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Tsunayoshi miraba el techo de su habitación, esperando que sus cobijas volvieran a generar el calor que había perdido tras haberse dado una ducha; aún se negaba salir de su habitación, no tenía el suficiente valor para revelar sus tragedias. 

El sonido de las gotas de lluvia golpeando su vivienda le traía la fría memoria de él y Hibari después de haber salido del gimnasio; si pudiese regresar el tiempo hubiera cambiado su manera de actuar ante él. 

Dudaba que siguieran siendo un secreto para los adultos de la casa, seguramente hicieron hasta lo imposible por sacarle algo de información a Hibari. 

Se sintió abrumado de solo imaginarse la situación, era claro que tendría que disculparse por ambos para evitar problemas con él. 

Giró levemente su cabeza, leyendo el reloj digital que estaba sobre su cómoda; se preguntaba a qué hora volvería a ser visitado por el respetable líder del comité disciplinario de su escuela. 

Por alguna razón le emocionaba que él volviera a apartar un poco de tiempo para acompañarlo, le daba esa sensación de importancia que era justo lo que necesitaba para sentirse mejor consigo mismo, aunque sus motivos eran para descubrir los individuos responsables de lo sucedido en el baile. 

Suspiró. 

Todo había quedado arruinado, sus posibilidades de tener un romance escolar habían bajado a números negativos, ¿acaso era posible eso? Estaba seguro de que Kyoko nunca le haría caso, no después de la humillación que pasó frente a ella. 

Le dolía recordarla riéndose de él junto a las demás personas que lo señalaban; le era imposible imaginarse quién sería tan horrible para aprovecharse de su oportunidad de oro y convertirlo en aquel trágico evento. 

Fue un error haber bajado la guardia; como de un día para otro las agresiones y bromas hacia su persona habían disminuido considerablemente creyó que su infierno estaba llegando a su fin. 

Su vista empezó a deformar los números del reloj gracias a un par de lágrimas que amenazaban con salir; se sentía como un idiota, debió haberle hecho caso a Gokudera cuando le dijo sobre no confiar en los demás. Pero le emocionó tanto que la chica perfecta de Namimori le hubiera hecho caso que se cegó a sí mismo, impidiéndole ver que la gente envidiosa estaría detrás de él. 

Giró sobre la cama, observando como la poca luz de un rayo en el cielo intentaba infiltrarse por los lugares que la cortina no alcanzaba a cubrir bien; había pasado un día más sin darse cuenta de aquello. 

¿Por qué el universo era tan cruel con él? ¿No merecía un poco de felicidad? ¿Qué necesitaba hacer para conseguirlo? 

Tomó su celular, en un intento de borrar sus oscuros pensamientos que de vez en cuando se apoderaban de su mente, y leyó sus mensajes pendientes desde la barra de notificaciones; no quería entrar a ningún chat para evitar dejar evidencia de que lo había leído. 

Tenía varios mensajes de Gokudera, era imposible leerlos todos ya que enviaba varios conforme transcurría el día, había otros tantos de Yamamoto, los cuales siempre buscaban la manera de animarlo, y había varios en el chat de su salón de clases, aparentemente habría un festival cultural en la escuela y estaban discutiendo qué iban a hacer en el salón; por desgracia, no había mensajes del azabache. 

Se preguntaba si era estúpido sentirse ansioso en espera de alguna señal de él; le había dicho que regresaría, pero nunca acordaron la hora por lo que era un martirio ver los números de su reloj incrementar sin que se hiciera presente. 

De su cajón agarró un dulce, quizás era momento de hacerse a la idea de que él no iría a visitarlo nuevamente. ¿Por qué lo haría? Se sentó sobre la cama, abrazando con fuerza sus rodillas con uno de sus brazos mientras que el otro se ocupaba de agarrar un par de malvaviscos. 

Quiero bailar con alguien que me ame. [KHR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora