pudiera ver un video que le acababan de compartir—, tiene que ver esto. 

El demonio de Namimori tomó el móvil, haciendo que Hibird saliera volando por la ventana, y vio el infierno que le hicieron vivir a Tsunayoshi en el día del baile; aquellos pocos minutos de duración lo sintió como una eternidad, el mundo era una completa mierda si permitía que le sucediera algo tan horrible a alguien como al castaño. 

Aquel pequeño ser de luz, lleno de gentileza y bondad, había sido maltratado y no por una sola persona. 

Le devolvió el celular, aparentando que aquello no le había afectado en lo más mínimo, que no quería ver correr sangre de los malditos herbívoros responsables de semejante atrocidad; maldita sea, realmente necesitaba golpear a alguien para poder tranquilizarse. Se sentó tranquilamente frente a su escritorio y, colocando los codos sobre éste, flexionó ambas muñecas para apoyar su barbilla en sus manos, pensando en qué era lo que debía hacer para no dejar que sus emociones influyeran en sus decisiones. 

— ¿Quién subió el video? —Cuestionó de pronto, tratando de sonar lo más natural posible. 

—No sabemos —respondió en contra de su voluntad por miedo a hacerlo enojar más, sabía que estaba en la cuerda floja y que cualquier error, como el no anticiparse con la información, podría empeorar enormemente el asunto—, pero —agregó tras unos segundos de silencio, justo a tiempo antes de que su temible líder se enojara más— el que aparece con Sawada es Mochida Kensuke, capitán del club de Kendo.

—Traelo —ordenó con autoridad, sabía con exactitud de quién se trataba ya que lo ha mordido hasta la muerte un par de veces por pasar tanto tiempo en el baño arreglando su cabello, y se inclinó hacia el frente cuando se percató que Tetsuya se retiraba a cumplir con la indicación recibida—. Antes, enviame el video y... —Dejó descansar su espalda en el respaldo del asiento—. Consigue una máquina para afeitar. 

El hombre de cabello estilo pompadour asintió en silencio, imaginando lo que su temible líder tramaba, y se detuvo en la puerta, recordando una noticia buena que podría levantar un poco su ánimo. 

—Por cierto, desde que Sawada no viene no hemos tenido reportes de ese pervertido. 

Asintió ante la noticia y se giró en la silla para ver el gran ventanal por el cual vigilaba la entrada y salida de los estudiantes; estaba seguro que ese desgraciado estaba detrás del castaño y el que no se haya aparecido por el lugar casualmente los mismos días qué Tsuna tampoco se lo confirmaba.

Quiero bailar con alguien que me ame. [KHR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora