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Gokudera por primera vez leyó los mensajes escritos en el interior de la puerta del cubículo del baño en el que se encontraba, siempre los había ignorado ya que eran de muy poco interés para él; pero en esa ocasión, no tenía nada más qué hacer. Sus nervios le obligaron a esconderse en el lugar más privado que pudo pensar y por cómo había huido de una incómoda conversación prefería quedarse ahí hasta que Takeshi se cansara y se fuera, dándole la oportunidad perfecta para regresar a Italia y fingir que había alguna clase de emergencia familiar.

Por desgracia, no era tan sencillo. Movió ligeramente la cabeza, logrando ver lo que había al otro lado de la puerta gracias a la pequeña ranura que había a los costados de ésta y sintió como el peso de sus hombros desaparecía al darse cuenta que ya no estaba él ahí. Era el momento justo para esfumarse antes de que decidiera aparecer de nuevo.

Observó una última vez el nombre que trataban de ocultar con varios rayones en la puerta y quitó muy silenciosamente el seguro mientras empujaba con lentitud, procurando no hacer ruido en caso de que el idiota del béisbol estuviera escondido en algún lugar cerca.

Se sentía como alguna clase de criminal que necesita huir de la escena antes de que lo atrapen; dejó escapar una pequeña bocanada de aire, recordando avergonzadamente lo que lo orilló a ocultarse como un maldito cobarde.

Después de que Hibari y Kyoko lo abordaron en el pasillo, se dispuso a indagar las razones por las que Yamamoto había hecho su tan radical cambio de look; tomó al beisbolista del brazo con fuerza de la muñeca, jalandolo para llevárselo con él sin importarle que estaba hablando con un par de personas más, y se encerraron en un salón vacío cuando lo localizó.

Como no pretendía gastar su preciado tiempo en una discusión posiblemente sin sentido, aceptaría la primera respuesta que Yamamoto diera. No le importaba si fuese lo más estúpido que jamás había escuchado, la aceptaría con tal de poder librerarse de sus tontos pensamientos que le decían que él era la razón del porqué había hecho eso y poder darle una explicación a Tsuna para que estuviera tranquilo.

Y recibió la respuesta a la cual no estaba preparado, palabras que lo hicieron huir antes de que él pudiera agregar algo más, frase que era motivo suficiente para regresar a Italia y quedarse ahí por un largo tiempo. Yamamoto nunca había sido tan directo como esa vez y no recordaba la última vez que sus ojos vislumbraron con tanta determinación.

Lavó su rostro con agua, queriendo aniquilar esos malditos sentimientos que empezaron a revolotear por lo que el azabache había dicho, y alzó la mirada para ver su reflejo en el espejo; se sentía como un grandísimo idiota por permitir que una simple oración lo afectara de semejante manera. Sus grandes ojos verdes se movían de un lado a otro, inspeccionando minuciosamente cada uno de sus rasgos mientras escuchaba con claridad las palabras que lo atormentaban en su cabeza; su corazón volvió a acelerarse y la vergüenza apareció en su rostro en forma de rubor. Era un idiota.

—Al fin sales —Hayato divisó en el espejo que detrás de él estaba Takeshi, seguía siendo una tortura ver su cabello amarillo, y cuando se percató que él estaba viendo sus ojos en el reflejo de éste, desvió la mirada hacia abajo para fingir lavarse las manos.

—Te dije que no me esperaras —espetó con mal humor, haciendo un gran esfuerzo para mantener la calma y que sus pensamientos no volvieran a evocar la incómoda conversación de la que escapó.

—Tenía que hacerlo, después de todo huiste cuando...

—Debiste haber ido con el décimo —se apresuró para volver a hablar, manteniendo su mirada fija en el agua que seguía corriendo, y gracias a los nervios que empezó a sentir su postura cambió a algo más rígido; su mente lo imaginaba como un robot lavándose torpemente las manos que ya estaban limpias.

Quiero bailar con alguien que me ame. [KHR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora