Quince

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No la vio durante dos días, pero si se mantuvo en contacto por medio de mensajes de texto. No le gustaba hablar con Lauren de ese modo porque era demasiado cortante, más cuando se acercaban los exámenes y no había poder humano que la sacara de sus libros.

Era una gran estudiante, debía mantener sus notas para permanecer en el equipo, hacía cualquier cosa por su deporte favorito, pues era lo más importante para ella.

El alma se le cayó a los pies cuando entró a la escuela y se topó con un cuadro desagradable, el abismo se extendió frente a ella al contemplar como tomaba la mano de su novio. Estaba en el pasillo, recargada en su casillero con un pie doblado por la mitad. Rodeada por sus compañeras de baloncesto, reía de algo que estaban diciendo. Tony se aferraba a su brazo, pegada a su costado, y la rodeaba la cintura.

Le dolió, mierda, como si alguien le hubiera clavado una estaca en el pecho.

Sintió que su mundo se rompía en mil pedazos al mirar esa escena, ¿la había estado evitando? ¿Por eso no había sabido nada de ella más que unos cuantos mensajes? No se le ocurría nada más, definitivamente ocurría algo. Ahí estaba ella, abrazando al chico después de todo lo que había pasado, paseando con él por los pasillos como una gran pareja feliz.

No podía exigir nada, porque si _______ sabía algo era que besar a otra mujer no te convertía en lesbiana, algunas solo lo hacían para experimentar, otras por diversión. Le dolió la idea de Lauren utilizándola de cualquier forma.

Temblorosa, respiró profundo e ignoró el cosquilleo persistente que sintió en sus yemas. La nariz le picó, al mismo tiempo un enojo fluyó por su sistema.

En ese momento los ojos de su amiga se levantaron y contactaron con los suyos, se quedó quieta regresándole la mirada, la observaba penetrante, ni siquiera disimulaba que la estaba viendo. La pelinegra no lo soportó, así que parpadeó y se alejó dando zancadas largas, los pasó ignorándolos y entró al baño con pasos apretados y los latidos en la garganta.

Se detuvo frente al espejo y abrió el grifo para mojarse la cara, repitió el proceso un par de veces y se rogó calma. Un beso no tenía por qué cambiar las cosas, ¿o sí? Escuchó que la puerta se abrió, no comprobó quién era, pues estaba quitando las gotas de agua de su rostro. Se enderezó y se quedó atónita al ver el reflejo de Lauren, estaba detrás de ella, tragó saliva con nerviosismo. Las comisuras de la ojiverde temblaron, sin despegar la mirada se acercó a uno de los lavabos y se enjuagó el rostro como ell segundos atrás.

-En Coven -dijo Lauren.

Cerró la llave, tomó una toallita del dispensador, se limpió el rostro y salió dejándola impactado. ¿La había seguido al baño? Quiso carcajearse, y ya más animada se dedicó a sus clases por el resto del día.

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A la hora de la salida se montó en su bicicleta y pedaleó hasta llegar a esa arboleda que era especial para ambas. Descendió del transporte y la empujó por el manubrio, internándose entre los árboles.

Caminó por un sendero conocido hasta que llegó a su lugar favorito, había un tronco enorme y piedras, dejó la bicicleta apoyada contra el roble y fue a sentarse en el suelo del lado contrario, apoyando la espalda en la madera.

Suspiró profundo y miró hacia arriba, se veía el cielo detrás de las copas verdes y frondosas, Esperó pacientemente, y unos cuantos minutos después escucho unos pasos. Vislumbró las botas de cuero de Lauren acercándose, su amiga se dejó caer a su lado. Llevaba el short del uniforme del equipo de baloncesto, seguramente tendría entrenamiento más tarde.

Sus hombros quedaron juntos, al igual que sus muslos. La ojiverde llevó una mano hacia su cabeza para revolverse el cabello castaño.

-El viernes mamá preparará comida italiana para la cena, quieres quedarte en casa? -invitó la chica.

La Sintonía de los Colores (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora