Seis

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Maratón (2/3)

***

Lauren Jauregui quería hablar con ella después de haberla ignorado por días, pasar de largo, golpear a Normani sin razón alguna y mandarla a la mierda. Soltó una risita sarcástica, no tenía ganas de lidiar con su genio. Definitivamente tenía mejores cosas que hacer.

-Pues ahora no quiero hablar contigo, lo siento -la pelinegra se dio la vuelta y suspiró. Metió las manos  en los bolsillos y caminó dando zancadas largas para alejarse lo antes posible.

-¡Espera, _____*! -se emparejó a su costado y empezó a caminar a su ritmo. No quería mirarla porque sabía que terminaría cediendo, siempre era lo mismo. -Sé que no me porté bien, ¿de acuerdo? Por eso necesito que hablemos.

-¿Para qué? Creo que lo dejaste muy claro el otro día, dijiste que no me metiera en tu camino de nuevo, yo aprecio mi rostro, no quiero que me rompas la nariz -el sarcasmo hizo justo lo que pretendía.

La ojiverde se puso de los nervios. ¿Y si de verdad  había perdido ya a su mejor amiga por no escucharla antes? La tomó del codo para detenerla y se detuvo  en seco, pero no la enfrentó. Estancó la mirada en un bote de basura verde que estaba enterrado en el suelo. Un perro olfateaba el metal y levantó la pata  para marcar territorio. Con una mueca, la miró. Lauren estaba frente a ella con esa mirada que la enervaba.

-Lo siento, estaba enojada.

-Porque soy lesbiana -bufó entre dientes.

-No, no me molestan tus preferencias sexuales, me  enfurece que no me lo hayas dicho. Somos como hermanas, ¿por qué no confiaste en mí?

Intentó ignorar la punzada de dolor que le produjo  la frase «somos  como hermanas». Las hermanas  no debían sentir lo que sentía por ella. La enterró en alguna parte de su cerebro y la guardó bajo llave  porque no quería seguir atormentándose con algo  que iba a pasar toda la vida, si es que toda la vida la tenía a su lado.

Estaba cansada de sentir esa atracción, ese amor. Deseaba con fuerzas arrojarlo al vacío y seguir con su vida. Deseaba ver a Lauren con un chico y no  sentir que el alma se le dividía por la mitad; pero, sobre todo, quería mirarla y ofrecerle una amistad sincera porque se lo merecía.

Y se sentía miserable también, como una pequeña basura, al esconderle cómo la veía. No obstante, y aunque una buena amiga habría sido honesta, no quería ver cómo se asqueaba de lo que la pelinegra consideraba puro.

-No es que no confiara en ti, Lauren, deja de hacerte la víctima. No tienes idea de lo difícil que es, tuve que aprender a aceptarme, fue tan difícil porque detestaba ser homosexual, odiaba que los chicos no me gustaran como a las otras. Si ya fue complicado para mí, sería peor para el resto del mundo.

-¿Ibas a decírmelo alguna vez? -preguntó.

Lo sopesó, dudó por un instante, pero los hombros de la más alta cayeron.

-Sí, no me gusta fingir, estoy harta de tener que mostrar algo que no soy.

Su tono melancólico hizo que la ojiverde se sintiera  la peor de las personas, ¡mierda! La había lastimado. Se había comportado como una desgraciada homofóbica con su mejor amiga casi como una hermana, con la persona que siempre había estado ahí para apoyarla cuando se deprimía por su padre ausente. ________ jamás  se  quejó, la ayudó a salir adelante.

-¿Tus padres lo saben? -recibió una mirada de incredulidad y una carcajada

-¿De verdad crees que seguiría viviendo en esa casa si lo supieran? No quiero imaginar lo que dirá mi padre el día que se entere de que me gustan las vaginas.

Lauren se atragantó con su saliva y tosió. Escuchar  todo eso era todavía demasiado extraño. Sabía que no debía decir cosas tan directas, porque estaba asimilando que su amiga era diferente a lo que creyó que era; pero era mejor arrojarle toda la bomba.

-¿Esa chica es tu... pareja? -al principio no captó la pregunta, levantó una ceja y la vislumbró señalar el  restaurante con la barbilla. -La meserita, ¿es tu novia?

Le estaba costando sobremanera pronunciar las preguntas, quería hablar en un lugar más privado y no ahí, en medio de la calle, con las personas yendo de un lado a otro. Sin embargo, ________ estaba  estancado en el suelo, estaba dejando claro que no quería estar a solas con ella, y eso le dolió. No supo por qué.

¿Las cosas iban a cambiar ahora? la más baja sabía  que nada sería lo mismo, pero estaba dispuesta a intentarlo porque la quería, no veía su vida lejos de esa chica. Le gustaran los hombres o las mujeres o  ambos, era su amiga, su cómplice y compañera de travesuras desde siempre.

-Nop, no tengo pareja por el momento -dijo, evitando el contacto visual.

-¿Por qué la besaste el otro día si no es tu pareja? -cuestionó con los puños apretados.

-Mierda, Lauren, ¿por qué demonios besas tú a los   chicos? ¿Eh? Es exactamente lo mismo, solo que no me van los penes.

Las dos se miraron con furia, ni siquiera entendían por qué estaban tan molestas.

-¡Es una maldita pregunta! Disculpa, solo quiero saber, ____*, tampoco es fácil para mí. Somos  amigas, así que ayúdame un poco a que sigamos siéndolo, te comportas como si no te importara.

La mencionada suspiró, el nudo en su garganta  amenazaba con ahogarla. No quería ser una idiota, por algún motivo no se sentía cómoda hablándolo con la ojiverde. No pretendía perderla, pero tampoco la quería demasiado cerca.

-Lo lamento -susurró. -Nunca he hablado de esto con alguien y... es... Me da miedo.

Evitó comentar que Dinah ya lo sabía, pues eso la molestaría aún más.

La sintió acercarse, Lauren buscó su mirada y le  sonrió con sinceridad. Su corazón dio un vuelco, ¿por qué no actuaba como hace unos días? Todo sería más sencillo si se alejaban.

-Está bien, no voy a juzgarte, _________, ¿cuándo lo he hecho?

Le regresó la sonrisa y enfocó sus ojos, esos en los que quería perderse. Nunca alcanzaba a admirarlos del todo, debía quitar la vista.

-Nunca, excepto cuando te enteraste de que me gustaba ponerle salsa kétchup a la pizza.

La otra lanzó una carcajada al recordar el suceso. Después la seriedad volvió a su rostro.

-¿Me has perdonado? -preguntó.

-Sí -la mayor agachó la cabeza para que no viera por qué la había perdonado.

No iba a perderla, no a Lauren, así que haría todo lo posible por asesinar los latidos de su corazón, iba a  hacer cualquier cosa para dejar de quererla de esa manera. Estaba segura de que, cuando todos se enteraran, la único que quedaría sería Lolo, no permitiría que sus sentimientos la apartaran. No soportaría no tenerla en su vida.

Las dos caminaron por la avenida sonriendo, ambas  con un propósito: no perder a la otra.

La Sintonía de los Colores (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora