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Escuchó un par de pasos provenir desde el fondo del salón, viéndose obligado a girar para ver a la persona que había hecho ese comentario tan... Acertado. Escudriñó con la mirada, observando los destrozos que ocasionó la pelea y se recordó a sí mismo en morder hasta la muerte a los herbívoros que dañaron a la escuela, y la dejó fija en la figura que emergía con lentitud de la oscuridad, como un monstruo que revela su identidad a la víctima antes de que huya.

Una mueca de desagrado apareció en su rostro.

—Tomaré tu silencio como un sí —hizo una pequeña sonrisa de lado, creyendo que había acertado en su suposición—, supongo que por eso nunca pude llamar tu atención.

El rostro de Kyoko se volvió serio tras sus últimas palabras, recordando sus intentos fallidos por enamorarlo, porque sabía que si alguien como él caía ante sus encantos estaría muy bien posicionada y su poder cubriría por completo la escuela. Esa era su manera de actuar, buscando su propio beneficio a costa de los otros, dándole igual si tenía que ilusionar o mentir.

No importaba la manera si ella resultaba victoriosa.

— ¿Qué quieres? —Preguntó con frialdad, navajeando el silencio que los rodeaba sin temor; él disgusto que reflejaba molestaba enormemente a la castaña, odiaba que él fuera inmune a su resplandeciente belleza y sus encantos.

Su mente no dejaba de repetir que hubiesen sido la pareja perfecta, que en realidad no lo es; la chica más bella de toda la escuela junto al chico frío, distante y fuerte... Hubiesen dado mucho de qué hablar durante años, posicionándolos en la cúspide de la pirámide sin dudar.

Ella hubiese podido conseguir todo lo que quisiera sin tener que pronunciar ni una sola palabra, porque nadie duraría en darle algo si tenía de pareja al demonio de Namimori. Hubiese sido imparable.

Y él, bueno... Podría presumir que tenía una novia idol.

Sin embargo, en uno de sus intentos para llamar su atención, un Hibari hastiado de la repetitiva situación le dejó muy en claro lo repulsiva que la encontraba. En sus palabras, la definió como una devoradora de corazones sedienta de fama y poder; y aunque tuviera razón, ella se ofendió y declaró una guerra fría, en silencio, esperando un descuido de él para atacar. Y parecía que finalmente lo había encontrado.

—A Tsuna —contestó sin vacilar, sonriendo tras notar su leve reacción—, no me malinterpretes, cariño —caminó coquetamente hasta él, como lo había hecho tantas veces en el pasado, y se inclinó hacia el frente para ver su rostro desde abajo, manteniendo esa maldita sonrisa estática—. No estoy interesada en él, pero es muy bueno con los regalos, ¿sabes? A pesar de que es un inútil.

—Él ya te olvidó —puntualizó con seriedad, viéndose afectado por la forma tan grosera que hablaba de él.

No tenía la menor idea de si lo que estaba diciendo era verdad o se le acercaba un poco siquiera, pero quería dejar en su lugar a esa cretina de mierda. Le daría un fuerte golpe a su orgullo si descubre que alguien como Tsuna, siendo tan impopular, no estuviera interesado en ella.

—Así que lo viste —retrocedió un poco, manteniendo una corta distancia entre ambos, y finalmente la sonrisa que tenía en su rostro se desvaneció con amargura, fastidiandose por recordar los ojos grises que la miraban con superioridad durante aquel maldito beso—. Esa chica no es nada —apartó la mirada, dudando de lo que decía—, soy mil veces mejor.

—Pero ella le dio su primer beso —su comentario le llegó como una bofetada en el rostro, sacudiéndola violentamente contra la nada por darse cuenta de qué tan importante pudo haber sido aquella muestra de afecto para el castaño; en ese momento, temía de no ser capaz de recuperarlo—. ¿Hm? ¿No lo sabías?

Quiero bailar con alguien que me ame. [KHR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora