Cuatro

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Las cosas pasaron demasiado rápido como para
poder entenderlas y controlarlas. _________ no esperó que Lauren reaccionara de esa manera, creyó que iba a gritar o a hacer un escándalo sobre el tema.

Esperó que se fuera del lugar llena de indignación; pero jamás que se pusiera como un toro y se le lanzara a la chica desconocida para golpearla. Su rostro era de color rojo, parecía que iba a explotar en cualquier momento, soltaba bufidos entre dientes y apretaba los puños. La cólera se sentía en el aire porque sus ojos verdes ardían, incluso parecían más oscuros.

-¡Hija de puta! ¡Métete con alguien de tu tipo! -gritó antes de abalanzarse. La chica no tuvo tiempo para reaccionar, sus exclamaciones la dejaron perpleja.

La ojiverde agarró a la pobre muchacha de la camisa con violencia y la zarandeó, luego la estampó contra la pared y empezó a maldecirla. La pelinegra estaba muy aturdida como para detenerla, la sorpresa era tal que no fue capaz de moverse o pronunciar palabra alguna durante unos cuantos segundos.

El primer golpe cayó directo en el pómulo, el segundo en la mandíbula, después ya no vio más. Escuchaba los quejidos, los gemidos, los impactos de las agresiones, las respiraciones pesadas de aquella con la que creció y los insultos. Jamás la había visto tan enojada. Si no hacía algo iba a matarla.

Esa idea la sacó de su aturdimiento y fue a separarlas. Con más fuerza de la necesaria la tomó de los hombros y la obligó a levantarse, pues ya estaba a horcajadas de la otra, repartiendo golpes como una maniática. Lauren estaba fuera de sí.

En otras circunstancias se habría burlado de ella y el suceso pasaría a la lista de cosas para recordar; pero no creía que la ocasión fuera a ser graciosa alguna vez.

La ojiverde se tambaleó ante la rudeza del jalón y talló su rostro con frustración. Observó a la desconocida, que comenzaba a levantarse del suelo con torpeza.

-Estás enferma -dijo la agredida con la voz débil. Limpió su comisura con la manga de su ropa y escupió.

-¡Tú eres la maldita enferma!

Intentó golpearla de nuevo, pero _______ la detuvo empujándola una vez más, reteniéndola para que se tranquilizara. Los estragos del asalto eran visibles, una línea rojiza salía de su fosa nasal. Era grande, la pelinegra no entendía por qué no se había defendido, claramente habría podido derribarla y vencerla. La mirada que le dio no le gustó en absoluto. La vio escabullirse y perderse entre el gentío.

¡Genial! ¡Simplemente estupendo!

Retrasó todo lo que pudo el momento, pero tuvo que enfrentarla. Lauren no se veía contenta, ¿qué estaría pensando? Tenía pánico de abrir la boca, tenía pavor de moverse y empeorar las cosas.

-Vámonos -fue lo único que se le ocurrió decir.

No comprobó que la siguiera, ni siquiera se atrevió a dirigirle otra mirada, se dio la vuelta y comenzó a caminar a la salida. Esquivó a unas cuantas personas. Todos estaban más concentrados en divertirse que en preguntar por qué se iban tan pronto. ¿Qué iba a hacer ahora? No podía esconderse en un rincón y negar lo obvio, pero no quería correr y esconderse para no tener que enfrentar una realidad que la asustaba.

Un nudo se apoderó de su garganta mientras se subía al auto rojo de su padre. Lo cierto era que ya estaba demasiado cansada de fingir, estaba asqueada de esconderse, tal vez ya era momento de enfrentar lo que tarde o temprano vendría.

No había nada malo con ella, lo sabía, el problema era que la otra gente no lo entendía, y no podía cambiar la mentalidad del mundo aunque quisiera. El camino a la casa de su mejor amiga fue demasiado silencioso, mientras una iba perdida en sus pensamientos revueltos la otra miraba la ventana con actitud meditabunda. Se preguntaba por qué _______ no lucía ofendida por los acontecimientos, no se veía asqueada o mortificada, no como estaría cualquiera en su situación.

Se veía asustada, impaciente, nerviosa; pero nada más.

Cuando la vio en la fiesta siendo arrinconada por una tipa que le sacaba media cabeza había pensado lo peor, creyó que se había metido en problemas y la estaban amenazando, lo primero que se le ocurrió hacer fue acercarse para brindarle apoyo. Sin embargo, conforme se aproximaba se hizo consciente de otras cosas.

La más importante e impactante consistía en que no estaba siendo amenazada, estaba siendo besada por otra mujer.

Pensó que estaba haciendo lo correcto al lanzarse y golpear a la chica que la adhería a la pared, esperaba que ________ también la golpeara, no que se quedara parada mirándola con terror; pero ya no estaba tan segura, y no le gustaba el camino que estaban tomando sus pensamientos.

Su cuerpo se tensó, necesitaba romper algo.

El coche se detuvo afuera de su casa, todavía sentía la rabia corriendo por sus venas, quería partirle la cara a la chica que estaba a su lado por ir tan callada y no calmar su temperamento con explicaciones. La susodicha suspiró y se aclaró la garganta.

-Una noche extraña, ¿eh? -Lauren la miró con los ojos entrecerrados. ¿En serio? ¿Se iba a poner a bromear justo ahora? Se dio cuenta de su error y volvió a suspirar. -Lo lamento, no sé qué decir.

-Tal vez podrías empezar explicando por qué mierdas no te apartaste. ¿Por qué, _______? ¿Por qué no la golpeaste? ¿Por qué estás actuando tan extraña? ¿Qué demonios está sucediendo?

El enojo burbujeó como lava ardiente saliendo de un volcán.

-Esas son muchas preguntas -musitó fijando la vista al frente y tragando saliva -Yo...

-¿Tú qué? -¡mierda! Que lo dijera de una vez por todas. -¡Vamos! ¡Dímelo! ¡No seas cobarde, ________!

Supo que se había excedido cuando ella respiró profundo. No quería lastimarla, pero ella se sentía herida.

-Soy gay-dijo, sin más.

Si los alrededores no hubieran estado tan silenciosos no lo habría escuchado, o quizá sí. Su voz era baja, fue un susurro; no obstante, resonaban como si lo hubiera gritado. No podía verle la cara porque estaba volteada, no pudo identificar si era una broma. Seguía esperando que lo fuera. El estómago de Lauren se revolvió, los ojos se le cristalizaron.

-Me mentiste... todos estos años... -no podía creerlo, simplemente no podía concebir la idea de que su amiga era una persona diferente a lo que había creído.

La pelinegra la miró con impotencia, se estaban cumpliendo sus peores pesadillas y no podía hacer nada para despertar esta vez. Seguramente la iba a odiar, la iba a detestar, se iba a alejar de ella. No se había equivocado, era un sueño pensar que ella la apoyaría.

-Lolo, escúchame... -intentó hablar; sin embargo, fue silenciada.

-¡No! -exclamó la otra, perturbada -Tú... ¡Dios, no! ¡No quiero verte!

Y con eso salió, trotó hasta que se perdió en el interior de su casa, de una que también había sido parte de sus días como un hogar. Tenía que irse, dejar que asimilara la noticia, que aceptara que la chica con la que creció no era lo que ella había pensado. Se dijo que era normal que reaccionara de ese modo, trató de justificar la mirada asqueada que le dirigió, pero seguía doliendo, seguía calando en el interior de su pecho.

Joder, dolía como el infierno. No solo porque la amaba de la forma incorrecta, sino porque Lauren era la única que de verdad la escuchaba, era su mejor amiga desde que tenía memoria, y también la amaba por eso. Y la estaba perdiendo, tal vez ya la había perdido.

Cuando arrancó el motor lo hizo con un mal sabor de boca, los pocos momentos libres que tenía eran a su lado, todos la presionaban menos ella. Ya no la tendría. La ojiverde ya no estaría ahí para recordarle que no todo era tan malo aunque lo pareciera.

En otra ocasión la habría invitado a dormir, hubieran jugado videojuegos hasta la madrugada con unas latas de cerveza por un lado. En otras circunstancias, no en esta. Tenía miedo de que la puerta no se abriera de nuevo, de que lo dejara en el exterior, no solo de su casa, sino también de su vida.

La Sintonía de los Colores (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora